Capitulo 12

4.3K 486 39
                                    

—¿Y tu Christian? —pregunto riendo junto a Alexander.

—¿Qué? —pregunta con sequedad.

—¿Estás enojado? —pregunto haciendo un amago de puchero y veo como su expresión se suaviza, pero sigue inexpresivo.

—No, porque debería estarlo —responde fulminando a Alexander con la mirada. Trago fuerte.

—¿Quieres ir a bailar conmigo? —Sonrió viendo como Kate y Elliot parecen dos rombos en la pista de baile. Me giro a él a ver que no me responde, pero me impresiono cuando lo encuentro a mi lado alzando su mano que tomo con una sonrisa.

Sin decir nada caminamos hasta la pista de baile dejando a Alexander solo en la barra mientras los cuerpos sudorosos a nuestro alrededor cambian de pasos cuando la música termina y comienza una más lenta. Mis mejillas comienzan a quemar y agradezco que no se note bajo las luces de colores.

—¿Me parece a mí o estas celoso? —me atrevo a preguntar sin poder ocultar mi emoción mientras rodeó su cuello con mis manos sintiendo su pecho contra el mío.

—No, claro que no —responde sin titubear rodeando mi cintura con sus brazos.

—Eso pensé... —musitó cerca de su oído sintiendo como su mandíbula se tensa a escasos centímetros de mí.

—No quiero que estés cerca de él Anastasia, él quiere meterse bajo tus bragas y yo no lo voy a permitir —dictamina sorprendiéndome, pero vuelvo a sonreír probablemente cabreándolo más.

—Christian, él es gay...

—Ana...

—Christian, él es gay... —lo interrumpo y veo como me pone mala cara—. Okey, solo me aseguraba que me hubieras escuchado. —Sonrió inocentemente.

—¿Qué dices Ana?, claro que no lo es, intentar meter eso en mi mente no me hará estar...

—Christian... —lo interrumpo con una sonrisa burlona— mira a la derecha al final del club y dime si es o no gay. —Pone los ojos en blanco, pero me obedece y lo hace. Muerdo mi labio inferior cuando su boca se entre abre y se vuelve a mi incrédulo, pero su expresión rápidamente cambia a una de determinación y algo más... algo más oscuro.

Dejamos de bailar por iniciativa de él y rápidamente sus manos me sueltan, pero tomándome de sorpresa toma mi mano con delicadeza y me guía hasta uno de los extremos del club pasando por todos los cuerpos sudorosos de la gente permitiéndome casi ver nada; de un momento a otro siento como me jala hacia él posicionando su mano en mi espalda y nos acerca a una esquina oscura y de la nada aparece una puerta: «NO ENTRAR, PROHIBIDA LA ENTRADA, SOLO PERSONAL AUTORIZADO»

Santa Mierda...

—Christian... —jadeo cuando nos mete sin mucha ceremonia en el pequeño armario quedando casi nulo el espacio entre nosotros, mi respiración se comienza a acelerar a medida que mis mejillas se tiñen de rosa.

Susurros de Amor... y del corazón Where stories live. Discover now