01 Fátima

319 13 0
                                    

«Había una vez una bella chica llamada Fátima. Vivía en una gran ciudadjunto a sus queridos padres y su extraño hermano.

Fátima, a sus diecisiete años, era feliz sin saberlo. Creíatener "problemas", incluso algunos de esos "problemas" le llegaban a quitar el sueño. En realidad, todo aquello, no eran más que nimiedades.

Había vivido y crecido bajo el influjo constante de halagos hacia su belleza. Fue un bebé encantador, una niña guapísima y una adolescente hermosa. Poseía una cara tallada por los mismísimos ángeles, una cabellera negra como el tizón y unos ojos verde claro salpicados por motas doradas, que hacían que bajo la luz del sol fueran algo espectacular.

Fátima sabía que llamaba la atención. Tendría que haber sido ciega para no darse cuenta de ello. Si la felicidad fuera una receta, ella poseía todos los ingredientes: unos padres que la amaban, un nivel de vida por el que no le faltaba de nada, una salud de hierro, muchos amigos y una fiel amiga inseparable llamada Noelia».

Supongamos que yo fui Fátima. Aquella chica de cuento de hadas. Aquella chica que desapareció un veinticuatro de diciembre. Aquella chica que, en tan sólo un segundo, se transformó en el monstruo invisible que es ahora.

Soy invisible porque nadie me ve, porque nadie me mira, o porque todos fingen no haberme visto. Soy un monstruo porque un lado de mi cara es una horrible quemadura. Soy un monstruo porque dos almas mortalespesan sobre mi conciencia. Yo sé lo que es ser constantemente el centro de atención de todas las miradas y sé lo que es ser, de repente, invisible para el mundo.

Quizás penséis que cuando alguien tiene una deformidad tan extrema prefiere pasar desapercibida. Y al principio, es así. Con el tiempo, se echa tanto de menos el contacto humano, que hubieras preferido mil veces una mirada de asco a la ignorancia absoluta. Por ejemplo, cuando voy sentada en el metro, noto como la gente se prohíbe a sí misma mirarme. Se percatan de que soy diferente, que mi cara es horrible. Les da pánico cruzar una mirada conmigo. Yo puedo leer en sus rostros como piensan:«Joder, que asco. Como tiene la cara esa chica. ¿Qué le habrá pasado? Mejor no mirarla o se sentiráincómoda». A partir de ahí, ves cómo sus ojos se pasean por todos lados evitándote. Esa situación me ocurre constantemente entodas partes.

Mi vida de adolescente había sido todo lo contrario a aquello. No tenía prácticamente amigas; creía tener una, Noelia, y resultó ser todo un fraude. La mayor parte del tiempo estaba rodeada de chicos. Me encantaban porque me trataban genial y siempre se esforzaban mucho por agradarme. Y yo me dejaba querer. Quizás demasiado. Me liaba con muchos, pero no me quedaba con ninguno. Un día podía estar enamorada hasta las trancas de un chico y, en cuanto conseguía liarme con él, me daba por otro. He roto muchos corazones.

Uno de mis mayores problemas era cuando me gustaban dos a la vez. Recuerdo largas noches de vigilia hablando con Noelia acerca de qué debía hacer. "Tía, me gusta mucho Raúl, es súper rico, pero Lalo es tan chulito y tan guapo que me vuelve loca". Noelia me daba consejo y, al final, acababa liándome con los dos. Entonces ellos se enfadaban entre sí y, de rebote, conmigo. Yo quedaba como una puta y lloraba como una magdalena mientras me autocompadecía pensando «¿Por qué nadie me comprende?».

Ahora me da vergüenza recordar aquello. Me avergüenzo de haber sufrido por esas tonterías. Es como si fueran recuerdos de otra persona que han metido en mi cabeza.

Los fines de semana, con unos catorce años, consistían en ir al Burguer King o al cine con los amigos. Luego, cuando fuiun poco más mayor, cambié eso por emborracharme y fumarme unos porros en el parque. Entre tanto, seguía siendo siempre el centro de atención.

Entonces, un absurdo accidente durante una Nochebuena dio un giro radical a mi vida.

Después de cenar con la familia habíamos quedado Noelia y yo con un grupo de amigos. Aquello lo habíamos hecho el año anterior y había sido muy divertido. Bajamos al parque a tomarnos, entre risas, unas botellas de champán y sidra. No éramos los únicos; el parque estaba lleno de grupos de chavales, y no tan chavales, bebiendo, charlando y tirando petardos.

LAS CHICAS QUIEREN DIVERTIRSEWhere stories live. Discover now