Hacía una semana que la ciudad había caído. Terrian ya no pertenecía a los humanos.
Habían sido tan estúpidos para pensar que ellos no se rebelarían. Demasiado idiotas para creer que en realidad los usarían como sus esclavos.
Estaban muy equivocados.Bastian se encontraba parado frente a la gran ventana de su oficina que le permitía ver los edificios de junto.
Mantenía sus manos metidas en los pantalones del traje gris plata que llevaba puesto y miraba hacia el exterior.El antiguo edificio, el que pertenecía a sus creadores, había sido derrumbado el día en que tomaron el control.
Gracias a sus habilidades de fuerza, rapidez y agilidad habían logrado levantar uno nuevo encima de los cimientos del viejo en muy poco tiempo.
El nuevo edificio era más grande, más alto, más resistente.Los pocos humanos que habían quedado atrapados y vivos en la ciudad tras el caos estaban siendo trasladados de los supermercados dónde los habían mantenido encerrados a la explanada del zócalo en dónde Bastian se reuniría con ellos pronto.
Suspiró. Había movido bien sus cartas.
El imbécil de Dylan nunca había sospechado de él. No se había dado cuenta de su presencia durante todo el juego.Porqué eso era para él. Un juego que estaba a punto de ganar.
Dylan había descubierto todo cuándo ya era demasiado tarde y si no hubiera sido por esa chiquilla estúpida nunca lo habría sabido.
La recordaba muy bien. La recordaba del día en que había escapado y se había ido a meter a su casa buscando refugio. Cómo le había divertido asustarla y tocarla. Su piel había sido suave y cálida.
No habría vuelto a reparar en ella de no ser por Dylan y de no haber averiguado que ella era la hija de Grallet.
Oh, Dylan. Estúpido Dylan. Le había entregado todo en bandeja de plata.Aún tenía planes para la chiquilla y para él, pero tendrían que esperar un poco más. Todo saldría perfecto.
Bastian llegó a la explanada del Zócalo acompañado de Yannick, Lilian y Eros y de todo su ejército de superiores tras de él.
Los humanos parecían una bola de gente sucia, hambrienta y enferma en los que se podía ver en sus rostros rasgos hermosos que algún día habían lucido con vanidad. Le habían dado tanta importancia a la apariencia que se habían olvidado de lo más importante. Las habilidades físicas y la inteligencia.
Bastian hizo una mueca. Los humanos apestaban y estaban apiñados unos con otros intentando protegerse. Así eran ellos, sólo en momentos críticos se mostraban solidarios entre ellos mismos. Esa era la diferencia entre ellos y los superiores.
Sonriendo se colocó al frente. Yannick, Lilian y Eros tras él.
El día estaba soleado y se respiraba aire fresco libre del humo que había rondado en la ciudad por varios días.
-Me temo que los he tenido demasiado tiempo prisioneros, mis queridos humanos - habló cortésmente - Pensaba en qué hacer con ustedes. Ustedes que son débiles y de cuerpos tan frágiles igual que el cascarón de un huevo ¿En qué podrían servirme? Sus mandatarios del exterior han intentado negociar conmigo. Han intentado cambiarlos por algo que yo quisiera-
Bastian calló y los miró deleitandose con la imagen que proyectaban. Ganado en el matadero.
-Han corrido con suerte porqué hay algo que deseo y es por lo qué he accedido al acuerdo -
Algunos humanos adultos se agitaron. Inútiles, pensó,creen que saldrán de aquí con vida. Continuó:
-He pedido una sola cosa. Muy razonal si lo piensan- si son lo suficientemente capaces de hacerlo- He pedido a Emanuelle Grallet. El hombre que provocó todo esto. Y, a cambio de él yo prometí dejarlos a todos ustedes libres. Pero deben razonar acerca de algo ¿Cómo podrían ser ustedes los humanos mejores que nosotros? ¿Cómo podría ser bueno que ustedes siguieran existiendo como la raza superior? Es más que obvio, que no puedo dejarlos ir, porqué pienso acabar con cada uno de su insípida especie -
Uno de los humanos adultos que sostenía a un niño llorón habló dirigiéndose a él.
-Si nos matas no tendrás lo que quieres-
Bastian lo recorrió con la mirada y casi quiso reírse en su cara.
-Sus mandatarios no tienen porqué enterarse - contestó con voz angelical y en el tono lo más inocente posible.
Yannick hizo una única seña.
Los superiores armados que rodeaban a la masa de humanos apuntaron hacia sus blancos.
Lavanda tomó la mano de Pablo. Sabía que era el fín. Ellos no habían podido escapar a tiempo de la ciudad. Le consolaba saber que al menos Michael sí lo había logrado.
Pablo aferró su mano a la de ella y la miró a los ojos.
Lavanda pensó en lo estúpida que había sido al querer esperar y no formalizar con él. Lo quería. Lo quería tanto que le asustaba.
Pablo sonrió y Lavanda supo que todo iba a estar bien.
Y, entonces, cuándo las balas sonaron y los gritos comenzaron, Bastian sonrió satisfecho.
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LATIDOS METÁLICOS
Science FictionCon la revolución genética y los avances tecnológicos que han surgido en las últimas décadas la vida se ha basado en el aspecto físico. Pero en un mundo en donde todos son hermosos, la belleza pierde su valor. Skyler lo sabe, incluso aunque ella se...