Capitulo 37

3.9K 536 31
                                    

—¿Qué ocurre? —pregunta ceñudo. Le miro de soslayo y niego deprimida.

—Nada... —murmuro sin poder reprimir el tono de tristeza de mis palabras.

—Ana...

—Christian basta, simplemente basta. No quiero hablar —refunfuño entre dientes alisando la falda de mi vestido. No me gusta sentirme así; dolida y decepcionada.

Mia me mira desde otro extremo de la mesa y me dispara una mirada que claramente dice:

«¿Ayuda?»

Niego casi imperceptiblemente e intento sonreír, pero esta sale más bien como una mueca.

—¿Estás bien, cariño? Te veo descompuesta —pregunta Grace a mi lado despejando de mi cara un pequeño mechón.

Elena se gira en mi dirección al escucharla y puedo ver el desprecio y la intensidad de su mirada, asqueándome.

—Sí, sólo me cayó mal uno de los chocolates que me regaló. Ya sabe, de glotona me excedí, estaban exquisitos. —Sonrio con cariño y ella me corresponde, pero noto un poco de una desaprobación divertida en sus ojos.

—Me alegra que te hayan gustado, te los envié con todo mi cariño. —Sonríe—. Recuerda tutearme, me haces sentir mucho más vieja de lo que ya soy —dice con dulzura. Siento como un nudo se me forma en la boca del estómago; a duras penas asiento.

—Usted no es vieja; prometo tutuarle... —murmuró como puedo intentando contener las lágrimas.

Ella junto a su familia son los únicos que me han aceptado en su familia como si fuera una hija más, y el cariño que me demuestran me sobrecoge de sobre manera.

—¿Todo bien, Christian? —pregunta Elena mirando fijamente a Christian quien alza la vista y la mira impasible. Tenso la mandíbula y sintiendo como un oculto valor comienza a invadirme por lo que me levanto de la silla sin siquiera mirar a Christian.

—Permiso, vuelvo altiro... —Me disculpo y todos asienten con una sonrisa a excepción de Mia, quien fulmina con la mirada a aquella mujer que parece no afectarle en absoluto su desprecio, y Christian que parece perdido en sus pensamientos pero sus ojos se centran y se fijan en mí.

Comienzo a caminar hasta los tocadores alejándome de toda la fiesta, pero sin girarme sé que él está detrás de mí; siguiéndome.

Me desvió hasta el interior de la casa y subo las escaleras hasta llegar al tercer piso en donde entrando a su antiguo cuarto dejó la puerta abierta hasta que entra y me mira de una manera que no logró descifrar.

Me siento en la cama quitándome los zapatos y cubriendo mi rostro con ambas manos apoyo los codos en mis rodillas con fuerza.

—Ana... —Siento como se arrodilla frente de mí y me toca con tanta delicadeza que desata una infinidad de lágrimas que no soy capaz de seguir conteniendo, alarmándolo—. Por favor, dime que ocurre —suplica angustiado.

—No lo soporto, en verdad que no... —Sollozo. Siento como toma mis manos y las quita dejando a la vista mi rostro lleno de lágrimas. Bajo la mirada avergonzada, pero me obliga a mirarlo y con suavidad intenta limpiar mis lágrimas.

—¿Soportar qué?

—A esa mujer —Le interrumpo— y lo que más no soporto es saber que aún tiene algo que ver contigo, Christian; y te aseguro que no son celos, sino dolor y decepción —sollozo—. Decepción al saber que aun sabiendo que ella es una pedofilia y que te quiere corromper, tú me permitas que se te acerqué y no hagas nada al respecto, sólo callarte.

»Me he callado todo este tiempo esperando que me dijeras algo hasta el día de hoy, pero tú solo has guardado silencio y actuado extraño...
»Simplemente no puedo ayudarte si tú no tienes confianza en mí y eso es lo que más me duele aparte del hecho que ella está logrando su propósito principal; cambiarte y controlarte. —Intenta tocarme, pero me apartó y se que ese gesto le a dolido más que nada—. Porque... —titubeo— porque desde que ella te llamo, estas cambiando poco a poco y convirtiéndote en lo que tanto te negaste a ser hasta ese día.

—Ana, yo... —tartamudea intentando hablar, pero finalmente se calla durante minutos dejándolo todo claro.

Sintiendo como si me hubieran dado contra una puerta me limpio las mejillas y me voy de la habitación con la tortuosa imagen de Christian en el suelo y una lágrima atravesando su mejilla.

Susurros de Amor... y del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora