Hospital

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-¡No quiero tener nada que ver contigo! Puede que ya no seas un Rey en la cancha, pero lo sigues siendo fuera de ella –Grita a todo pulmón, al finalizar una práctica más en la que todo sale mal: cada pase, cada intento de sincronización, cada mirada, acaba en nada.

-¿¡Huh!?, ¿quieres pelea?, ¿todo esto es por lo del otro día?, ¿acaso eres estúpido? ¡Deja de comportar como un niño! –La mirada feroz de Hinata le indica que no son boberías, pero a Kageyama le importa bien poco si está o no enfadado; harto de los altibajos de su amigo, quiere que todo vuelve a hacer como antes, cuando estaban en el Karasuno. Agarra el cuello de la camiseta del pelirrojo y lo levanta, impidiéndole retroceder. –¿Acaso quieres que el partido lo ganen otros? Concéntrate de una jodida vez, ¿qué es esa mierda de salto?, ¿desde cuándo eres incapaz de bloquear bien?, así no llegarás a nada.

Maldición, yo tengo razón, ¿entonces por qué no es capaz de verlo?

El chico de pelo naranja pocas veces ha mostrado esa expresión, cansada, distante, sin un ápice de ganas por doblegarse ante las palabras de su compañero. Trata de amedrentarlo, de hacerle entender que está harto de tonterías, que para él su vida ya no es sólo golpear la pelota; más Tobio no entiende ni ve, ni siente ni padece lo que pasa en el interior de su amigo. El pequeño coge por la muñeca el brazo que lo sujeta, apartándolo. –Para ti solo existe el voleibol, ¿verdad? No creo que debamos ser amigos.

-¿Es que para ti no? –Esta vez, lo zarandea, demasiado cabreado como para contenerse. –¿No eras tú el que decía que quería ser como el Pequeño Gigante?, ¿representar a la selección japonesa? –Su cara está desfigurada por la ira, su corazón quiere morir en su boca a cada palabra que escupe con veneno. –¡¿Crees realmente que conseguirás algo con toda esta porquería, idiota?!

El más pequeño golpea el suelo al ser empujado por el más alto, pero eso no importa, claro que no. El suelo no duele, son sus palabras las que hacen daño.

-Ey, chicos, deberían relajarse. Sean amigos, tranquilos, esto es normal. Simplemente están tensos por las preliminares. –Nishinoya es el único capaz de intervenir, nervioso y sorprendido. Siempre se peleaban, por supuesto, pero jamás de esa forma.

Se miran, con los ojos bien abiertos, ambos con el ceño fruncido y los dientes apretados. –¡No pienso ser amigo de un inepto como él! –La pelota que estaba a los pies de Kageyama golpea la pared.

Joder, todo es un absoluto desastre.

-Muérete, Rey. –No lo dice de verdad, pero es incapaz de pensar en otra cosa en ese momento, mientras se va de la cancha con cientos de ojos sobre su piel. Tenía suficiente, no podía seguir un segundo más estando a su lado siendo un simple amigo y mendigando aprecio; tampoco un compañero de voleibol, ni un simple títere que lo ayudaría en su carrera.

Dos semanas más tarde

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Dos semanas más tarde.

Los parpados pesaban, sin querer moverse ni dejarle ver. Su cuerpo estaba hecho trizas, cada una de sus extremidades parecían apunto de desprenderse de él; si estiraba los dedos, éstos crujían, si movía la rodilla, ésta dolía. Quedarse en la cama, sin moverse ni hacer nada era la mejor opción, o lo sería si supiese dónde estaba y cómo había llegado allí.

Pases en el aire - [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora