Capítulo 9

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Los días y finalmente las semanas comenzaron a correr y Hyukjae y yo parecíamos estar cada instante más enviciados con el otro. Nos descubrimos despertando más temprano y durmiendo más tarde sólo para permanecer más tiempo juntos. Estar con él seguía siendo un sueño y su compañía seguía llevándome a experimentar aquella calma que me dejaba varado en un limbo para dos. Por otra parte, el resto del mundo parecía comenzar a alinearse a nuestro alrededor.
Heechul había ido un día al hotel, pero Hyukjae sólo lo recibió un instante en el vestíbulo, supe luego que le había dado uno de los dos retratos que había pintado de él, el último jamás lo había terminado. Y esa fue su última visita, sólo volvimos a verlo en escasas ocasiones cuando Hyukjae y yo visitabamos el pueblo, pero ellos sólo se saludaban fríos y distantes.Desconocía si Heechul sabía lo que había entre nosotros, tanto por si Hyukjae se lo había contado o porque veía la pasión arder en el oscuro de nuestra mirada cuando estábamos juntos. De cualquier modo, no me importaba. Heechul había pasado de ser un espectro maligno en mi cabeza a un simple recuerdo vago y ajeno a mí, a Hyukjae y a aquel Nosotros que había entre los dos.
En algún punto mi mundo se había quedado estático frente al chico de cabello castaño y labios rojos que me sonreía cada mañana y me besaba en cada atardecer. En semanas habíamos descubierto juntos sitios en mi hermoso pueblo costero que incluso los antiguos habitantes desconocían. Nos aventurabámos con frecuencia a los confines de la playa y veíamos cada tormenta desde la ventana de la sala, sentados sobre una manta y envueltos en los brazos del otro. Había aprendido a amar lo desconocido tanto como él y comprendía ahora su curiosidad por el resto del mundo. Incluso, en la soledad de mi cuarto, cuando el sol caía y sólo la luna me iluminaba desde mi ventana, solía cerrar los ojos y soñarme corriendo tras sus pasos. A veces eran desiertos, bosques, selvas o praderas cubiertas en nieve; solía soñarme lejos de aquí, recorriendo el mundo tomado de su mano. Pero en cada ocasión me despertaba sintiéndome abrumado y confundido, a tal punto que, en algún momento, había decidido dejar el tema a un costado tantas veces que, cada vez que sucedía, la simple idea acababa confinada a un espacio de mi mente intelectualmente desierto. Sin importar que, al final de día, Hyukjae era como un pájaro preparando sus alas, a punto de migrara hacia algún lugar del mundo, el horizonte siempre parecía esperarlo; yo, por el contrario, era como un sauce aferrado a sus raíces, contemplando el bello pájaro posado entre mis ramas, resignado a saber que jamás anidaría en mí.

La pintura que comenzamos el día de nuestro primer beso, demoró semanas en estar lista. Pues nuestro pequeño paraíso de cuatro paredes y papel tapiz color coral parecía infringir sobre nosotros un efecto frenético y abrumador. Cada pincelada era interrumpida por besos, abrazos o palabras dulces que salían de mis labios o de los suyos. Y luego de aquello seguía un largo momento en el que ninguno se atrevía a escapar de los brazos del otro, quedando confinados en silencios eternos en los cuales sólo nuestras almas se susurraban promesas cósmicas jurando reencontrarse siempre fieles a la otra en quién sabe cuántas vidas y en quién sabe cuántos mundos. Para entonces, ya lo amaba frenéticamente.
Desconocía cuándo había comenzado a amarlo, pues el amor que sentía por él a veces parecía tener origen en nuestro primer beso, en la noche de la tormenta, cuando correteamos por la arena y el mar helado o incluso en aquel mágico 28 de febrero. Amarlo era tan fácil que sé que pude haberlo hecho en cuanto lo vi cruzar el umbral de la puerta y oí salir la primer palabra de su boca. Amarlo era tan bello que podía seguir haciéndolo el resto de mi vida. Amaba todo de él. Amaba su curiosidad, su coraje, la manera en la que hacía de las catástrofes simples tormentas pasajeras. Amaba lo que decía, sus silencios, sus risas. Amaba sus secretos, aquellos que callaba y los que me contaba en madrugadas de lluvia. Amaba con locura su alma de niño, la pasión con la que me besaba, la intensidad con la que sus brazos me rodeaban y la dulzura con la que susurraba mi nombre contra mis labios. Amaba cada parte de su ser, con cada parte del mío. Y lo amaba más conforme él me dejaba seguir el rastro de migajas hasta lo más profundo de su alma.
Con el tiempo él comenzó a hablarme de sus viajes, me contaba anécdotas y yo tomaba nota de todo lo que podía. Supe entonces que adoraba el bosque, el frío y el viento. Supe que amaba el silencio tanto como a la música, y que con cualquier ritmo movido él bailaba hecho una mezcla demencial de pasos descoordinados y divertidos.
Él era extraño, porque de pronto era un ser envuelto en paz y luego un torbellino de entusiasmo y energías. A veces yo me quedaba viéndolo, con una sonrisa suave en mis labios, intentando comprender qué clase de criatura hermosa era la que tenía delante. Lo cierto es que nunca lo comprendí hasta que me resigné a entender que era un ser único en la tierra, comprendiendo a su vez el porqué de la necesidad que había encaprichado al mundo haciéndolo desear tenerlo en cada rincón de sus vastos paisajes, entonces me sentí egoísta por haberlo querido sólo para mí. Sin embargo, lo deseaba tanto que, pese a cualquier capricho del mundo, lo quería siempre preso de mis brazos.

