Entre reflejos

538 23 5
                                    

La vida se ve de una forma muy diferente, después de sufrir un capítulo traumático. Por una parte se comienzan a apreciar las pequeñas cosas que suceden al existir: ver la luz del sol, la gratificante sensación de quitarte los zapatos al llegar a casa tras un largo día, e incluso el cosquilleo del agua cuando cae sobre ti al darte una ducha. Empiezas a dar las gracias a todos tus conocidos, e incluso a las personas que no has visto nunca, pero te dedican un gesto bonito, un saludo, una sonrisa.

Sin embargo, haber pasado una situación como la mía también te provoca mucho terror. Desde entonces detesto quedarme sola en casa, e intento estar en la calle el máximo tiempo posible. También me es muy difícil conciliar el sueño, y cualquier pequeño ruido, aunque sea provocado por mí misma, por exemplo, al depositar las llaves sobre la mesita en cuanto llego a casa, me provoca un estremecimiento, que me recorre de pies a cabeza. Hay días en los que me siento viva, y doy las gracias por no perecer cuando podría haberlo hecho, pero hay otros en los que me siento como si realmente hubiese tenido ese destino. Esos días me dan ataques de histeria, e incluso me puedo pasar horas llorando, sin nada ni nadie que logre consolarme.
Quizás podéis pensar que mi nerviosismo es algo exagerado, pero os aseguro que lo estoy llevando más bien de lo que me esperaba, y es que lo que me sucedió no fue nada normal. No me secuestraron, no me atracaron ni me torturaron, y es que nada de lo que pasó fue provocado por ninguna persona, sino por un ser o un ente algo menos...común. Fue algo paranormal. Es posible que, en cuanto leáis los hechos que voy a narrar a continuación, penséis que estoy loca, y no os juzgo, porque la gente a la que ya lo he contado, amigos, família, incluso la policía, piensan lo mismo.

Todo comenzó una noche de invierno, hace aproximadamente unos dos años. Estaba en mi pequeña casa, en las afueras de Sentinal, la ciudad en la que he vivido desde que era una niña. No compartía la casa con nadie, me encantaba la tranquilidad del silencio. Ese día estaba nevando, y todas las carreteras estaban incomunicadas, así que me había pasado toda la tarde practicando piano. Había tocado más de ochenta veces la misma melodía de Mozart. Tenía una actuación al cabo de una semana, y llevaba muy atrasado el ensayo. Era de noche, y me había preparado una sopa y un poco de ensalada para cenar. Me gusta ducharme antes de sentarme en la mesa frente a mi plato, así que, como de costumbre, me dirigí al baño. Allí cogí mi toalla y la dejé sobre la tapa del váter, mientras me quitaba la ropa. Me metí en el estrecho plato de ducha, y empecé a enjabonarme. De golpe oí un ruido, y abrí la cortinilla de la ducha. No era nada, simplemente la toalla había caído, o eso creía. No le di mucha importancia, así que volví a cerrar la cortina y continué aseándome.

Cuando acabé, me sequé y me puse el pijama. Mis tripas empezaron a sonar. Tenía mucha hambre, así que salí lo más rápido que pude del baño para dirigirme al comedor. Pero al cerrar la puerta, me quedé de piedra. Me había parecido ver una figura reflejada en el espejo, como una persona. Puse mi oído en la puerta, esperando alguna evidencia de que allí hubiese alguien, pero no se oía nada. Esperé unos minutos, y finalmente la abrí y, con vacilación, miré en el interior. No había nada.

Di media vuelta, y me surgió una risa nerviosa. «Cómo has podido ser tan tonta?»-pensé.-«hace un tiempo horrible, nadie puede circular por las carreteras. ¿quién va a aparecer aquí, en las afueras?». Cuando llegué al comedor, la sopa ya estaba templada, y cené tranquila, aunque seguía un poco tocada por aquella "mala jugada" que había producido mi mente.

Acabé de cenar sobre las diez y media, y me tumbé en el sofá, para ver un rato la televisión. Hice zapping por todos los canales, hasta que encontré Antena 3, donde una mujer muy elegante explicaba las notícias. Carreteras cerradas, coches atrapados bajo la tormenta helada... Nada que no supiera ya.

De golpe, la imagen de la televisión se esfumó, y la pantalla se llenó de rayas grises, blancas y negras, que se movían. Se emitía un sonido muy estridente. Me levanté y empecé a dar golpes a la televisión, intentando que volviese a funcionar correctamente, pero en lugar de eso, todas las luces de la casa se apagaron. Toda mi casa estaba sumida en la oscuridad. Lo único que me permitió no chocarme con nada cuando me levanté y caminé hacia el cuadro de luces, fue el tenue brillo proveniente de los rayos que caían en el exterior.

Cuentos Terroríficosحيث تعيش القصص. اكتشف الآن