Parte 2

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Después de esa ajetreada sacuda a mi existencia intenté ignorar lo sucedido y seguir con mi vida de la misma forma en que lo había hecho hasta ahora, pero al final el sentimiento de impaciencia e incertidumbre me hicieron sucumbir, era insoportable sentirme ansioso de forma tan absurda al saber que él estaba más cerca de lo que yo alguna vez imaginé. Ayer llegué a mi límite, furioso conmigo mismo tomé la computadora e indagué hasta en el más mínimo detalle del torneo que se llevaba a cabo en Japón. Se trata de una competencia internacional que tendrá una duración de dos meses con sede en Tokio, tiempo durante el cual las respectivas selecciones nacionales residirán aquí, y sin ser eso suficiente investigué a cada uno de los jugadores seleccionados y aun llegando más lejos de forma estúpida compré un boleto para el siguiente partido que se lleva a cabo justo hoy.

Por un momento pensé en no venir, pero no puedo darme el lujo de tirar mi dinero a la basura, así que eme aquí. Estar de vuelta en el gimnasio metropolitano de Tokio me trae recuerdos, fue en esta misma cancha donde alguna vez vencí a Kuro-san. Aunque estar desde las gradas da un aire diferente de aquella ocasión. El partido finalmente está a punto de comenzar, he llegado sólo 5 minutos antes y no fue tiempo suficiente para poder sentir el poder de la nostalgia de mis días de preparatoria.

El narrador da las primeras indicaciones, miro desesperadamente de ambos lados de la cancha hasta que los jugadores salen. Del lado derecho se posiciona nuestro equipo, y del lago izquierdo el rival. De entre el montón de jugadores yo tengo un solo objetivo y después de unos segundos mi mirada queda fija en la figura de aquel pelinegro que porta el número tres. Al verlo mi corazón se detiene por una fracción de segundo y desesperadamente trato de recordar el sonido de su voz para intentar sentirlo más cerca. Noto que mis manos tiemblan e inmediatamente las aprieto entre mis piernas, debo calmarme. Ahí están, salen a la chanca para calentar. Tal como leí, Oikawa-san es el capitán y colocador, es increíble que el Rey no fuera convocado, aunque es lo que menos me importa.

Después de un rato los jugadores nuevamente vuelven a reunirse y tras una breve charla la alineación principal salta a la cancha. El ensordecedor silbatazo que da comienzo al partido suena, con una jugada de tres golpes el primer punto lo obtiene el equipo contrario, pero pronto son superados. El balón cruza de un lado a otro, a veces con intervalos de tiempo más amplios que se pierde entre el peloteo, saques potentes, bloqueos certeros, remates impresionantes y salvados espectaculares, todo eso ya lo había olvidado. Mis ojos brillan ante tal escenario del cual alguna vez fui participe, y dentro de todo una sola persona destaca para mí... Ese salto, la forma en que eleva los brazos e inclina sus manos creando un muro que impide el paso del balón, todo eso lo recuerdo perfectamente como si hubiese sido ayer cuando buscaba insistentemente imitar la fuerza de esos bloqueos...

El tiempo se va volando y el partido termina. Me sentí con un niño emocionándome por cada jugada, pero sobre todo como un idiota al revivir mi romance con Kuro-san, al ver su figura no pude evitar recordar ciertos momentos en los que mi alma fue consumida por su cuerpo. Las estadísticas dicen que fue un partido de casi dos horas, tres sets disputado y todos ganados por nuestra selección. La gente comienza a levantarse e irse, y yo también debería hacerlo, pero me quedo sentado esperando a que los jugadores desaparezcan de la cancha. Algunos curiosos me miran de forma extraña así que decido irme pero en el momento exacto en que me levanto, supongo que es porque estoy casi solitario en la grada, él, que se encontraba guardando sus últimas pertenencias, levanta la mirada atraído por mí y de inmediato parece reconocerme. Se apresura a guardar lo que resta de sus cosas, tengo un mal presentimiento de esto, en este punto creo que debo admitir que tenía cierto deseo de verlo pero no creo que pueda manejar una situación en la que debamos encontrarnos.

Salgo lo más rápido que puedo de ahí para tratar de escapar pero justo cuando empiezo a sentir la calma de estar a salvo y los latidos de mi corazón se normalizan, una poderosa voz, que reconozco de inmediato, grita desde atrás destrozando mis oídos y atravesándome por completo en un instante.

Todos los niños deben crecer [KuroTsukki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora