DAMN STRAIGHT ✿ JIMSU

final

Jimin

La bebé no dejaba de llorar y el pánico estaba invadiendo mi ser. No sé en qué minuto dejé que esto pasara, ni cómo accedí. Los llantos de la bebé eran ensordecedores. Tanto que la habitación se movía como si de terremoto se tratara. Bueno no, exagero un poco.

—¡Yoongi! Ven a tranquilizarla —le grité.

Mientras yo estaba en la odisea de calmar a Minji, él estaba mirando televisión como si no escuchara los llantos.

—Es tu trabajo, no el mío —dijo indiferente.

—¿Qué trabajo y qué nada? No me vengas con esas mierdas —lo fulminé con la mirada.

—Esa criatura y yo nos odiamos —volvió a decir estupideces sin mirarme.

—¡Es una recién nacida! ¿¡Cómo te va a odiar!?

Se encogió en su asiento y siguió sin hacerme caso.

—¡Ven a ver a tu sobrina o si no le diré a Yegun que la hiciste llorar! ¡Y sabes cómo es ella con su Minji!

Gruñó molesto mientras levantaba su cuerpo flojo. A veces es más flojera que persona y regularmente me pregunto, ¿cómo es que me enamoré de él?

Y bueno la razón estaba ahí.

—Hola muñeca, ¿tío Jimin te hizo llorar? —la bebé inmediatamente se silenció y se puso a observar la figura de Yoongi.

La tenía estrechada en sus brazos entretanto tomó su manito y jugó con ella.

—Ven, vamos a dormir —le susurró a la par de iba a la habitación donde estaba nuestra cama. Se recostó junto con la bebé y comenzó a cantar una canción de cuna.

Las ganas de ir y comerlo a besos no me dejaron pensar con claridad.

Lo amaba tanto.

Una hora después, Yoongi salió del lugar limpiando sus ojos al final de su siesta con Minji. Al encontrarme con él solo miré donde iba. Sin preguntar y sin decirle nada, llegó directo a sentarse sobre mis piernas.

—Vamos a dormir, Jimin —musitó.

—Has dormido una hora, ¿y quieres seguir durmiendo? —reí.

Asintió mirándome.

—Me faltabas tú —dejó un corto beso sobre mis labios para brevemente levantarse y llevarme de la mano a dormir.

Cuando ya estábamos a un lado de la cama, mis brazos enrollados en su cintura y su cabeza en mi pecho, a él se le ocurrió la grandiosa idea de hablar, dejándome atónito:

—Quiero un bebé.