Era una tarde extrañamente cálida, recuerdo. La pintura finalmente estaba lista y yo estaba ansioso de verla. Las últimas pinceladas las había hecho Hyukjae encerrado de madrugada con el simple recuerdo de mi figura, y yo comenzaba a pensar que tenerme posando era una excusa para observarme.
Tengo el recuerdo nítido de su voz llamándome escaleras arriba. Él estaba en su cuarto y finalmente me dejaría ver su arte. Yo subí despacio porque la ansiedad y los nervios de verme plasmado en lienzo y pintura, tenían a mis músculos rígidos y temblorosos. Hyukjae me recibió como un escolta en el último escalón y yo reí cuando él cubrió mis ojos con sus dos manos y caminamos a tropezones dentro de su cuarto. En algún momento habíamos fantaseado con que la pintura se quedara en nuestro paraiso color coral, pero luego Hyukjae dijo que quería verme siempre antes de dormir y yo no pude evitar pensar en cuánto deseaba lo mismo que él, pero yo no lo quería en una pintura, lo quería de carne hueso, a mi lado, bajo mis sábanas.
Cuando finalmente entramos en su cuarto, él me dejó de pie frente a la cómoda que había junto al espejo.

-¿Estás listo? - me preguntó con la voz desbordando de energía y ansiedad.

-Muero por verlo- le contestó yo sintiendo mi cuerpo envuelto en nervios.
Entonces él destapó mis ojos y delante de mí me ví a mi mismo luciendo como una criatura sobrenatural, hermosa, deseable y mágica. Aquel ser era idéntico a mí y aún así apenas si podía reconocerme en él, entonces me pregunté si acaso Hyukjae me veía de ese modo. Fuese como fuese, me volteé conmovido por su arte, su talento y la admiración que provocaba en mí, para atraparlo entre mis brazos y besarlo con fuerza y necesidad.

-Amo lo que eres capáz de hacer con esas hermosas manos- Le dije intentando no decir que, en realidad, lo amaba a él completamente.

-¿Entonces te gustó? - me preguntó con una sonrisa, con los ojos chispeantes y las mejillas encendidas.

-Me encantó. Has hecho arte conmigo - le dije y volví a besarlo.

- Entonces ahora déjame hacer arte sobre tí.
Yo recuerdo haber reído, seguro de que sus palabras no eran más que parte de uno de los tantos versos que salían de sus labios, pero él me miró de inmediato de aquel modo que me hizo saber que era completamente literal.
Mucho antes de que siquiera me atreviera a decir algo, ya me hallaba totalmente a su merced. Estaba sin camisa, tumbado sobre su cama, sintiendo mi corazón latir desesperadamente dentro de mi pecho. El cuarto entero se había impregnado de un aroma dulzón que venía de las pinturas que Hyukjae mezclaba sobre una paleta vieja. Iba a pintar sobre mí, sobre mi pecho ardiente. Y yo no supe si fue la desnudez de mi piel o su cuerpo junto a mí sobre la cama lo que provocó la nube de intimidad que acabó por rodearnos a amabos.
El aire de pronto se tornó caliente y ninguno parecía capaz de decir nada, luego Hyukjae tapó el silencio con música. Comenzó a sonar un popurrí de bandas y solistas que él había cosechado entre sus viajes, la primer canción era de una banda que había conocido en Estados Unidos, creo que su nombre era Never shout never.

La voz joven del cantante cantó su primer verso en el mismo instante en el que Hyukjae daba su primer pincelada sobre mí. Él estaba tumbado a mi lado, sostenido por su codo y el antebrazo mientras su mano, la que sostenía el pincel, dibujaba figuras en el aire y en mi piel. El pincel era tan suave que me provocaba cosquillas, pero yo estaba tan concentrado en imaginar los trazos sobre mi cuerpo que no hallaba espacio para las risas. Sólo la mirada de Hyukjae me desconcentra cuando sus ojos estaban sobre mi rostro.

