Ada: Esperando.

5.5K 308 3
                                    

Una tarde de agosto estaba aquí mismo sentada, era tarde de micrófono abierto sin mucho orden, la gente se subía sin más, cantaban, leían, tocaban, pero yo no prestaba la más mínima atención. Aquel día no subí al escenario porque no era lo que estaba buscando. La verdad sea dicha, había estado dando vueltas por el centro como una loca buscando un vestido azul de seda que había visto en alguna parte y no recordaba. Conjuntaba a la perfección con mi chaqueta multicolor de lentejuelas, y con el pelo azul que llevaba por aquel entonces. Tenía calor y me dolía la cabeza así que se me ocurrió refugiarme aquí ya que tienen un buen aire acondicionado, me pedí una cerveza y me relajé unos instantes hasta que la escuché. Me sorprendió porque tocaba el piano como nadie, era una melodía que decía mucho, decía tantas cosas que me abrumaban, no sabía si sentía dolor o alegría pero sabía que algo diferente estaba floreciendo en mi interior. Desde donde estaba podía verle las manos que se movían expertas por el teclado. No pude evitar fijarme en ella, aunque antes de verle ya sabía que tenía que conocerla. Llevaba el pelo más corto y parecía feliz, mucho más feliz que el día en el que la vi en la hamburguesería. Yo no llevaba mucho tiempo en Napoles y no conocía nadie, pensé que sería alguien con quien me gustaría empezar. En ese momento me imaginé con ella recorriendo las calles, me enseñaría todo y más y yo no volvería a estar sola. La verdad es que a los segundos me sentí un poco estúpida por pensar algo así de una desconocida. Pero no podía evitarlo. Me sentía nerviosa, el primer año aquí fue horrible, pensaba que vendrían a por mí y todo acabaría. Además llevaba tiempo sin tener lazos con gente que no fuera de la secta a la que pertenecía. No sabía muy bien como conocer gente, tampoco conocía el protocolo social. Era tímida y muy insegura así que me esperé en la mesa quieta. Ella bajó del escenario y se acercó a un chico que había en una mesa. Entonces me sentí estúpida, aún más. Me levanté y tuve que tragarme todos aquellos extraños sentimientos que se habían apoderado de mí durante unos minutos bastante largos. El caso es que creo que nunca desaparecieron, porque aunque no crea en el amor a primera vista, ella me recordó muchas cosas. Su melodía me recordó a lo que debería saber la libertad, me abrió caminos en la mente, me hizo saber como debía sentirme en la vida, renovada, feliz, impresionada por las cosas nuevas, dispuesta a avanzar. Siempre he creído en el destino, y después de haberme encontrado a Arabella casi tres veces, creo aún más. Pero el destino no puede hacerlo todo, yo debo de coger las riendas, encargarme de la situación. No tengo su dirección, ni número de teléfono, tampoco pasa mucho por aquí así que no puedo hacer nada. Ojalá se hubiera presentado.


-¿En qué piensas? -me pregunta Lene.

Me quedo callada unos segundos sin saber muy bien qué decir y si debería contarles la verdad.

-Eh... ¿Recordáis la chica de la falda plisada de la que os hablé?

Ragna se gira en redondo y alza las cejas.

-Ahora tienes toda mi atención, ¿qué pasa? -pregunta.

Me hundo en la silla y suspiro, no sé como abordar este tema.

-Arabella, la chica que no se ha presentado, es ella.

-¿Cómo lo sabes? -pregunta Hela.

-Porque hace unos años la vi aquí actuar.

-¿Y no podría ser otra Arabella?

Niego con la cabeza.

-Quizás os parece algo muy místico, pero simplemente lo sé, lo siento.

Ragna pone los ojos en blanco, es extremadamente escéptica.

-No pongas esa cara -le reprocha Guri.

Le sonrío agradeciéndoselo.

-No me creáis, pero es así.

-Esta bien, pongamos que es ella... ¿qué vas a hacer?

Me encojo de hombros.

-Supongo que dejar que el destino haga el resto, si viene por aquí tendré que encontrármela.

-O podemos preguntarle al personal si se ha apuntado a la siguiente noche de micrófono abierto -sugiere Maia.

-¿Eso no sería forzar la situación? -pregunto.

En realidad estoy tan nerviosa que no sé qué haría si me la volviese a encontrar.

-Eso sería hacer que las cosas pasen, y no tiene nada de malo.

-Está bien, lo haré.


Salimos del local sobre las una de la mañana, casi nos echan. Estamos un poco borrachas, o lo estoy yo y quiero pensar que ellas también para sentirme mejor conmigo misma.

-Siento lo de Ara... ¿cómo era? -pregunta Runa.

-Arabella -digo tristemente.

Su nombre suena triste entre mis labios, por el simple hecho de que probablemente nunca volveré a pronunciarlo. Ya sé que estoy siento dramática, pero estoy borracha, tengo frío y puedo permitírmelo.

-No te preocupes, ya te la encontrarás... Recuerda todo eso del destino.

-Sí... ahora veo que suena ridículo.

Nos separamos y cuando llego a mi portal y entro en mi ascensor tengo la necesidad de echarme a llorar. Dios... ¿por qué soy tan tonta? No comprendo cómo puedo sentirme así por una chica que apenas he visto. Pero hay veces que el corazón lo siente, cuando ves a esa persona con la que sabes que podrías llegar a tener algo, incluso a ser feliz. Es como una inquietud extraña que se apodera de tu pecho, y luego aunque lo intentes no puedes dejar de pensar en otra cosa. En su pelo, sus ojos, incluso en su voz aunque nunca la haya escuchado. Preguntarte cómo sonará tu nombre en sus labios, qué será lo primero que haga por las mañanas, si prefiere salir de fiesta o quedarse en casa, saber qué opina sobre todas esas cosas que a ti tanto te importa, constatar si tenéis los mismos gustos, saber qué es de su vida... Puede que sea una estupidez que esté pensando en eso, estoy borracha en el ascensor de mi casa, llorando y temblando, y ella estará por ahí ajena a todo, ajena a mí. Nunca me ha visto, no sabe que pienso en ella, ni la inquietud que siento ahora mismo en el pecho, que daría lo que sea por compartir una tarde con ella y escucharla, escucharla durante horas... Estará durmiendo tranquila, y puede que preocupada por otra persona que no soy yo. Queriendo a alguien más.

Me dejo caer en la cama, cansada y con todo dándome vueltas, pensando en que quizás mañana todo esto desaparezca, en que quizás es por culpa de las seis cervezas y los cuatro chupitos de tequila.

En armonía |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora