6.

616 91 24
                                    

Todo lo que sé es que a lo lejos vi una enorme mansión. Por favor, díganme que eso no estaba pasando.

— ¿Seguro que tus padres se dedican a la política?— dije— ¿No quisiste decir que eran petroleros, mafiosos o reyes de un país pequeño?
— Tengo un tío abuelo lejano que sí es petrolero— dijo.
— Me lo imaginaba.

Llegamos. No estaba seguro de si eso en verdad pasaba o yo seguía dormido, en un sueño muy muy loco. En todo caso, no entendía por qué Connor aparecía en mi sueño.

— ¿Alguna vez has soñado conmigo?— le dije.
— ¿Debería haberlo hecho?— dijo.
—No sé por qué pregunté eso. Si ésto es un sueño, tú no eres el verdadero. No hay forma de que puedas contestarme.
— No es un sueño— dijo—. Y jamás he soñado contigo. Lo que es una lástima.
— ¿Lástima? Me empiezas a dar miedo.

Él quiso ayudarme a bajar pero no me dejé. Podía hacerlo fácilmente. Sólo necesité tener mi silla a la mano. Luego con un único movimiento, me senté.

— Soy más fuerte de lo que parezco— dije.
— No— interrumpió—. Eres más liviano de lo que pareces.

Me invitó a pasar. Su casa tenía unos escalones para llegar a la entrada. Pero una rampa también. Entré. Para ser breve, su casa era como aquellas mansiones enormes que pasan en las películas y que usualmente son la escena de un crimen.

-—¿Vas a decirme por qué estoy aquí? ¿Y tienes un mayordomo? ¿Cuántas personas se necesitan para mantener lujoso éste lugar? ¿Hay una piscina? ¿Una cancha de tenis? ¿Tienes un perro gigante y peludo? ¿Tu habitación es innecesariamente grande?
— Esas son muchas preguntas— dijo.
— Aún tengo más.
— Temo no poder contestarlas todas. Al menos una sí. Quise traerte aquí porque quería estar a solas contigo. En un lugar en el que me sintiera cómodo.
— Y en donde nadie podría escucharme gritar en caso de que quieras asesinarme— dije.
— Admito que eso que dije puede prestarse a malas interpretaciones.
— No veo más personas aquí. Al parecer ibas en serio con eso de estar solos.
— Todos tienen cosas que hacer. Desde luego que no esperabas que mis padres estuvieran aquí, ¿No?
— No, por supuesto. Pero estar aquí me hace sentir perdido. ¿Por qué tú casa es tan grande? ¿Planeas tener un elefante de mascota?
— Sabía que ésto pasaría— dijo—. Nadie había venido aquí en mucho tiempo. Las personas siempre empiezan a pensar mucho... sobre éste lugar. No sobre mí.
— ¡Claro que sí!— dije—. No descubres que alguien tiene una casa inmensa todos los días. Ahora, regresando a lo que importa, que no es tu aparente condición de heredero multimillonario, me gustaría que me dijeras el porqué yo vine aquí, además de lo que ya me contaste.

Me miró por un segundo. Luego sonrió.

— Desde luego— dijo—. Tú no eres como todos. Hice bien en traerte.
— Siento que acabas de ofenderme pero no voy a defenderme porque no entendí.
— Así está bien. ¿Quieres ver el jardín?
— ¿Tienes un tigre ahí?
— No. Sólo un perro.
— ¿Es peludo y grande?
— Un poco.
— ¡Lo sabía!

Su jardín, más que ser uno, parecía una reserva botánica.
Intenté tocarlo todo pero él me detuvo porque al parecer algunas plantas eran venenosas.

