Capítulo 5

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Las bodas siempre eran motivo de algarabía y emoción, en la familia Bermont los sentimientos y emociones siempre se multiplicaban al triple, no habia un minuto del día en el que no pasara un encargo de flores, manteles, floreros, sillas, mesas, personal de limpieza, cocina o música.

Era en pocas palabras, una locura. Después de muchos días bajo presión, entre cambios de vestido, elecciones y degustaciones, Elizabeth por fin podía decir que estaba descansando, habia visto solo dos veces más a su prometido, en algunas reuniones en las que habían coincidido por casualidad, se recibían con sonrisas de cortesía y bailaban de vez en cuando.

Esa era una de las ventajas, al ser una mujer comprometida, ella simplemente ya no era elegible, por lo que todos esos odiosos hombres la dejaban en paz. Pero no todo era luz y alegría, los chismes continuaban, al igual que los insultos. Los cuales Elizabeth comenzó a ignorar y dejar pasar.

Los días pasaban, las dos semanas de plazo habían terminado, y para ese momento la casa volvía a estar llena de gente, con solo dos días para la boda, todos los invitados habían llegado a la casa con los ánimos renovados, incluso se hospedaban Gregory y su esposa.

Elizabeth bajo después de unos minutos con un vestido elegante de color azul, la única joya que siempre portaba era su tan admirada argolla de compromiso, esa noche cenar junto a toda su familia, quien se reunía a su favor.

Mucho antes de que ella pusiera un pie sobre el comedor, el escandalo ya tronaba sus oídos. Habia gritos de los niños que se empeñaban en correr de un lado a otro como enloquecidos, eran hijos de primas lejanas o sobrinos de la abuela, unos diablos, pero adorables. Tenían lugar las famosas conversaciones entre los hombres, quienes se agrupaban alejados de la gran mesa ya colocada. Algunas mujeres ya estaban sentadas y debatiendo una que otra cosa sobre la boda.

Elizabeth se acercó a sus primos y Clare quienes al igual que el resto estaban en una bolita particular.

- Pero si ha llegado la novia- abrió los brazos Charles.

Elizabeth lo miro desafiante y no acepto su abrazo, lo que solo hizo reír al galante caballero.

- Pobre Pemberton, le deseo suerte- Lizzy volvió la mirada con ira impresa en ella, sonrió dulcemente mientras le daba un pisotón de muerte.

- ¿Algo más querido?

- No- pujo de dolor -Nada.

El resto de sus primos rieron.

- Vamos Lizzy déjame ver tu anillo del que todos hablan- sonrió Clare extendiendo la mano para que Lizzy posara la suya encima.

La rubia lo hizo algo apenada, no era la primera vez que le pedían hacer aquello, incluso se lo hacían en fiestas, alguna que otra madre entrometida y celosa pedía que extendiera su mano izquierda para mostrar aquel bello anillo, no dejaba de parecerle raro, ¿Es que era tan diferente? ¿O por qué a todo el mundo le llamaba la atención?

- Lo siento- se disculpó su prima política al notar el sonrojo permanente de la rubia -Solo que no es normal que den dos argollas, son muy bonitas.

- Gracias.

Pasaron una cena agradable, en donde las mujeres discutían las últimas cosas sobre la boda y los hombres algún tema de política del momento donde por cierto Kate entraba en la conversación, ella prefería hablar de política que de bodas, cosa que sacaba de sus casillas a su madre y abuela.

Mientras todo eso pasaba, Elizabeth no podía dejar de pensar en que solo le quedaban dos noches para que esta familiaridad y calidad se extinguieran, puesto que ahora viviría en una casa diferente, con su esposo. Todo cambiaria drásticamente.

Lo que desata un beso (Saga los Bermont 1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang