Capítulo 20: Volver a la normalidad

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–¡Vamos mami!–Mia bajó de mi regazo casi corriendo para acercarse a la valla, mientras que el pequeño Dani se mantenía sentado en mi regazo jugando con su chupete

Noa jugaría su último partido con las féminas para poder centrarse en nuestra familia. Era algo que le dolía mucho, porque el fútbol era su vida, pero sus hijos eran todavía más importante.

No salió de titular, pero sí salió al descanso. Ángel quiso que jugara la segunda parte.

Mía no paraba de animar, era muy vivaracha. A mi lado estaba sentada Luna, con el pequeño Saúl jr.
Aarón y la pequeña Sheila animaban junto a Mía y Nerea.
Saúl estaba un asiento más allá con la pequeña Clara. Ella y Saúl jr eran mellizos.

Amil estaba sentada a mi otro lado, junto a Yan. En el regazo de él estaba sentada la pequeña Marta, y en el vientre de mi hermana pataleaba Hugo, que ya estaba a punto de nacer.

Cris estaba sentada en la grada superior, junto a Lucas y a la recién nacida Claudia, que descansaba en los brazos de este. Había tardado cinco años desde su boda en decidirse a ser madre, pero Lucas la había convencido.

–¡Papi!–Mia se abrazó a mi pierna casi llorando

–¿Qué pasa pequeña?–cambié a Dani de lado para levantar a Mía y sentarla también en mi regazo

El pequeño rió al ver a su hermana y después volvió a concentrarse en su chupete.

–¿Por su hay tanta gente alrededor de mamá, allí tirada en el suelo?

Levanté la cabeza rápidamente. Había estado tan pendiente de Dani que me había olvidado completamente del partido.

–Antoine, dame al niño–murmuró Cris, cogiendo a Dani al ver mi preocupación

–Voy a...

Amil abrazó a Mía para que dejase de llorar. Yo me levanté y me acerqué a la zona donde ella estaba tendida. Había recuperado la consciencia, pero todavía no se levantaba.

Ángel se acercó a ponerme al tanto.

–Golpe parecido al de la última vez que le pasó esto. No van a llevarla al hospital esta vez, pero vamos a llevarla a la enfermería para que le hagan unas pruebas.

Asentí con preocupación.

Salió ovacionada por todo el estadio. Se había ganado el cariño de la afición, al igual que Cris y Amil, y había querido volver a jugar un partido antes de irse. Pero no había salido bien del todo.

Bajé rápidamente a la enfermería para estar a su lado. No me dejaron entrar, pero sí salió una enfermera del equipo de emergencias que acudía a cada partido y que le había hecho el reconocimiento médico.

–Bueno, señor Griezmann, lo que tenemos que decirle es una buena noticia. Su mujer está embarazada.

Las palabras casi se me atragantaron. Daniel apenas tenía año y medio, ¿ibamos a ser padres de nuevo?

Decidí entrar a verla. Estaba tumbada en la camilla y tenía una máscara de oxígeno puesta, pues el golpe la había dejado tocada.

–A ver, señora mete sustos...

Me acerqué y tomé su mano. Ella sonrió.

–No tenía ni idea, Anto, lo juro. Si no no habría jugado el partido.

–Lo sé. Pero él o ella está bien, así que no pasa nada. Eso sí, reposo absoluto al llegar a casa.

–¿Reposo con tu hijo empezando a correr por la casa?

Reí.

–Yo me encargo de Dani, pero tú vas a estar en reposo absoluto. Te ves con Mía un maratón de películas de princesas y listo.

Noa suspiró y la enfermera volvió a entrar para quitarle el oxígeno. Noa se levantó un poco mareada y se agarró a mí para no caerse.

La acompañé hasta el vestuario.

–Voy a decirles a todos que estás bien, ¿vale?

Ella asintió y se adentró en la sala. Yo volví a subir a la grada.

–Está bien–anuncié volviendo a sentarme en el sitio de antes

Cris puso a Dani en mi regazo y este me observó curioso.

–¿Amamá?–pronunció con su peculiar voz de bebé

–Viene ahora, campeón.

–¿Qué le ha pasado?–preguntó Amil cogiendo mi mano y acariciándola

–Está embarazada de nuevo. No sabía nada y por eso jugó el partido.

–¿El bebé está bien?–preguntó Luna preocupada

Asentí.

–No te veo muy contento, Griezmann–Lucas me dio un toquecito en la espalda

–Lo estoy, lo estoy. Pero en parte tengo miedo. Dani todavía es muy pequeño, y dos niños tan pequeños de golpe...

–Sabréis llevarlo–Cris besó mi mejilla–. Además, es culpa tuya por no usar protección.

La miré mal y ella se encogió de hombros, inocente.

                               (...)

–Dani, ven aquí...

Caminé tras el pequeño que seguía buscando con insistencia a su madre entre las puertas de las habitaciones.

–Mamá–dijo decidido

Mía estaba en el colegio y tendría que recogerla por la tarde, pues tenía extraescolares después de comer.

–¿Dónde está mi campeón?

Dani corrió hacia Noa, que lo levantó en brazos y besó su mejilla.

–Mami–Dani apoyó su cabeza en el hombro de ella, y Noa lo observó enternecida

–Es igual a ti, Anto–sonrió

–Tiene mis genes.

Me acerqué para besarla y hablarle a su crecida tripa de cinco meses. Una niña venía en camino.

Noa me despeinó un poco y bajó las escaleras para bajar al salón. Bajé tras ella.

–Los Ñíguez vendrán a cenar esta noche–anunció mirando su móvil

–¿Sabemos algo de Koke e Isa?–pregunté mientras preparaba el bocadillo para llevarle a Mía

–Siguen de viaje por algún lugar de por ahí adelante–rió Noa–. Y tu hermana y Yan han salido hoy rumbo a... ¿Nueva York puede ser?

–Me parece que sí.

Envolví el bocadillo en papel de aluminio y lo metí en la mochila de princesas de Mía.

–Anto, vigila a Dani un segundo, tengo que atender una llamada.

Asentí y cogí a nuestro hijo, que no quería separse de su madre.

–Será posible... No me quieres nada–protesté–. Solo quieres a mamá.

–Papá bueno–Dani sonrió y estornudó

–Uy, me parece que alguien está resfriándose...

Noa me arrebató al pequeño y le hizo cosquillas.

–¡Mami!–exclamó él, queriendo escapar

–Voy a buscar a Mía–anuncié y besé la mejilla del pequeño y los labios de Noa–. Nos vemos en un rato.

Y es que aquella era mi rutina: familia, fútbol y familia de nuevo. Mi pequeña normalidad.

Perfect strangers {Griezmann}Where stories live. Discover now