— ¿Y por qué tienen plantas como esas?— dije— ¿Para despistar a los ladrones?
— No lo sé— dijo, pensativo—. Ahora empiezo a cuestionarlo. ¿Cómo una planta despistaría a un ladrón?
— Pues el ladrón podría detenerse a oler las flores antes de escapar con el dinero y los diamantes que robó de tu casa. Luego se envenenaría y caería muerto. Entonces tu madre aparecería diciendo: "Sí, eso plantas" y bailaría feliz.
— ¡Eso es imposible!— dijo riendo— ¡Mi madre jamás haría eso!
— ¿Cómo lo sabes?
— ¿Por qué el ladrón se detendría a oler las flores?
— Por que son bonitas, coloridas y tal vez él tenga la delicadeza como para apreciar la belleza de sus pétalos.
— Eso suena a algo que tú harías. No creo que un ladrón tenga tanta sensibilidad.
— ¡Yo no haría eso! ¿Yo, conmoverme por una flor? ¡Por favor!
— ¿Entonces qué te conmueve?

Lo pensé un poco. No había llorado en mucho tiempo por lo que no recordaba si algo me conmovía o no.

— Nada— dije—. Tengo nervios de acero.
— Eso no es cierto. Apuesto a que realmente eres muy sencible.
— Perderías esa apuesta.
— Tú perderías.
— ¿Apostamos?— dije confiado.
— De acuerdo. Dime qué quieres perder— dijo.
— Soy flexible. Elige tú el objeto de nuestra apuesta.
Lo pensó un rato. Lo miré atento. Por más que analizaba lo que pasaba a mi alrededor, más me daba cuenta de que por alguna razón me sentía muy cómodo ahí, con él. Como si lo conociera de toda la vida.

— Si logro hacerte llorar— dijo—, tú pasarás la víspera de navidad conmigo.
— Ya sé que tal vez algunos piensen que eres un poco irritante— dije—, pero tu compañía no es un castigo.
— Menos mal— dijo—. Al menos ambos lo pasaremos bien ese día.
— ¿Pasaremos? No hables en plural, no hay forma de que yo pierda. Además, no cuenta si lloro porque algo me duele. Para que la apuesta sea válida, tengo que llorar por mí mismo. Lo que no va a pasar.
— Tengo que pasar mucho tiempo contigo— dijo—. Tengo hasta navidad para hacerte llorar. No tengo tiempo qué perder.
— Adelante— dije—. Puedes visitarme cuando quieras. Y usar el método que creas conveniente. En cuanto no me lastimes, me arrojes cebolla o secuestres a mi abuelita.
— Tranquilo, no haré nada que pueda ofenderte.

Caminamos por su jardín. Vi a su perro, lo acaricié, me quejé de que no fuera más grande y le exigí que me mostrara a su tigre. Insistió en que no tenía.

Me mostró su casa completa, que por alguna razón que justifiqué como una gran preparación en caso de infecciones estomacales, tenía muchos baños. Y una piscina bajo techo. Fallé con la cancha de tenis. Tenían una de baseball. Intentamos jugar pero parecía que el verdadero aficionado al deporte de la casa no era Connor, que lanzaba peor que mi abuelita. Luego me perdí mientras buscaba la cocina. Por alguna razón llegué al garage. Y atropeyé el convertible del padre de Connor. No se lo dije.

Nos encontramos de nuevo y él me mostró su cine en casa. La madre de Connor, que al parecer era muy importante, tenía una extensa colección de películas antiguas. Vimos unas, hasta que empecé a quedarme dormido.

Me di cuenta de que era tarde porque mamá me llamó preguntando si quería que fuera por mí.
Le dije que no porque Connor insistió en llevarme él.
De regreso, discutimos más sobre Orgullo y Prejuicio.

— En conclusión— dije—. Darcy es perfecto.
— Claro que no— me dijo él.
— Es tan perfecto que sin dudarlo cualquier mujer se casaría con él.
— Si es tan perfecto, ¿Tú te casarías con él en caso de poder?— preguntó
— Puede ser.
— Ohh...
— ¿Qué significa eso?
— Nada— dijo contento—. Olvídalo.

Todo lo que séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora