13.

578 81 1
                                    

Connor me dejó en mi casa ese día luego de que me abrazara sin razón aparente, después de que un sujeto pasara al lado del auto en donde estábamos y nos gritara que nos fuéramos a un hotel. Luego yo le grité "Y tú vete a un psiquiátrico", lo que acabó por romper el ambiente, para mi alivio porque se sentía raro. Luego no dijimos nada. Sólo condujo en silencio. Al llegar, se despidió de mí y yo de él.

Al principio no pensé mucho en eso. Hasta que anocheció. Entonces pude meditar más. No entendía nada. Es más, no sabía qué debía entender. Sólo sabía que algo no estaba bien.
Y como nunca supe controlar mis impulsos, tomé mi teléfono. Era la media noche y yo estaba intentando llamarle a Connor. Sorpresivamente respondió.

— ¿Andrew?— dijo.
— ¿Qué significó eso?— dije, rápidamente.
— ¿Qué?
— El abrazo. No lo entiendo.
— ¿Podemos hablar de eso mañana?
— ¿Por qué no ahora?
— Porque debo dormir y tú también.
— Yo no puedo dormir. Necesito respuestas.
— Andrew, tengo que ir a la universidad mañana.
— Pues no vayas.
— No es tan fácil. No puedo simplemente faltar.
— Sí puedes. Sólo no vas y ya está.
— Te veré mañana— dijo—. Espera hasta entonces.
— De acuerdo, pero ¿Todo está bien entre nosotros?
— ¿A qué te refieres?— dijo, atento.
— A si estamos bien, tú y yo. A si quieres volver a verme de verdad o sólo estás diciendo eso pero planeas olvidarte de mí.
— ¿Eso es lo que te preocupaba? ¡Qué raro eres!— se río.
— ¡No te rías!
— Mañana te veo, ahora ve a dormir.
— De acuerdo.
— Buenas noches, Andrew.
— Buenas noches, Connor.

Me acosté. Y en algún punto me quedé dormido. Desperté porque mamá fue a hacerlo. La miré preocupado.

— ¡Oh por dios!— dije, miré por la ventana los rayos del sol— ¡La escuela! ¡Llegaré tarde!
— Tranquilo— me dijo ella—, llamé y dije que no irás.
— ¿Por qué no me despertaste?
— Es que dormías tan plácidamente que me dio lástima hacerlo. Entonces, ¿Querías que te despertara? Pensé que Connor y tú habían quedado de acuerdo en faltar a clases. Eso me dijo él cuando llegó.
— ¿Connor vino?
— Está en la sala. Llegó hace una media hora. Le invité té. Y conversamos ¡Él es tan simpático!
— ¿Significa que me está esperando ahora mismo? ¡Por qué no me avisaste antes!
— Él dijo que no te despertara pero no quería hacerlo esperar más así que opté por venir.
— Pues con la pena— dije—, voy a hacerlo esperar más porque tengo que bañarme. Así que como te agrada tanto, ve y entretenlo otra media hora.
— No es ningún problema— dijo ella y salió del lugar.

Mis mañanas eran algo muy complicado. Tenía que bañarme y eso solía llevarme mucho tiempo, no tanto por mi condición si no porque adoraba pasar mucho tiempo en la ducha. Sin embargo ese día, lo hice lo más rápido que pude.
No podía creer que él en verdad hubiera faltado a la escuela. Se lo dije en broma pero lo hizo. Tampoco quedé en faltar yo, pero me alegraba haberlo hecho.
Salí luego de tardar mucho en elegir mi ropa. En algún momento me di cuenta de que lo estaba pensando demasiado y tomé lo primero que encontré.

Efectivamente, Connor estaba con mi madre hablando de algo que a juzgar por las risas de ella, debía ser muy interesante. Me acerqué. Mi mamá dijo que iría a la cocina. Nos dejó solos.

— Según— dije—, tenemos planes hoy.
— Así es— dijo él.
— Y llegaste muy temprano, ¿Por qué?
— Para ser franco, estaba ansioso. Jamás había faltado a la escuela en toda mi vida. No sabía qué hacer así que pensé en venir a verte. Aparentemente lo que debí hacer era dormir más.
— ¿Jamás habías faltado a la escuela? ¿Nunca? Cuando te enfermabas, ¿Ibas a al escuela así?
— Nunca me he enfermado de gravedad así que podía resistir las horas de clases.
— Sí que eres raro. Y bien, ¿A dónde iremos?
— A donde tú quieras— dijo, contento.
— ¿Al lugar que yo elija? ¿Seguro?
— Absolutamente. Puedo llevarte a donde sea.
— De acuerdo— dije—. Quiero ir al infierno. Llévame ahí.
— Eso es imposible.
— Pero dijiste que podías llegar a donde fuera.
— A algún lugar que exista.
— Pero tú...
— ¿Ahora eres abogado? Vamos, se hará tarde— dijo.
— ¿A dónde iremos?
— Como tú no elegiste perdiste tu oportunidad. Me toca elegir.
— ¡Eso no es justo! ¡Exijo un reevaluación del caso! ¡Y un abogado mejor que yo!
— Demasiado tarde. Iremos a donde yo quiera y te gustará.

Subí a su auto lamentando haber desaprovechado mi oportunidad.
Mientras más conducía, más me daba cuenta del lugar a donde planeaba llevarme. El palacio de gobernación. Para mi desgracia, ese sí era el destino.
Entramos, yo sin entusiasmo.

— ¿Por qué estamos aquí?— dije.
— Por que hay alguien que quiero que conozcas— dijo.
— ¿En éste lugar? ¡Pero si es muy aburrido!
— Depende de la perspectiva.
— Desde la mía sí es aburrido. ¿A quién debo conocer?
— A alguien importante.
— ¿Al gobernador?
— El gobernador no está aquí.
— Ya lo sé— dije molesto.
— Entonces porqué preguntas si ya sabes que no está.
— Me gusta molestarte.

Él estaba por reprocharme algo cuando de una puerta al final de un pasillo, salieron muchas personas. Entre ellos mi feliz padre. Me observó asombrado.

— Andrew— dijo—, ¿Qué haces aquí?
— Intento no morir de aburrimiento— dije, noté que debía ser la primera vez que él y Connor se veían así que decidí presentarlos—. Él es Connor— lo señalé.
— Mucho gusto— dijo Connor, de manera solemne.
— Entonces tú eres Connor— dijo papá—. Un placer conocerte. Gracias por soportar a Andrew. Es un poco difícil algunas veces.
— No, no hay nada que agradecer— dijo Connor.
— Claro que sí— reiteró papá—, hay veces en las que le desea la muerte a todo el mundo.
— ¿Por qué todos le dicen eso a Connor?— dije—, ¿Acaso no recuerdan otra cosa de mí?
— Lo siento hijo— me miró, luego vio a muchos otros burócratas dirigirse a algún lugar—, tengo que irme. Te veo en la casa. Nos vemos, Connor.

Connor se despidió agitando la mano. Hice una nota mental para recordar regañar a papá cuando llegara.
Estaba en eso cuando Connor me dijo que ahí estaba la persona que debía conocer. Sí, debí sospechar que a quién quería presentarme no era otra que su poderosa madre.

— ¿Estás seguro de que voy a agradarle a tu madre no mafiosa? Recuerda que no soy muy simpático.
— Te va a adorar. Pero por precaución no le hables de otros partidos políticos, de economía, de su trabajo en el senado, de bicicletas o de peces.
— ¿Peces?
— Le traen malos recuerdos que a menudo la ponen furiosa.
— Cuando está furiosa, ¿Da miedo?
— Tanto que llorarías.
— ¡Ya sé a dónde quiero ir! ¿Y si vamos a la playa?
— No hay playas en este estado.
— No hay madres aterradoras en la playa.
— Tranquilo, le agradarás.

No, pensé. Tal vez no.

Todo lo que séWhere stories live. Discover now