- No me veas - Le había dicho avergonzado por lo íntima que me resultaba la situación, no podía además soportar su mirada ardiente sobre mis ojos.

- Eres arte ahora - Me contestó él y desvió su mirada hacia mi abdomen donde su pincel trazaba una línea recta que, según mi imaginación, terminaba por darle forma a la mano que había dibujado sobre mi piel. Luego volvió a mirarme, intenso y sensual - no puedo hacer más que apreciarte.
Y yo contesté respirando profundamente y mordiendo mi labio, intentando contener aquel Te amo desesperado por salir de mi boca y llegar a sus oídos. Cuando me sentí seguro de poder hablar sin desbordar mi alma entre palabras liberé mis labios de la prisión que mis dientes habían formado para mi seguridad emocional.

-Tú haces arte conmigo - Le dije y él sonrió - pero no hablo de pinturas, ni de lienzos ni pinceles -Entonces sus ojos me miraron con intensidad - Hablo de lo que me haces sentir... haces arte conmigo, con mi alma, con lo que sea que esté dentro de ella.
Él se quedó en silencio y sin una sola palabra de por medio, me besó. Sus labios atraparon los míos tan sedientos como yo recibí los suyos. Hyukjae tenía un modo tan único de besar... su boca se posaba sobre la mía y me acariciaba lenta y suavemente hasta que acababa devorandome y haciéndome sentir aturdido y tan vulnerable que no podía hacer más que dejarme perder entre sus brazos. Y, en algún momento de todo aquello, él dejó caer su pincel junto a mi cadera y su mano, suave y cálida, se posó en mi abdomen y se arrastró hasta mi pecho. Entonces lo comprendí, el dibujo en mi piel era su mano acariciándome, el arte era su deseo por mí.

-Te necesito, Hyukjae -había susurrado totalmente involuntario a mis palabras.
Mi descubrimiento me había golpeado de tal modo que había sacudido mi propio deseo por él. Aquel que hacía arder mi sangre y aceleraba mi corazón.

- Y yo te necesito a tí- me contestó él seperandose de mí lo suficiente para poder verme a los ojos. Su mirada estaba impregnada de la misma necesidad que sus labios profesaban. Él me miró unos segundos y yo supe que estaba intentando ver más allá de mí, leer mi cuerpo, mi mente y mi deseo por él. Luego se mordió su propio labio y se irguió, segundos después su pecho estaba tan desnudo con el mio; y yo sentía como todo mi deseo, mi sed por él, se concentraba en un sólo punto de mi cuerpo.
No fue hasta que Hyukjae estaba sobre mí, entre mis piernas y besándome de nuevo que me sentí completo una vez más. Él era todo lo que quería, y lo necesitaba en todas las formas existentes.

Recuerdo que en ese mismo instante comencé a oír una canción, la conocía y la recordaba de memoria. Kt Tunstall comenzó a cantar Other Side of the world y yo me dejé ir como una balsa al deriva entre su voz, sus versos y Hyukjae deshaciéndome entre caricias, beso y palabras dulces que encendían mi piel y cada uno de mis sentidos.
Mi cuerpo no podía evitar reaccionar a su tacto, sentía como calor irradiaba desde el punto donde sus labios se unían a mi cuerpo, él me besaba el cuello y yo gemía. Luego Kt Tunstall cantó: Tú eres el otro lado del mundo para mí...
Y, el miedo a perderlo en el horizonte incierto al que su alma desarraigada de todo podía llevarlo, hizo a que me aferrara a él, a su cabello y buscara desesperadamente sus labios. Lo besé y lo hice con tanta necesidad y miedo que recuerdo haber mordido su labios y oirlo gemir en respuesta. Por alguna razón sé que él sabía lo que pensaba, sabía de mi miedo a perderlo, quizás porque el lo temía también. Entonces, como si la cantante también lo supiera, la música dejó ir versos que decían:
¿Puedes ayudarme?

¿Puedes dejarme ir?

¿Puedes seguir amándome cuando no me veas nunca más?Y en ese instante, como si la estrofa hubiese salido de los labios de Hyukjae, él susurró contra míos: - Yo te amo, Donghae.Y yo le respondí.-Yo te amo, Hyukjae. Y Kt Tunstall cantó una vez más el estribillo, pero esa vez yo escuché:  Tú estás al otro lado del mundo para mí... 

Un 28 de febrero, aquí o allá.Where stories live. Discover now