Vínculo (Part2 Hera)

Capítulo III: Kayros

Después de cortar el pastel, un acto simbólico y tradicional en una boda, la celebración empezó a animarse muchísimo más. Había música fuerte, también de más tranquila y romántica para que los novios pudieran bailar, había bebida... Y Zeus y Zoe parecían estar pasándolo realmente bien.

Hermes, que nunca había estado antes en una boda humana, mucho menos de ese siglo, le pareció una celebración muy curiosa. Todo el mundo parecía feliz. Y en unas horas, la celebración seguiría en el Olimpo. Se preguntaba cómo aguantaría Zoe hasta el final de la noche. O cómo lo lograría su hermana, la cual no paraba de bailar con todos y cada uno de los invitados. Desde los más pequeños hasta los más mayores. Y todo el tiempo con una hermosa sonrisa en el rostro. Empezaba a ser exasperante...

Se había quedado completamente sorprendido ante la fría amenaza que le había dedicado a la niña que había insultado a Zoe. Él quiso contestar a su pequeña pulla, pero Tatiana fue más rápida. A veces lograba darle incluso miedo. Era totalmente distinta a su hermana mayor. Recordaba lo insegura y precavida que había sido siempre Zoe, pero Tatiana era su antítesis. Parecía ser capaz de hacerlo todo, y sino fingía poder hacerlo. Era osada y muy, muy lista. Lo supo desde la primera vez que le dio clases. Zoe había insistido, y él había tenido que aceptarlo por mucho que le repateara hacerlo. ¿Dar clases de Griego e Historia a una adolescente de dieciséis años? ¿Estaba loca? Pero Zoe lo había dejado muy claro.

≪― ¿Tengo que recordarte quién hizo desaparecer a mis padres y me hizo creer durante cuatro años que estaban muertos?≫

Y no, no tenía que recordárselo. Hermes lo sabía muy bien. Y se había sentido realmente mal por ello. Para entonces le había parecido una buena idea. De ese modo Zoe crecería más deprisa y no tendría ataduras en su mundo que la hicieran añorar su hogar. Pero al parecer no había pensado en que Zoe tenía una hermana. En realidad, no había reparado en ella hasta que hizo desaparecer a sus padres, y para entonces ya era demasiado tarde. No podía hacer desaparecer a Tatiana también, porque eso solo conseguiría que se derrumbara. Y necesitaba a una mujer luchadora, la necesitaba a ella tal y como era. Y para ello, Zoe precisaba a su hermana pequeña. ¡Pero, maldita sea! ¿Por qué tenía que lidiar ahora él con esa mocosa?

― ¿Bailamos? ―Hermes se dio la vuelta apartando la vista de la joven morena que seguía bailando, ahora con un muchacho de su edad que parecía no poder apartar los ojos de su escote.

De blanco y con una sonrisa radiante, una Zoe embarazadísima le tendía la mano. Hermes la observó unos instantes. No sabía en qué momento había pasado, pero ya no la veía del mismo modo. Zoe era totalmente distinta a Hera, su antigua señora y querida amiga. La Diosa de la que había estado enamorado durante siglos. Luego se dio cuenta de que esa diferencia era lo que más le gustaba de la joven. Así que no era de extrañar que se encariñara más de la cuenta y terminara de nuevo herido por culpa de ello. Desde que había conocido a Zoe que Hermes había dudado de su amor por Hera. Tal vez realmente no la había amado, o tal vez no había amado verdaderamente a ninguna de las dos. Pues ahora que la veía feliz, embarazada y recién casada con el Dios entre los Dioses, no le cupo ninguna duda de que no se sentía desdichado. Más bien lo embargó una inmensa felicidad y orgullo.

― ¿Está Zeus de acuerdo? ―preguntó alzando una ceja. Zoe dejó escapar una carcajada.

― Vamos, Hermes. Desde cuando Zeus ha impedido que te acercaras a mí. Somos amigos, sabes que te quiero mucho. Tú me llevaste a mi futuro. Te debo, al menos, un baile.

No era la primera vez que Zoe le decía que lo quería, y tampoco era la primera vez que Zeus se ponía celoso por su culpa. No le apetecía en absoluto volver a ser amenazado por el Dios. Aun así, sabía que Zoe no iba irse de buenas a primeras. Como bien había dicho, eran amigos. Y muy a su pesar, él también la quería mucho.