Número Diez

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Número diez fue la clase de chico que hacía mis manos sudar. Tenía lunares por toda la cara y un acento español que mojaba las bragas de todas.

Nunca sabía que texto me iba a enviar, pero cada que aparecía escribiendo el corazón me palpitaba fuerte.

Con número diez peleé la mitad de veces que con número ocho, y aún así fueron bastantes. No peleábamos por cosas estúpidas o al menos eso pensaba yo. Él terminaba dándome la razón y eso me ponía aún más furiosa.

Número diez no se daba cuenta que yo me daba cuenta que él no me quería de verdad.

Teníamos vacaciones programadas para el verano, hasta que número diez me dejó plantada en el aeropuerto. Y pobre de él porque ahí fue donde todo comenzó a tener un poco de sentido.

Toda la vida me la había pasado necesitando de alguien que me dijera lo bonita que soy o que me diera besos en los labios o que me tomara de la mano o que hiciera lo que sea para hacerme sentir especial; yo nunca entendí que también podía darme el lujo de sentir todo eso sin tener a alguien junto a mí.

Nadie me enseñó de amor propio, pero tomé el boleto de avión hacia Francia y dejé que número diez se pudriera en el infierno.

Olvidé el dolor que, desde número uno hasta número diez, me causaron.

Cuando logré olvidar todo de una vez, entendí que yo seguiría siendo arte aunque ellos dejaran de admirarme.

Algunos.Where stories live. Discover now