DOLOR IV

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-Hey, Akutagawa, ¿Crees que los miembros de la mafia estamos condenados a no amar?

Sus tragos se habían terminado, el día amenazaba ya con liberar sus rayos y un nuevo mañana se presentaba. Uno que ninguno parecía desear, pero que tenían que vivir por las personas que más apreciaban.

-Aunque no sería lo correcto decir eso, cambiaré mis palabras: ¿Crees que los miembro de la mafia estamos condenados a no ser correspondidos?

Ambos se regresaban y se dirigían a la casa del más alcohólico, ya que no podría mantenerse en pie más tiempo como él quería. Así como lo parecía, Chuya estaba ya más que tomado y jugaba con los charcos de la lluvia pasada, mientras seguían su recorrido y hablaban.

-Dazai-san...

-Oh, él no cuenta, ya que no pertenece actualmente a la Mafia. Aunque cuando todavía estaba, perdió a Oda.

"Oda y ahora el hombre tigre. Tal vez en verdad, desde un principio, nunca hubo espacio para mí", razonó después de decirlo.

En un silencio no incómodo, sino calmo como un solitario paisaje de invierno, el receptor pensaba sobre lo que su acompañante había mencionado.

-Ahora que lo mencionas, tal vez sea cierto.

La amarga sonrisa de Chuya le ocasionó dolor, porque sabía que si bien no era necesariamente cierto, tal vez para ellos la situación si se amoldaba.

-¿Quieres venir a mi casa?- preguntó en tono casual, pero burlón, el de ojos azules- tengo más licor.

No se oyó ninguna contestación, ya que parecía ser una pésima broma.

-Si me vas a rechazar, al menos respóndeme.

-¿Para qué quisieses pasar más tiempo conmigo? Pensé que ya en las noches, cuando bebemos, era suficiente molestia.

Su hueca risa le respondió.

-¿No te has puesto a pensar, si es que nos podemos ayudar el uno al otro a olvidar?

Si lo había hecho, pero no quería responder.

-¿Y bien?

-Eso no sería olvidar, solo sufrir más.

-¿Y eso no es lo que en el fondo deseas? Sufrir hasta el punto de olvidar, odiarte por las estúpidas cosas que hiciste por él, para desahogar el interminable sentimiento del rechazo, y luego volver a hacerlo repitiendo ese ciclo aparentemente interminable que ¿Alguna vez se terminará?... Prefiero sentir el dolor físico antes que el emocional. Yo ya estoy cansado de amarlo,- mencionó con sufrimiento.

Su sonrisa.

-Yo...

Lo que nunca sería de él.

-Me duele.

Dazai-san...

-Mucho.

Nakajima-kun...

No. Solo Atsushi para él.

-Y yo también quiero "olvidar"...

No dijeron nada más, solo se sujetaron de las manos fuertemente y apresuraron el paso.

Si Chuya tenía razón, tal vez él...




Cuando llegaron, el anfitrión sirvió un trago que, sea el que sea, no llegaron a beber. Ambos se desnudaron, mostrándose tan expuestos como se sentían. Su sombrero, su gabardina... tirados Dios sabe dónde, abandonados como ellos. Se quedaron allí, unos pocos minutos de pie, mirándose antes de cambiar la dirección de su mirada; nunca habían llegado tan lejos con otra persona y sabían que la decisión de hacerlo o no, sería decisiva.

-Ven- susurró el de cabello azabache, armándose de valor. Era ahora o nunca.

Posiblemente, impulsó la decisión del otro, antes que pudiese retractarse.

Con un pequeño bochorno en las mejillas, mas que todo por no saber qué hacer, se fue acomodando en la cama junto con el otro. Antes que pudiese comentar mordazmente algo, atrapó sus labios en un tímido pero necesitado, beso.

