Por favor, no...

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[Katara]

El único sonido en la habitación, era el suave tintineo de las campanas de viento y la calmada respiración de Aang. Incluso estando a su lado, resultaba difícil para Katara poder escucharlo.

El cielo de la tarde había adquirido una tonalidad anaranjada. Las aguas que rodeaban la Isla del Aire en la Bahia Yue eran calmadas. Fuera de la habitación, los amigos y familiares cercanos al Avatar esperaban lo inevitable.

Los ojos de la maestra permanecían perdidos en la distancia, estudiando el rostro de la imponente estatua del Avatar en la Isla Memorial. Se mostraba como el joven muchacho que hace mucho tiempo había dejado de ser.

—Parece que fue ayer—murmuró Katara—, que te encontré en el hielo aquel frío día ¿Puedes recordarlo? Yo si y es muy extraño ¿Cómo podríamos haber sabido que nuestras vidas estaba a punto de cambiar para siempre? Éramos tan... tan jóvenes...

Volvió la vista hacia su esposo.

El hombre le sonreía con la ternura de un niño pequeño. Ella le regreso la sonrisa, mientras extendía su mano para tomar la de él. Tenía un tacto cálido y agradable. La piel estaba arrugada, como el cuero curtido.

Los años habían vuelto blanco la barba de Aang, antes color marrón. Sus ojos grises estaban rodeados por profundas marcas propias de la edad. Tenía sesenta y seis años.

—Parece que fue hace tanto tiempo, algo qué le pasó a otra persona en otra vida—dijo Aang, suspirando. Katara estrechó su mano con más fuerza—. Hace tanto tiempo...

—No, no fue hace tanto—ella se sentó junto a él. La cama de hundió por su peso—. Nada de esto es justo. Eres joven para estar así...

—Katara—le interrumpió Aang con calma—, tengo ciento sesenta y seis años y estoy muy cansado—suspiró profundamente. Su pecho subió y bajo con calma. Katara bajo la vista a la mano de Aang, observando las venas azuladas bajo la piel pálida—. Pero, me gustaría tener un poco más de tiempo, a decir verdad.

—Puedes tenerlo—la sugerencia salió de los labios de Katara con necesidad—. En el Polo Norte está el oasis de los espíritus. Estoy segura que puedes mejorar con el agua si la usas...

El hombre negó. Había rechazado esa idea la primera vez que ella la sugirió. No iba a dar marcha atrás ahora.

—Mi tiempo está terminando, cariño; ahora debes dejarme ir. Quiero descansar, sólo un momento, cerrar los ojos y dormir...—sus ojos se apartaron de ella, recorriendo el techo viendo algo que ella no podía. Una tenue sonrisa nació en su rostro. Parecía muy feliz—. Ey, estaré bien. Podré mirar de nuevo a Appa y Momo ¿No? Incluso a Gyatso y Sokka. Será agradable estar con viejos amigos.

Katara sintió las lágrimas tras sus ojos. Su cuerpo temblaba con miedo mientras sollozaba. Había perdido a tantas personas. Había sido difícil dejar ir a Sokka. No había podido ayudarlo. Se culpaba por ello.

—No quiero perderte, Aang, ya no soy tan fuerte...—su madre, su padre, su abuela, su hermano y ahora su esposo. Estaba cansada de despedirse. Por primera vez quería actuar como una niña asustada. Quería que alguien la consolara. Se prometió que algún día permanecería en cama y se daría el lujo de no ser fuerte.

Pero no podía ser ese día.

—Eres más fuerte de lo que yo nunca fui alguna vez—con dificultad, Aang extendió su mano para limpiar las lágrimas del rostro de Katara—. Realmente me gustaría tener más tiempo, para poder corregidor mis errores. Quiero pedirle disculpas a Tenzin, por obligarlo a ser alguien que no es. Quiero decirle a Bumi cuan orgulloso estoy de él y lo valiente que es. Quiero abrazar a Kya para que sepa que la amo. Me gustaría estar cuando nazcan nuestros nietos y poder decirte cada noche que eres la persona más importante de mi vida.

Please don't... Where stories live. Discover now