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en multimedia kotaro.

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Me sentía débil y sin cuidado me desplome en el suelo, todos exclamaron por admiración o miedo, no estoy seguro. Sentí los fuertes brazos del tipo que me había estado vigilando hace poco, para después sentir como de forma brusca me entregaba al joven Alfa que estaba gritando hace poco.

Cerré mis ojos, cuando los abrí de nuevo, estaba... ¡No! No puede ser... Vi como el suelo se llenaba de sangre y los niños indígenas corrían gritando por ayuda, y me vi a mi mismo disparándoles.

¡No, mierda!

—¡¡¡No!!!

Me desperté gritando y vi hacia todos lados, aún sentía la pólvora de la pistola en mis manos y lo pegajoso de la sangre seca sobre mí, podía escuchar los gritos desgarradores a mi alrededor.

Necesito olvidar, necesito olvidar...

Como un peso volví a caer en dónde estaba, me tenían de nuevo en la choza o eso creo, siento mi cuerpo muy pesado y me cuesta respirar, estoy sudando mucho, creo que tengo fiebre.

Por una pequeña puerta apareció el joven Alfa y me miró más tranquilo, quizá después de todo no era un mal chico.

—Watashi no namae wa Kai (Mi nombre es Kai).

—...

—Kai —se señaló así mismo.

—Kai —repetí y el asintió—. Albert —susurré.

Me sentía muy primitivo al hacer eso, pero ahora sabía su nombre. Se sentó a mi lado y comenzó a revisarme, al notar mi fiebre llevó un paño a mi cara refrescándome, todavía estaba alterado por el recuerdo, quería alcohol, necesitaba olvidar. Miré a Kai y con la poca voz que tenía le pedí sake... En el mes que estuve entrenando a esos japoneses había tenido el honor de probar el sake.

El me vio divertido y asintió, me pasó un pequeño vaso de sake, él no entendía que para olvidar necesitaba más, mucho más que ese pequeño vaso.

—Por favor, más... más...

El negó lentamente y se volvió a sentar.

El negó lentamente y se volvió a sentar

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El Sexto CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora