Capítulo cinco

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Abro con cuidado los ojos

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Abro con cuidado los ojos. Me quedo largo rato observando el techo. Blanco y manchas amarillas; las goteras y las filtraciones van a terminar por derrumbarlo.

Me pongo en pie. Frío, mucho frío en la planta de mis pies. El suelo está helado y sabrá el canguro donde quedaron mis pantuflas. Doy cortos pasos de puntita hasta el baño. Salgo después de colocarme unas medias y ponerme un short.

Desde siempre he tenido la rara costumbre de dormir o andar en casa en camisa, pero no con mis camisas, sino con cualquier camisa masculina. Sí, masculina. Me gusta como me quedan... Enormes y largas; son una delicia.

Suelto un bostezo y me estrujo los ojos. El espejo de mi armario me muestra una versión mía desaliñada, cabello despeinado, ropa grande y rostro somnoliento. Suspiro y le gruño a mi reflejo.

Ojala y, despertará igual que las actrices de telenovela.

Camino con pereza y voy a la cocina, me sirvo un vaso de agua y observo por la ventana ¿qué hora serán? El día esta gris; puede ser de anochecer o madrugada, o también, puede ser un día de lluvia.

Me doy la vuelta y observo la hora. Las ocho y veintidós de la mañana. Mañana, es de mañana y mi madre no esta acostada en el sofá comiendo galletas.

Debe estar en su trabajo.

Hoy tomo el lugar de mi mamá en el sillón. Es domingo, hoy no hago tarea, hoy no leo, hoy no hago nada; solo ver televisión y dormir.

Pero, al parecer mi paz nunca dura mucho.

Toc, toc, toc.

Tocan la puerta y yo volteo el rostro como lo haría un gato. Y como digno felino, me pongo en pie y camino con duda a la puerta. Tomo la manija y abro, aunque no por completo, solo para saber quien llama.

Todo el color baja a mis pies.

Mi primer impulso es cerrar de un portazo, solo espero no haberle roto la nariz. Sin quererlo mi corazón esta dando saltos, desesperado, queriendo salir de mi pecho. Vuelve a tocar la puerta, pero con más insistencia y ahora también me llama. Su tono de voz es elegante y firme, aunque puedo reconocer un atismo de enojo.

¿Abro o lo dejo en la calle?

Si mi madre llega y lo ve... Mejor no pienso en lo que podría pasar; pero estoy segura de que ella misma se encargaría de comprar mi vestido de novia.

Me muevo de un pie a otro, intranquila. Sigue insistiendo y ya no resisto. Me hago a un lado y le doy entrada al hombre que destila elegancia y lujo. Gabriel me ve con una ceja arqueada, aunque, aparte de eso su expresión es impasible.

Convénceme ©Where stories live. Discover now