-¡cubrete!-gritó alguien cerca. A-5 se tiró al suelo y el chaleco se le clavó en las costillas. Se tapó la cabeza a tiempo para ver pasar un camión de campaña volando. Trató de arrastrarse hasta un contenedor de materiales inservibles y allí arrancó el cargador vacío de su arma y colocó uno lleno es su lugar. Se puso de rodillas frente al contenedor y apoyó el M-16 sobre él para disparar una ráfaga a la izquierda y otra a la derecha. Luego rodó en el suelo cubierto de polvo y corrió a reunirse con su escuadrón. Un tiro le atravesó el muslo, pero trató de seguir. Un segundo disparo rebotó en el blindaje de un tanque y cortó limpiamente la banda de tela que sujetaba el arma a su cuerpo. Su M-16 cayó al suelo. Un tercer tirador apuntó y disparó una bala que atravesó el chaleco para clavarse en la piel de su espalda. Se desplomó, a tiempo de ver que su compañero y amigo A-2 saltaba, cargado de ira, desde el parapeto en el cual se encontraba con sus dos katanas desenvainadas, dispuesto a hacer probar su filo a los asesinos de su amigo. Después se desmayó a causa del dolor. Si hubiese tenido realmente una vida, le habría pasado ante los ojos.
