Capítulo 11: Mimos y bajas

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Antoine

La vi caer al suelo y rápidamente los servicios médicos se acercaron a ella.

Saúl se acercó a la valla para intentar averiguar qué pasaba mientras que yo aguantaba el impulso de saltar al campo.

Amil se aproximó a Saúl para decirle algo mientras Cris se mantenía arrodillada junto a mi chica intentado que volviera a la consciencia.

Sin saber por qué, Cris siempre me había recordado mucho a Gabi. Sabía que él le tenía mucho cariño, pero ni él ni Patri, su novia, soltaban prenda de sobre qué se conocían.

–Se la lleva la ambulancia-anunció Saúl–. Creo que ya está volviendo a la consciencia, pero no quieren arriesgar.

–Vámonos–murmuré tirando de Théo, el cual me había insistido en acompañarme

–¿Piensas conducir hasta el hospital?

–Ni de coña–Saúl interrumpió nuestra conversación–. Os acerco yo.

Volví la vista al campo. La camilla se alejaba con Noa encima. Miré hacia Cris y ella me hizo un gesto de que estaba consciente.

–Pues vámonos. Saúl, por favor, vámonos.

                               (...)

No me dejaron entrar a verla en toda la noche. Aunque quería quedarme, Saúl me insistió en irme a casa par descansar e ir al entrenamiento al día siguiente. Una vez acabado este, me presenté con Cris y Amil en el hospital.

Nos dejaron entrar a la habitación. Noa estaba despierta.

–Buenos días dormilona–Amil besó su mejilla–. Menudo susto nos diste ayer. ¿Te parece bonito echarte a dormir en medio del campo?

Noa sonrió y negó con la cabeza.

–¿Qué pasó exactamente?

–Te diste contra el palo casi al final del partido–Cris se acercó y le dio la mano–. Quisiste continuar y te desmayaste al final.

Noa suspiró.

–¿Cuánto tendré que estar fuera de los terrenos de juego?

–¿No te lo ha dicho el médico?

Ella suspiró de nuevo y cerró los ojos mientras negaba con la cabeza.

–Menudo susto le diste al bruto de mi hermano–sonríe Amil–. A poco más salta al campo y te lleva él al hospital.

Me sonrojé y Noa me sonrió.

–Ven aquí, gordito.

Me acerqué y me incliné para besarla.

–Me has dado un susto de muerte–murmuré–. ¿Qué te ha dicho el médico?

–Que no es nada grave. Solo un golpe.

–¿Y por qué te desmayaste?

–Porque se dio un golpe en la cabeza, inteligente–rió Amil

–Gracias, ya sé que soy genial–le revolví el pelo y ella me miró indignada

                             (...)

Le dieron el alta esa tarde y me encargué personalmente de cuidarla para que guardara reposo.

La llevé a mi casa.

–En serio que no hace falta–ella no paraba de repetirlo

–Sí que hace, te voy a tener toda la tarde en reposo.

Perfect strangers {Griezmann}Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin