Capítulo 6: Una última oportunidad

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Casi tres años habían pasado ya. Y, todavía, me seguía sin acostumbrar a todo el tema de las no sé cuántas violaciones diarias. Itachi estaba especialmente viciado a mi cuerpo: aprovechaba que tenía toda la noche por delante para violarme por unas tres o cuatro horas más o menos. Por supuesto, cada uno seguía con sus manías. 

- ¿Os dais cuenta de que han pasado ya casi tres años desde que esta pequeña está con nosotros?-dijo un día Hidan, arrastrándome por un brazo y arrojándome en medio de la alfombra del salón. No dije nada.

- ¿Y qué?- dijo Madara sin ningún atisbo de sorpresa.

- Pues que no sabemos aún cómo es en la batalla. En la cama yo le doy un 150%. 

- Sois asquerosos, ¿lo sabíais, maltratadores?- bufó Konan, ayudándome a poner en pie y quedándose a mi lado.

- Odio decir esto, pero Hidan tiene razón- apoyó Kakuzu, levantándose del sofá y dejando de contar su dinero-. Aparte de ser sumisa como ella sola, puede servirnos en un ataque. Un refuerzo.

- No lo haré- interrumpí, con voz grave. Todos callaron al escucharme, por primera vez en este largo tiempo, negándome rotundamente a algo-. No os ayudaré. Ya hago demasiado dejando que os aprovechéis de mí. No pienso ayudaros a hacer daño a gente inocente. 

- A ti ya no te queda nada de inocente, preciosa- comentó Itachi. Fruncí el ceño. Me estaba enfadando en serio.

- Porque me lo habéis drenado todo. 

- Insolente...- masculló Sasori.

- Haced una cosa, porque esto son asuntos vuestros y no míos- sentenció Pain-. Id al bosque, a un claro, y uno a uno probad sus habilidades de batalla. Si logra venceros a todos, será libre. Si pierde contra uno solo, regresa. 

- Acepto- dijimos todos a la vez.

- Iré yo también para asegurarme de que no hacen alguna estupidez- suspiró Konan. Yo seguía enfurruñada. 

**************

- Recuerda lo que dijo Pain, preciosa- dijo Hidan justo antes de empezar a luchar. Konan me había vuelto a dar una de sus mudas de ropa y ya estábamos divididos en el claro: todos los chicos apartados a un lado, junto con Konan, e Hidan y yo el uno frente al otro, uno en cada extremo del claro-. Si uno solo te vence, regresarás. 

- Soy una jugadora limpia, no hace falta que me lo digas dos veces- dije, seca, antes de empezar a correr hacia Hidan.

Resumiendo, estuve más o menos diez minutos contra cada uno, venciéndolos sin mucho esfuerzo. Yo tenía un punto a mi favor: tal era la lujuria y la furia por poseerme que no pensaban con claridad. Eso jugaba en su contra. 

El último fue Itachi, curiosamente al que más rápido vencí. Todos los demás estaban que echaban humo, reposando apartados de nosotros. 

- Adiós- sonreí malvada, feliz por haber ganado limpiamente la batalla. Bueno laS batallaS. Miré a Konan y le dediqué la primera sonrisa en mucho tiempo-. Gracias por ayudarme estos últimos tres años.

Pero no pude ni girarme para huir de ellos: la guadaña de Hidan salió volando hacia mí... y se hundió en mi vientre, tirándome al suelo. Konan quiso correr en mi ayuda, pero Itachi no la dejó. Los demás se la llevaron de vuelta a la guarida, dando gritos y golpes y sin parar de llamarme. 

Me arranqué la guadaña de tres hojas rojas del vientre y tosí, escupiendo sangre sobre la hierba verde. Itachi se acercó a mí: él había sido el que me había lanzado la guadaña.

- Eres un bastardo... No sabes perder...- gruñí entre dientes, con la voz cascada por el dolor. 

Itachi se limitó a mirarme medio encorvado, con los ojos brillantes de furia.

- Si querías ser libre, aquí tienes tu libertad.

Imitó mi rostro y dijo "Adiós" en el mismo tono que yo lo había dicho antes. 

Una vez lo perdí de vista, emití un rugido apagado lo suficientemente audible como para pedir auxilio. Me obligué a mí misma a resistir, a pesar de estar empezando a marearme por la pérdida de sangre. Tenía que esperar a que me llegara la ayuda.

Por fin, vi una tigresa que yo conocía desde joven acercándose a mí, gimiendo histérica al verme en tal estado. La miré a los ojos, y ella se tumbó a mi lado, esperando pacientemente a que me agarrara bien a su lomo y luego a su pelaje para no caerme. Una vez dejé caer mi cabeza sobre su cuello, empezando a perder la conciencia, le susurré una cosa a mi amiga.

- Konoha, pequeña. Konoha...

Y me desmayé en el lomo de la tigresa. 

(En la foto, la guadaña de tres hojas rojas de Hidan)

Soy la esclava de los AkatsukiWhere stories live. Discover now