Prólogo

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★~ Prólogo ~★

Decir que estaba cansado era un eufemismo. No podía mantenerse en pie. 

En cuanto llegó a la cama de su pequeña habitación, cayó en ella como saco. No podía más, ¿cómo demonios se compaginaba el trabajo con el estrés de una carrera universitaria? ¡Había miles y millones de estudiantes en el mundo que hacían eso! ¿Cómo no habían muerto ya?

Aunque esos miles de millones seguramente no hubieran sido magos, no habrían estudiado desde que tenían once años, durante seis años de su vida, en la mágica institución de Watford, no conocían a otros seres mágicos, no habían sido acosados por seres oscuros en busca de su muerte...

Pensándolo bien, todo lo que le había sucedido era mil veces peor que una cansada rutina, y sin embargo, él hubiera preferido seguir con aquella alocada vida a tener una como cualquier otro: aburrida, sin chispa...

Sin magia.

Miró por la ventana, era de noche y la luna se alzaba en el cielo como la dominante de la oscuridad... 

Se arrepintió de haber mirado.

Dio media vuelta en el colchón, dándole la espalda al exterior, y abrazó contra sí la almohada. No debía seguir pensando, era malo para él. Muy malo. Pensar equivalía a recordar, y recordar era el sufrimiento de su mente y sobre todo de su corazón.

Era consciente de que no podía seguir así. Llevaba muchos años de esa manera, debía superarlo, pasar página. No debía soñar con lo que hubiera pasado, tenía que ver la realidad. 

No tenía que fantasear con esos ojos grises burlones, con esa sonrisa de superioridad, ese sedoso cabello negro como la noche...

—¡Basta! —exclamó, cerrando los ojos y enterrando las uñas en las plumas de la almohada. 

Odiaba eso. No le gustaba el hecho de recordar. ¡Oh, cómo quisiera olvidar! ¡Olvidarlo, quitarlo de su memoria...!

Pero eso era imposible. Aún cuando había pasado cuatro años sin verle, era imposible no recordar.

«No puedes haber sido tú...»

Al recordar su voz, dio otra media vuelta en su cama, aún apretando la almohada contra sí.

Y entonces, empezó a llorar.

★~★

—Perfecto, puede sentarse.

Asintió, dejando atrás a la estatua hecha de hielo con fuego recorriendo por dentro la escultura. Siguió a su pupitre e ignoró el resto de la clase.

Miró el cielo, y su color le dejó intrigado. Azul. Algo que le gustaba mucho era azul. Algo... ¿pero qué?

Desvió su vista a las nubes. Blancas...

Hasta la luz del sol le hacía sentir nostálgico.

«¿Sabes que eres como el cielo?»

Le dedicó esas palabras alguna vez a alguien, ¿pero a quién?

—Baz, oye, no pienso esperarte todo el día —la voz hizo que mirara a la chica que tenía delante.

—Bunce, ¿qué ocurre?

—¿Cómo que «qué ocurre»? ¿Recuerdas que tenemos que hacer un trabajo juntos?

Don't remember meWhere stories live. Discover now