9. La excepción

938 72 1
                                    

Acababa de llegar a casa del gimnasio cuando sonó el timbre. Le di un último sorbo a la botella de agua y fui a ver quien era. Ana estaba parada en la puerta de brazos cruzados y apenas la abrí entró sin preguntar. Se paró frente a mí y bufó.

- Nunca me hubiera imaginado que seas vos la que anda con Sebastián. - Elevé las cejas. - Qué bajo caiste, Emilia.

- No es nada personal. - Le dije.

- Sí es. - Me cuestionó. - Deberías soltarlo a Mateo, porque a él no le importaste nunca. - Como ese comentario me había dolido más de lo esperado, salí al combate rápido porque no quería que ella me viera vulnerable.

- Mateo no me interesa hace mucho, Ana. Deberías saberlo...

- ¿Y mi novio es tu mejor opción? - Me encogí de brazos.

- No es por vos, no sos tan importante. - Le dije con amargura. Ella se rió con sarcasmo.

- Lo que me parece gracioso es que vos, Emilia, salgas con un chico como él, que no tiene ni un pelo parecido a lo que esperas. No te creo nada.

- ¿No me crees que cosa?

- Lo tuyo con él, Emilia. Lo estás usando para darme celos.

- No uso a nadie. Como te dije: no sos tan importante, Anita. - Le repetí aburrida. - ¿Necesitabas algo más o solo viniste a hacer una escena de celos sin sentido?

- Qué rápida resultaste ser... - Se rió nuevamente con amargura. - Hasta las tres de la mañana estuvo su auto aquí el otro día. ¿Pensaste que no iba a saber?

- No me interesa si sabes o no sabes.

- Estás demasiado confiada, Emilia. - Dijo amenazante mientras caminaba hacia la puerta. - Te van a cagar otra vez.

- ¿Perdoname?

- Sebastián no es lo que vos pensas. Es chamuyero y creído, les habla a todas, no le importa si está con alguien o no... menos ahora que hizo un gol y se debe creer mil, seguro va a aprovechar su fama. - Abrió la puerta de casa y me miró por última vez. - ¿Por qué vos serías la excepción?

Mentiría si dijera que sus palabras no me dejaron pensando durante varias horas. Todo se prestaba a confusión. Yo podría haber estado queriendo pagarle con la misma moneda a Ana, podría haberle hecho lo mismo que ella a mí, podría pensar que ella tenía razón en cuanto a Sebastián pero cuando él aparecía todo eso se volvía humo. Él me estaba demostrando que no era como ella lo describía, por lo menos conmigo, y me gustaba estar con él. Me gustaban sus chistes y su persevarancia, me gustaba escucharlo y que me escuchara, me gustaba empezar a conocerlo. Solamente él, sin ayuda de nadie, había conseguido que me olvidara de todo aquello que yo también pensaba antes de conocerlo y que nos diera aquella oportunidad, a mí  y a él. Y ya no pensaba ni en Ana, ni en Mateo, ni en la reputación de Sebastián Driussi, ni en todos los contras que tenía relacionarme con él. No pensaba en nada más que en ese momento que estabamos viviendo.

Aquella noche, Sebastián me llevó a Puerto Madero. Después de cenar, caminamos un poco, de la mano, como si fuésemos pareja. Sacando cuentas, lo conocía hacía poco más de tres meses. El tiempo había pasado rápido pero sentía que él estaba esperando algo más de mi parte. Me sorprendía el hecho de que nunca hubiese intentado besarme y nunca había pensado de que fuera tan paciente. En ese momento, hasta empecé a dudar sobre si él quería realmente tener algo conmigo. Mis dudas se vieron aclaradas al momento que estuvimos ambos apoyados en las barandas del puerto. Me miraba con nerviosismo y ternura, estaba indeciso cuando se aclaró la garganta para hablar.

- Emi. - Dijo llamandome la atención. - Te quiero. - Lo miré con una sonrisa pero me mantuve en silencio. - Te juro que me sentiría mejor si me dijeras algo.

- Yo también, Seba. - Le dije mirando hacia el agua. Vi de reojo como la sonrisa en su cara se amplió. Se rascó la nuca y después me agarró de la mano, acercandome hacia él. Estabamos a centímetros, sin despegar la mirada uno del otro.

- Esa fue tu invitación para que te bese, ¿no? - Me dijo divertido. Me reí y negué suavemente, cosa que lo sorprendió. Todavía estaba sonriendo cuando Sebastián terminó de acortar la distancia entre nosotros. Unió nuestros labios en un beso que ambos habíamos estado esperando, tan suave, con tanta dulzura, mientras colocaba una mano en mi cintura y la otra en mi cara, para profundizar aquel beso que me había hecho sentir cosas que no sentía hacía mucho tiempo. Cuando nos separamos, él habló. - Ya era momento de que pruebes estos labios, Emi. - Solté una carcajada y le golpeé el brazo porque acababa de arruinar ese momento tierno. Pero no me importó. - Quiero serte sincero. - Me dijo después. Asentí para que siguiera hablando. - Nunca había sentido lo que me pasa con vos. Hice cosas que nunca había hecho, como esperar tanto para besar a alguien. Nunca me había tomado el trabajo de mandar regalos y escribir notas cursis, nunca había sido tan cursi y tierno. Sos como una excepción en todo. - Me dijo para terminar de matarme de ternura. - Por vos podría hacer cosas que nunca me había imaginado y no me importa, con tal de tenerte cerca. - Abrí la boca para decir algo pero me hizo una seña para que lo dejara terminar. - Yo sé que es complicado para vos, que capaz es muy rápido, que no soy tu tipo y que tengo mil mambos con los que no queres lidiar, pero te juro, Emilia, que amor no te va a faltar. ¿Queres ser mi novia?

Y aunque me costara admitirlo, así sin más, caí rendida a sus pies.

Cerré el momento con un beso que había iniciado yo. Junté mi frente a la suya y lo miré intentando descifrar qué esperaba él que le dijera después de semejante discurso que me hizo temblar las rodillas.

- Ya sos un poeta contemporáneo, Sebastián. - Le dije en tono divertido. - Cortá con tanta dulzura. Lo dulce no quita la sed. - Pronuncié antes de reírme a carcajadas por su cara. Me abrazó fuerte y se rió conmigo. Dejó un par de besos en mi mejilla mientras hablaba.

- ¿Tan... difícil... me lo ibas... a hacer?

- No sé por qué te haces el desentendido, si la respuesta no es muy complicada que digamos. - Paró de besarme y me miró con ilusión.

- ¿Es un sí? - Me reí y asentí. - Pero decilo que quiero escucharlo para no creer que estoy soñando.

- Sí, Seba. Vos también sos mi excepción.

Té para tres || Sebastián DriussiWhere stories live. Discover now