Capítulo XVIII: Hambre

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Tatiana ocultó su rostro bajo el sombrero, pensando detenidamente en lo que iba a hacer. Mentiría si dijera que no tenía miedo. El miedo estaba siempre presente cuando pensaba hacer algo peligroso. Y eso sin duda podía catalogarse como algo sumamente temerario. Desde que había abierto la boca que sabía que estaba cometiendo una locura. Debería mantenerse callada, sin llamar la atención. Pero que Zale se arriesgara tanto por un medallón demostraba que no se trataba de una tontería. Era de su padre. Y ella entendía muy bien lo que era intentar conservar lo poco que quedaba de su familia. Zoe lo había dado todo por ella, y ella fue todo su mundo cuando sus padres desaparecieron. Y tal vez precisamente por eso estaba dispuesta a recuperar ese medallón. 

No había jugado nunca a ese juego. Lo habían llamado el juego de las Tabas. Y parecía a simple vista una especie de póker de dados. Nada más lejos, comprendió, al ver cómo lanzaban los objetos hacia arriba para recoger los de la mesa con la mano sin que los lanzados cayeran al suelo. Parecía un juego de habilidad más que de intelecto. Pero eso no importaba. Si creyera poder ganar, no habría apostado nada de ese modo. Esa gente eran personas peligrosas. Personas que era mejor no enfadar. Y perder en un juego de habilidad ante un extraño, es decir, ante ella, era la mejor forma de enfadar a esos tipos. Pero si perdía, eso le daría una oportunidad. Aunque para ello antes tenía que hacer algo que ninguno de los presentes, estaba segura, habría aconsejado.

                "No dejes que te vean llorar. Eso hace que te veas débil ante el enemigo". Recordaba que le había comentado Hermes en una ocasión mientras repasaban historia antigua. Y ese consejo era adecuando si pretendías intimidar a tu enemigo y no parecer débil ante él. Pero si lo que querías era todo lo contrario. Si lo que quería era parecer débil, ingenua y carente de importancia, entonces debía hacer todo lo contrario.

                ― ¿Empezamos? ―apuntó el del navío con los cinco objetos en la palma de la mano.

                Zale pareció armarse de valor para acarrear las consecuencias, pero no le dio tiempo de fingir que sabía cómo jugar, pues Tatiana lo interrumpió al acto.

                ― Claro, pero antes, ¿podrían explicarnos cómo se juega? ―preguntó con confianza. El hombre pareció desencajársele el gesto. En realidad, los cuatro hombres, incluido el que había aposado el preciado medallón, se habían quedado de piedra ante la pregunta.

                Ares se acomodó en la silla, esa jovencita era mucho más divertida de lo que había supuesto. Hermes, por el contrario, se tapó la cara con una mano, intentando no meter baza para no delatarla. Zale no reaccionó. Se quedó quieto, no creyendo lo que había dicho la joven con tanta soltura.

                ― A ver, muchacho ―se organizó el hombre del navío―. ¿Acabas de meterte en una apuesta sin saber jugar?

                ― Aprendo rápido. He jugado a uno parecido, pero al ver cómo jugabais me he dado cuenta de que era una versión algo distinta de la que conocía. Pero si están dispuestos a enseñarme, jugaré con mucho gusto ―aseguró. El hombre enarcó una ceja.

                ― Esto es absurdo. Yo no juego con novatos ―aseguró recogiendo las piezas del juego con un ademán. Con clara intención de retirarse.

                ― ¿Quizás por miedo a que uno lo gane? ―apuntó Tatiana―. Lo entiendo, de verdad, eso sería vergonzoso.

                El hombre se levantó, algo enfadado por el comentario. Tatiana se obligó a morderse la lengua. Se suponía que no debía cabrearlo, pero se le daba especialmente mal no molestar a la gente. Sino que se lo preguntaran a Hermes, el cual, se fijó, estaba apretando la barra de la posada con fuerza e intentaba prestar toda su atención a las gachas.

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now