Capítulo 8 "El accidente."

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El sol se posaba sobre el cenit, el bullicio del pueblo era evidente, a tres días de las fiestas todo eran preparativos y los visitantes llegaban de todas partes, Rádulf caminaba entre la gente distraído, con pasos sin rumbo aparente, meditando sin nada claro, buscaba alejarse del ruido pero estar cercano al castillo; absorto en su mundo, medio esquivando a la gente, chocó hombro con hombro con un individuo de tez rosada, el impacto no fue muy fuerte pero si lo hizo reaccionar, fijó la vista y a su oídos llegó además de una vociferación, varios sonidos de espadas que desenvainaban.

Extrañado miró a su alrededor y descubrió varias espadas que apuntaban contra él.

—Perdón estaba distraído —alcanzó a decir, antes que un jalón lo alejará del personaje y las espadas quedaran punteando su piel...

—¡Bruto, fíjate por donde caminas! –increpó el personaje, a la vez que fijaba su mirada en él, Rádulf entre la sorpresa y el susto, se disculpó nuevamente:

—Perdón caballero que he caminado con mis pensamientos abiertos y con muy poca visibilidad.

—¡Pareces burro de carga, unos azotes te harán ser más inteligente! 

Una sonora carcajada irrumpió a sus espaldas que hizo voltear a todos:

—¡Rádulf!, ¿qué haces en estas tierras?, ¿a caso algún amante desesperado a solicitado tus servicios? Mira que te he buscado sin mucha suerte. 

»Marqués le presento a Rádulf mi escriba, disculpe usted su imprudencia, es un hombre enmarañado en las letras que difícilmente se da cuenta de las cosas. ­

»Rádulf, el es el Marqués de San Lorenzo, un buen amigo al que acompaño a las fiestas. 

—Mucho gusto —alcanzó a decir Rádulf mientras las espadas se retiraban poco a poco y se incorporaba. Había reconocido la voz de su amigo el Conde de Lavalle, a su tiempo el Marqués cambiaba su rostro de enojo por una expresión de curiosidad...

—¿Este es el redactor de tus correrías?, ¡que interesante!, Tiene fama su pluma señor, que le he dicho al conde que si su verdad se revelara usted saldría ganando varias bofetadas y a su vez varios corazones. 

Rádulf sonrió, dando gracias mientras estrechaba la mano de su amigo, al que en voz baja le decía: –Te debo una. 

—Pero cuenta Rádulf —dijo el Conde—, ¿qué te trae por aquí? 

—Pues la curiosidad mi estimado Conde, pocas veces me desplazo, pero creo que estas fiestas son dignas de verse. 

—Ni que decir —interrumpió el Marqués— que a ojos escrutadores las flores caminan con frondosos vestidos. —Los tres sonrieron y el Marqués añadió:

—Ya has tenido la osadía de chocar contra mi humanidad, ahora no tendrás la descortesía de negarte a acompañarnos para tomar una copa de vino que venimos exhaustos, el viaje ha sido una monserga y queremos refrescarnos. 

Rádulf echó una mirada hacia el castillo, como si este lo esperara y aceptó la invitación un tanto titubeante.

Tuvo que aguantar la sonora y disipada charla entre el Conde y el Marqués con pormenores poco cercanos a la decencia, hasta que de pronto la charla se tornó algo interesante.

—Pero Lavalle, déjame decirte que se rumora de un escándalo en el interior del castillo, dicen que el Duque tenía preparado un anuncio de un enlace entre su hija Cárdigan y nuestro conocido el joven y escurridizo Duque de Alba, para asegurarle un heredero, pero que la huraña dama se ha negado. 

—¡Mira que si lo he de saber yo! —Contestó el conde— Que ni a las letras de Rádulf se ha rendido, me ha hecho desaire y que ha bajado mi estima, es una chica rara, aunque un dulce apetitoso. 

—¡Conde! —Intervino Rádulf con un tono de enojo sin pensarlo— que creo que en estas tierras esas palabras suenan a insulto. 

—Tienes razón Rádulf, que me pueden oír. 

El corazón de Rádulf se agitaba fuertemente.

—Pues que el Duque de estas tierras sospecha de un amorío secreto, de la dama y ha doblado la guardia, aunque sinceramente no creo que eso suceda, de por sí para llegar a esa joven se necesita una invasión total, la tienen más cuidada que la corona —dijo el Marqués en tono de secreto.

La charla saltó a más minucias de la corte, pero Rádulf ya no escuchaba, su corazón latía fuerte y en él muchas preguntas se agolpaban: ¿Se negó por mí?, ¿podrá evitarlo?, ¿será que este amor se traduce a la realidad?, ¿qué podemos esperar del futuro?, ¿siquiera la podré verla o escuchar?

La angustia hacía presa de él y la plática lo llevaba al hastió, buscó el momento oportuno y se despidió, reiterando sus disculpas al Marqués y su amistad al Conde.

Salió de la casona extraviado nuevamente, en sus pensamientos se sentía cansado, así que se dirigió a su posada...

Salió de la casona extraviado nuevamente, en sus pensamientos se sentía cansado, así que se dirigió a su posada

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Una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...

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