Deja De Mirarlo

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—¡Cierra la puerta! —se escuchó una voz a lo lejos.

—¡Al menos espera a que deje las maletas en el piso! —dijo papá. —ayúdame, Brad.

Lluvia miró el reloj y eran las siete. Tenía qué levantarse ya, se le haría tarde para la escuela y su familia ya había vuelto del viaje. Ella se levantó de la cama mientras se escuchaban las ruedas de las maletas por toda la planta baja. Alguien subía y ella se apresuró a ponerse el uniforme del colegio y lavarse la cara para volver a su cuarto y hacerse un par de coletas. Alimentó al gato, que casi siempre estaba en su habitación y se dispuso a tomar su mochila. Entonces alguien tocó la puerta...

—Pa-pase. —dijo ella temiendo ver a papá o a mamá entrar.

Entonces se abrió la puerta y detrás de esta apareció su hermano con sus manos detrás de él. Se acercó y mostró un regalo con una envoltura de color rojo y sonrió a su hermana.

—Muchas gracias, Brad. —dijo ella alegre y agradecida.

—Lamento no haber podido estar en tu cumpleaños. —y dio un abrazo de hermanos.

—Te quiero. —lo tomó más fuerte y luego dieron por terminado ese abrazo.

—Ábrelo. —entonces ella comenzó a quitar el papel que lo envolvía. Era una caja no muy grande. Apenas cabía el oso de peluche que venía dentro. —¿te gusta?

—¡Es hermoso! —tomo el peluche entre sus manos y lo miró como si se tratara de su mascota. —muchas gracias.

—De nada. —guiñó el ojo. —Y dime, ¿cómo estuvo tu fiesta?

—No vino nadie. —respondió con desánimo.

—¿Literal? ¿Nadie? —entonces ella asintió.

—¿Cómo te fue el fin de semana en el viaje? —cuestionó curiosa.

—No me puedo quejar. No fue tan malo como esperaba. Papá nos llevó a cenar a un restaurante el sábado y nos hospedó en un hotel porque "tuvo una reunión". —rodó los ojos. —ayer se molestaron ambos cuando les pregunté por qué no te quisieron llevar. —hizo una mueca.

—No te preocupes. —ladeó la cabeza. —ya estoy acostumbrada.

—Todo sería mejor si aquellas bombas no hubiesen caído. Éramos felices en la otra cuidad. Todo se ha convertido en un desastre. —bajó la mirada. —en verdad extraño a mis amigos.

—Yo igual. Entes éramos más unidos y no había problemas en casa. —suspiró. —pero al menos te tengo a ti. —lo abrazó y por encima de su hombro logró ver que ya eran las 7:36. Luego se escuchó el autobús del colegio.

—Adiós. —se despidió luego de que Lluvia tomó su mochila y ambos salieron de su habitación.

—Cuídate. —también se despidió.

Ella bajó las escaleras lo más rápido posible y abordó el autobús en cuanto salió de casa. Caminaba lento y el chofer aceleró, haciéndola tropezar hasta casi caerse. Caminó hasta encontrar a sus amigas.

—Gotas, ven a sentarte con nosotras. —ordenó cariñosa Luna desde los asientos del fondo.

Se apresuró y se sentó junto a Luna y Meghan.

—¿Por qué no fueron a mi fiesta? Las esperé toda la tarde y no llegaron. —preguntó triste Lluvia.

—Ay, querida. Mil disculpas, mis papás me llevaron a la fuerza a un aburrido viaje de trabajo y no estuve en casa. —se disculpó Meghan. "Seguramente fue el mismo viaje al cual mis padres viajaron", se decía Lluvia a sí misma.

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