Capítulo 8

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  En los primeros segundos me pareció estar metido en una especie de trance. Me sentía ajeno a todo, y ese todo incluía el mundo, mis complejos, Heechul e incluso a Hyukjae y a mí dentro del plano físico. De pronto me hallé metido en un plano inmaterial que me dejó extasiado, sumergido en una nube lo bastante suave como para sentir cualquier cosa, luego sentí los labios de Hyukjae. Él comenzó a besarme lenta y pausadamente y yo me descubrí perfectamente alineado a su ritmo. Nuestros labios se tomaban, se soltaban y volvían a tomarse tan deprisa que daba la impresión de que ambos estaban enviciados con el otro. Y yo estaba enviciado con él y él conmigo. Mis sentidos, entonces, comenzaron a ampliarse y volverse aún más agudos. Sentí su mano en una de mis mejillas y en la otra sentí las hebras del pincel pintar mi cara de algún color, luego lo oí caer en la mesa, rebotar y acabar tintineando en el piso. Podía sentirlo todo, su respiración, el sonidos de nuestras bocas, el sonido de nuestra ropa rozándose y el de nuestros corazones latiendo, aunque quizás sólo oía el mio que latía por los dos.
Cuando nuestros labios se separaron resignados, él permaneció un instante con su frente sobre la mía, yo tenía mis ojos cerrados y me imaginaba que él también. No hallaba que decir, luego entendí que no quería decir nada y sólo rodeé su cuello con mis brazos y lo abracé. Él tardó un momento en corresponderme, pero cuando lo hizo me abrazó con fuerza, incluso con necesidad. Entonces me di cuenta de como todo aquello que días atrás me abrumaba se había aplacado. No sentía ningún tipo de escalofríos, no me sentía desvanecer y mi corazón había vuelto a latir tranquilo dentro de mi pecho. No había ningún sentimiento capaz de golpearme y hacerme sentir perdido, y no es que lo que sintiese no fuese intenso, lo era, pero se sentía diferente. Por el contrario, sentí como una simple felicidad me invadía llevándose con ella todo el caos que había habido dentro de mí. Estaba calmado, completo y totalmente seguro que aquel torbellino de cosas era simplemente mi alma tirándome hacia él. Ahora que estaba en sus brazos todo mi ser estaba en paz.
Cuando finalmente nos separamos sus manos bajaron hasta mi cintura y me sostuvo mientras mis brazos eran incapaces de soltar su cuello, quería poder verlo a los ojos, pero no lo quería lejos de mí. En el momento en el que nuestras miradas se encontraron sentí mi pecho ser envuelto de un calor abrasador, se sentía tan bien que hubiese podido ronronear contra su cuello de placer. Luego el sonrió examinando mi cara y llevó su mano a mi mejilla, lo sentí dibujar algo con su dedo y comprendí aún sin verme que ahora había un corazón trazado en ella con la pintura con la que el pincel me había ensuciado mientras nos besabamos.

-Entonces es cierto - Dijo rompiendo el silencio suave que nos abrazaba y nos había dejado perdidos en aquel limbo que yo había visitado muchas veces antes, pero esa vez no lo hice sólo. Por la forma en la que él me miraba y el modo vago con el que salían sus palabras, supe que Hyukjae estaba tan perdido como yo. Y, de hecho, me costó unos segundos recobrar el hilo de la conversación que habíamos llevado antes. Él me preguntó que sucedía entre ambos, si acaso era cierto que nos deseabamos tanto.

-Yo te deseo - susurré entonces sintiendo como mi rostro ardía. No me sentía especialmente tímido, sino más bien envuelto en una intimidad que llegaba incluso a ser sensual. La mano con la que él había dibujado mi rostro estaba devuelta en mi cintura y su pulgar no dejaba de acariciarme, mientras yo llevaba tiempo jugando con su cabello, dejando sobre él delicados masajes.

-Y ahora me tienes - me contestó y se inclinó sobre mí para besarme. El beso fue corto porque en ese mismo instante una idea atroz me golpeó con fuerza. Kim Heechul estaba de nuevo en mi cabeza.
Me preguntaba con una amarga insistencia qué hacía que lo tuviera, ¿el hecho de que me hubiese besado significaba que era mío? ¿Entonces había sido de Heechul mientras estaba en sus labios? o quizás se refería a tenerlo de un modo literal, porque lo tenía contra mi cuerpo y entre mis brazos. Fuese como fuese, la felicidad que antes me había invadido se desvaneció cuando una mezcla extraña de tristeza, celos y rabia pasó por encima de ella.
Yo era un libro abierto y él un ávido lector, así que no le demoró más que segundos saber que algo malo pasaba dentro de mí. Sus brazos se habían cerrado alrededor de mi cintura y me sostenía con fuerza provocando que nuestros cuerpos estuvieran uno contra otro, y yo me descubrí enterrando mis dedos entre sus cabellos, luego acariciándole la cara.

-Ahí está de nuevo - me había dicho buscando mis ojos con intensidad, como si intentara ver más allá de ellos, como si intentara ver mi alma. Lo que él no sabía aún, o tal vez sí, es que mi alma estaba postrada a sus pies suplicando que escuchara todo lo que ella tenía para decirle.
-Dime lo que te atormenta - su rostro reflejaba una preocupación tan genuina que decidí dejar de lado mis miedos, mis inseguridades y el temor que ondar por su intimidad me provocaba. Estaba de nuevo sobre aquel campo minado, dando pasos inciertos, sin saber cuando avanzaría y una mina explotaría bajo de mí llevándome lejos de él y de su vida. Pero quería estar con él, quería seguir con él y sabía que no tenía caso temer el resto de mi vida. Tampoco quería vivir atormentado por la imagen de Heechul.

Él había bajado su rostro hacia el mío y me araició con la nariz algunas partes de la cara. Yo, antes de hablar, busqué sus labios desesperadamente y volví a besarlo. Para cuando nuestros labios se separaron me sentía más fuerte y seguro.

-La otra noche... - comencé a decir - te oí llegar muy tarde, oí mucho ruido y salí - intentaba omitir el hecho de que, lo que me había llevado tras sus pasos, había sido algo más que simple curiosidad - cuando pasé por tu cuarto escuché más voces, tenías la puerta abierta y me asomé. Te vi besando a Heechul.

Él se había quedado pasmado y supe que no esperaba que yo supiera lo de aquella noche. Aún así no supe que pensaba, era imposible saberlo. Él era enigmático y yo siempre me había empeñado en descifrar sus jeroglíficos, pero aquel día, quizás porque no lo conocía lo suficiente para saber por dónde empezar, sólo esperé. Él estuvo en silencio como si no hallara las palabras correctas, luego comenzó a mover sus labios y pasaron segundos hasta que su voz pudiese salir de ellos formulando dos palabras.
- Lo siento - y yo me quedé pasmado. No comprendí si me pedía disculpas por haber tenido un revolcón en mi hotel, si me pedía disculpas por lo incómoda que fue aquella situación, o porque realmente veía el dolor en mi mirada. Fuese como fuese, yo ya lo había perdonado. Pero quería que me lo explicara todo. O mejor aún, quería que me dijera que no había significado nada.

-Eso fue un error y no quiero estar aquí dándote alguna excusa demasiado típica, no estaba ebrio pero si enojado y aún así aquello no lo justifica. Yo, no lo sé... - dijo entonces y yo noté la dificultad con la que salían las palabras de su boca, y sé que estaba arrepentido pero le costaba una vida hablar de sí mismo. Así que decidí que ya había oído suficiente. Lo atraje contra mi cuerpo, lo abracé y volvimos a besarnos. Luego tomó mi rostro y me miró a los ojos, después susurró - Yo siempre te quise a tí.

Aquel día el lienzo siguió vacío, ninguno se atrevió a separarse del otro y permanecimos besandonos el resto de la tarde. Tampoco hablamos de nosotros, de lo que sucedía, de cómo comenzó a suceder y de cómo seguiría. Sólo recuerdo que en algún momento de esa tarde me separé de él para verme en el espejo. Me veía distinto, estaba acalorado y mis mejillas lucían teñidas de un rubor bastante impropio en mí. Para entonces mis labios ya estaban hinchados, rojos y suaves, tan empapados de pasión como lo estaban mis ojos. Brillaban oscuros y vivos. Luego miré el corazón dibujado sobre mi mejilla, era de color azul.

- Mi color preferido - Hyukjae había aparecido por mi espalda y había rodeado mi cuerpo con sus brazos. En ese instante tomé nota de dos cosas, su colo preferido era el azul y el reflejo de ambos era mágico.

-El mío es el rojo - le contesté yo y alcé una mano para tocar su rostro, luego me volteé y descansé escondido contra su cuello. Él olía a vainilla y su piel era tan suave como la de sus manos. No me resistí a dejar sobre ella un pequeño beso que él respondió estrechándome aún más contra su cuerpo.
Estar con él me hacía sentir tan en paz que todo mi cuerpo entraba en un estado de relajación tal que solía sentirme incluso adormilado. Y sus caricias siempre eran perfectas. Aquel día, una de sus manos iban de mi cabello hasta mi espalda delineando con sus dedos mi columna vertebral. Nos resultaba tan fácil estar en silencio que la mayor parte del tiempo no hablábamos, sólo nos limitábamos a estar juntos.

No salimos del cuarto hasta que el sol comenzó a caer tras el horizonte del mar. Habíamos pasado tanto tiempo sumergidos en la habitación luminosa de paredes color coral que el resto del hotel parecía un lugar extraño. Caminamos en silencio por el pasillo aún tomados de la mano, a él lo dejé en su cuarto y yo me dirigí al mío.
Cuando me quité la ropa de otra época me di cuenta que ésta había quedado impregnada del aroma dulce de Hyukjae, luego lo encontré incluso sobre mi piel. Entonces decidí dejar la ducha para la última hora del día y tampoco me atreví a quitar el corazón de mi mejilla.

Habíamos acordado encontrarnos para cenar, o más bien para cocinar la cena, pero en cuanto estuve a solas me descubrí sintiéndome tímido e intimidado por volver a verlo fuera de nuestro de refugio color coral. Y no salí hasta al menos diez minutos después de haberlo oído bajar las escaleras.
Lo encontré sentado en la cocina. Vestía ropa más ligera, una camiseta negra con un escote amplio que dejaba ver su piel suave y lechosa y unos pantalones de mezclilla que llevaban rotos a lo largo de sus piernas. Se veía años más joven de lo que era en realidad. Se veía descaradamente atractivo.

-Aún traes el corazón - me dijo cuando nuestros ojos se encontraron en la cocina. Yo llevé una mano a mi mejilla y acaricié con la yema de mis dedos los trazos ásperos de la pintura, decidí ocultar que lo había dejado ahí a propósito y sólo fingí que había olvidado su existencia.

No recuerdo que comimos aquel día, sólo tengo la nítida imagen de nosotros picando verduras, luego la imagen de los dos totalmente satisfechos y sentados frente a la chimenea mientras yo bebía té y él café porque no toleraba mi herbatica bebida.
Recuerdo pensar en cuánto deseaba volver a besarlo y en lo ridículo y difícil que era estar cerca de él otra vez. No dejaba de buscar alguna excusa para tocarlo, para volver a sus brazos y a sus labios. Y entonces la vi. Tenía una pequeña cicatriz bastante reciente en la palma de su mano, así que yo dejé la taza de té sobre la mesita frente a nosotros y tomé su mano para verla de cerca, aunque sólo quisiera tocar su piel una vez más.

-¿Qué te sucedió? - le pregunté intentando lucir interesado mientras con mi dedo pulgar acariciaba la cicatriz rosada.

-Una herida de guerra - Dijo él en broma - Creo que me la hice en Berlín. Aquí tengo otra - Él había bajado el cuello de su camiseta y me mostró alguna parte de su cuello. Yo fingí no poder ver bien y se me acerqué a él para verlo y tocarlo mejor, entonces aprovechó y pasó su mano por mi cintura, me atrajo a su cuerpo y yo me recosté contra su pecho. Comprendí que ambos estábamos deseando lo mismo, que los dos anhelábamos el contacto del otro.
-Fué un accidente de bicicleta, tengo una cicatriz aún mayor en la pierna - Me explicó pero no se movió un centímetro para enseñarmela aunque fuese, de las tres, la que mayor interés debería producir. Yo, por mi parte, estaba agradecido de que no lo hiciera, quería quedarme contra su cuerpo, acurrucado entre sus brazos.

-¿Eres de los apasionados a ponerse en peligro por un instante de adrenalina? - pregunté riendo y rodeé su torso entre mis brazos. Estaba bromeando, pero lo cierto era que imaginarlo en peligro provocaba en mí alguna angustia intensa.

-Algo así- me contestó él y se encogió de hombros- ¿Y tú eres de los apasionados a estar siempre en casa sano y salvo?

Yo reí porque había dado en el clavo.
-Bingo - le contesté - Jamás podría llevarte el ritmo - agregué y entonces una especie de bomba, una mina de mi propio campo minado, explotó.

Hyukjae era un viajero, se iría algún día, se iría en tres meses.

- Algún día haremos algo divertido y arriesgado y sé que acabarás adicto a la adrenalina - lo oí decir, pero mi mente se quedó perdida en aquel Algún día. Sonaba tan lejano, tanto que me costaba pensar en ponerle un límite de tres meses, incluso menos. Luego me pregunté si acaso tenía conquistas en cada sitio al que viajaba, algún muchacho al que pintaba, si acaso yo era parte del tour. Pero, por el contrario, le pregunté:

-¿Nunca vuelves a casa? - Él ya me lo había dicho, pero quería saber más. Quería saber si en alguna parte del mundo tenía una familia, si había un sitio al que él llamara hogar, incluso quería saber qué hacía para vivir, cómo lograba viajar por todo el mundo, quería saber si algún día se detendría... o en especial, quería saber si se quedaría conmigo.

-Supongo que te refieres al sitio donde me crié - me dijo él y su mirada quedó perdida en un sentimiento de añoranza - Volví dos veces, pero no lo haría otra vez - ¿Conflictos familiares? ¿Vivía acaso una eterna rebeldía? ¿Su hogar albergaba espantosos recuerdos, quizás una muerte de un familiar? No podía siquiera imaginarlo.

-¿Y no piensas detenerte nunca? - Él me miró con intensidad.

-¿Tú abandonarías todo para vivir un mes en cada ciudad del mundo? - Entonces yo también lo miré del mismo modo.

El hotel era mi vida, mi familia y Kyuhyun también lo eran. Abandonarlo todo nunca hubiese podido estar dentro de mis planos. Me sentía como un árbol aferrado a sus raíces. Además, abandonar el hotel era abandonar a papá, lo último que me quedaba de él. Y sin embargo abrí mis labios y respondí:

-No lo sé.

Y él me contestó : -Entonces yo tampoco lo sé.   

Un 28 de febrero, aquí o allá.Where stories live. Discover now