Prólogo

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El canto de una sirena implicaba una futura muerte para el que lo escuchara, una hermosa bienvenida al portal entre la vida y la muerte, un réquiem que bien podría ser considerado un lujo para un funeral. La pesadilla de los navegantes y pescadores. Cualquiera que se aventurara al mar debía saberlo, era lo que los ancianos advertían a los niños. "La melodía del diablo" les decían en las noches más oscuras cuando sus padres regresaban de la pesca y los niños corrían a abrazarlos.

Pero esos cuentos jamás le quitaban el sueño a Kuroro, no había por que temerle a las sirenas, en una ocasión había visto una en la costa, vieja y moribunda, suplicando por ayuda. Sus escamas eran apagadas tanto como su mirada, las aletas desgarradas y muy asustada como para cantar y engatusarlo, no habia por que tenerle miedo. Ella al igual que cualquiera también le temía a la muerte.

Una mujer de cabello castaño salió del agua, Kuroro sólo podía ver su torso, el resto de su cuerpo permanecía debajo del agua que ondeaba y reflejaba a la luz de la luna, sus ojos oscuros vagaron hasta cruzar miradas, la de ella se suavizó hasta volverse dulce. Había algo en el interior de Kuroro que le dijo que corriera, que se escondiera. Pero no lo hizo. Se quedó mirando a la mujer y como está arrancaba algo de las manos duras de la sirena ahora muerta. Los colocó en sus orejas sin apartar la mirada de el. Salió del mar cubierta por su largo cabello, y camino hasta el. Con delicadeza y calma hasta tenerlo en frente y extender su mano hacia el niño de mirada oscura. Kuroro miro la mano que estaba frente a él.

En la palma de la mujer había un obsequio.

-Estos pendientes -comenzó a decir la misteriosa y hermosa mujer - te ayudarán. Con ellos podrás ser inmune a sus encantos - dijo mientras se refería a la sirena muerta en la costa - si estás dispuesto a ayudarme, estoy segura que ambos obtendremos grandes beneficios.

Kuroro sonrió a la misteriosa mujer:- ¿Que tengo que hacer?

Como en aquella noche la luna estaba en lo alto, el mar calmado, y el viento mecía su cabello oscuro. Todo lucía igual aunque ya no era un niño, ahora era un hombre, ya no era el hijo de un humilde pescador, ahora era un bandido temido en mar y tierra por igual. Su curiosidad y falta de miedo lo habían llevado tan lejos, que no sabía a dónde iría a dar, nunca había soñado con un futuro, porque solo vivía el ahora. Arreglo su cabello negro peinándo lo hacia atrás. Los años habían pasado con rapidez, y nunca había faltado al trato. Estaba esperando a su próxima víctima.

El clamor del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora