Estoy diciendo tu nombre en el puente al amanecer. Tu nombre como un animal cubierto de hielo, tu nombre como una música que ha sido transpuesta; un traje de piel, un abrigo de barro, una patada en los pantalones, una bocanada de cristal, las velas en el viento y el golpe de las olas en el casco de un barco que se hunde al son de sirenas cantando canciones de amor, y el tirón de una simple y profunda tristeza cuando suena tan lejos.
—Richard Siken, Diciendo Tus Nombres.