La sorpresa en el rostro de Chuya era palpable, pero decidió dejarse llevar y, así como el otro, cerrar los ojos. Lentamente, acarició su parte íntima, recordando vagamente lo que Dazai a veces hacía. Los jadeos amortiguados del otro parecieron satisfacerle e indicarle que estaba por buen camino; cuando sintió el delicado roce en su miembro, no pudo contenerse más al desear explorar más y empezó a bajar la dirección de sus besos por su pálido cuello. Una fina capa de sudor empezaba a perlar sus pieles y, de pronto, el nivel y rapidez empezó a acelerarse.

-Espera,- intentó jadear el de menor tamaño,- no quiero que sea como la vez con él. Yo esta vez no quiero...- No pudo continuar, y su sonrojo aumentó, haciendo al otro reaccionar de la misma forma.

-¿Ryunosuke?- susurró por primera vez su nombre, sintiéndose muy extrañado.

-Necesitamos cambiar, ambos. Nosotros... yo... yo seré el de abajo.- Decir que estaba sonrojado era un eufemismo, lo que causó que, después de tiempo, una sonrisa arrogante se formara en los labios del de cabello más claro.

Parecía volver a ser quien en un pasado fue.

A diferencia que, con su primer amante, esa vez se sintió poderoso y ya no un perro rogando por miserias de amor. El otro mafioso se sentía condenadamente extraño, pero quería intentar, por necesidad y curiosidad, algo nuevo; si sus caderas eran el precio...

Rio, por la ironía. Se suponía que querían dolor.

-¿Es que acaso te has vuelto tímido de repente? ¿O ya no quieres hacer nada? Tal vez deba cambiar de opinión...- comenzó, intentando cambiar el ambiente.

-¡Cállate, idiota!- sonrió maliciosamente, y, mordisqueando su cuello, susurró- ya verás las consecuencias de haberme provocado.

Y sí que las padeció, no solo al día siguiente, sino mucho después también.

Pero volviendo al presente...

Lo que sucedió después fue demasiado impreciso para describirlo.

La timidez y caricias iniciales quedaron atrás, y los rasguños, mordidas y una que otra herida, probablemente más de las que esperaban, se hicieron presentes. Cuando Chuya penetró de golpe a su amante, estando tan ensimismado en la sensación de poder y superioridad que, obviando los gemidos de dolor del otro, no tuvo piedad de este. Solo pudiendo detenerlo de esa forma, Akutagawa le dio un puñetazo tan fuerte que lo obligó de golpe a salir de su cuerpo, además de posiblemente romperle el tabique nasal o al menos crearle una hemorragia. Ambos solo se quedaron en silencio, intentando tranquilizarse.

-Quería sentir dolor físico, mas no quedarme lisiado- mencionó sarcásticamente el de cabello negro.

Chuya no dijo nada, aunque su rostro pareciese el de un niño a quien le habían negado un capricho. Sabía que había estado mal pero...

Ya no importaba.

Poco a poco, retomaron sus acciones, solo que con más cuidado; esta vez si lo dejó acostumbrarse mientras oía sus exclamaciones, esta vez de placer, amortiguadas por morder la almohada, aunque claro, eso no significaba que menor no buscase cualquier oportunidad para dañar más y más al otro. Luego volvió el frenesí y el dolor también los acompañó en más de una ocasión.

Le gustaba; el verlo retorciéndose entre sus brazos, entre la fina línea del dolor y el placer, ser quién lo ocasionaba...

Le gustaba; el sentir su Rashomon dominado por primera vez, no fingir que todo estaba bien, guiarse por sus instintos...

Y huir de su cruda realidad. De su soledad.

Les gustaba.

En más de una vez, esa noche, consiguieron lo que querían. Claro que el que sufriría la peor parte sería Akutagawa.

Pero rieron, porque no importaba.

Nada en el maldito mundo importaba más que ellos y su dolor.

Ambos eran masoquistas.

Podrían pensar que su cordura se había roto, pero no era eso, sino su corazón.


TRAGOS LOS VIERNES POR LA NOCHEWhere stories live. Discover now