Capítulo IV. El Paso de Taor

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El Flujo siempre sabe el camino que debes seguir.

Proverbio xeldarh


La corriente nos absorbe, juega por momentos con nosotros y nos envía a donde su voluntad le dicta, que viene a ser directo hacia el Paso de Taor del Sur. Esto resulta un infortunio, no solo porque por aquellas latitudes la corriente es más rápida, sino que por algún motivo desconocido, tenemos la sensación de caer, lo cual es algo estúpido porque flotamos en un fluido que nos impide distinguir qué está arriba y qué abajo.

De esta forma, sin tener más conocimiento de nuestra trayectoria que el lugar a donde se supondría iríamos a parar, la corriente mayor nos va impulsando y damos tumbos por un momento breve y perturbador. La principal preocupación que todos manifestábamos era la de evitar que nuestro paquete se nos fuera de las manos, pero en secreto, nos preocupa más ir a parar a un sitio más lejano del esperado. Queremos cumplir con la mayor rapidez esta misión, y terminar en un sitio cercano para entregar el código o perderlo involuntariamente son dos formas rápidas de acabar con este asunto.

– ¡Sujétense! –grita Neut, y su grito es arrastrado al igual que nosotros–. ¡Lo peor está por venir!

– ¡Lo peor siempre está por venir! –grita Linn a su vez.

Las corrientes nos dirigen tomando decisiones impersonales a través de una red de túneles, cada uno más estrecho que el anterior, reduciendo en proporción nuestra velocidad a costa de golpes y rebotes hasta que llegamos a un pasaje donde por fin nos detenemos.

La sensación de inmovilidad y silencio es relajante. Nos desatamos y nos damos la oportunidad de disfrutarla por un breve instante. Luego de estar en manos del destino debemos tomarlo ahora en nuestras manos.

– ¡Perfecto! –exclama Linn.

– ¿Cómo puedes llamar perfecto a esto? –le reclamo.

– Si estamos vivos e ilesos –responde–, entonces es perfecto.

Sonrío porque tengo que aceptar la verdad en su optimismo práctico.

Mientras Neut se entrega a la tarea de recoger la soga, los demás preparamos un reconocimiento del lugar para tener idea del sitio a donde hemos ido a parar; además, es importante verificar el estado de nuestro paquete, pues el código del ADN contiene información frágil y se debe mantener en un estado de conservación casi perfecto. Linn se encarga de esta revisión.

– Todo bien –exclama Linn–. O bien hasta dónde puedo comprenderlo.

Eso nos tranquiliza. Con todo en aparente orden acordamos tomar turnos para transportar nuestra carga; quien se designe como portador ocupará el sitio central de la formación, así podría dedicarse en primera instancia a cuidar el paquete y solo en caso de riesgo inminente se uniría a potenciales peleas. El primer turno es para mí, así que introduzco el contenedor en mi mochila y así lo cargo en la espalda.

Iniciamos, o mejor dicho reiniciamos la marcha. Poco después, al dar vuelta a un recodo encontramos a un grupo de korpers tratando de huir despavoridos hacia nosotros, señal indiscutible de que había problemas justo en la dirección contraria. Las señales químicas que arrastraban con el flujo nos dieron una razón para comprender su pavor: escapaban de los gerlar, una cepa especial de infectores alquimistas que atacan mediante líquidos y gases venenosos. Estas toxinas son causantes de contracciones que tensan como un arco los músculos de sus víctimas, deformando el cuerpo hasta el punto de romper los huesos. Si existen maneras insólitas y horribles de matar, ésta es una de las más aterradoras.

La Guerra Sin FinWhere stories live. Discover now