2. Bukowski.

56 6 26
                                    

—Gracias

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Gracias. —dije bajando del coche y dando un portazo.

—¿"Gracias"? ¿Eso es todo lo que tienes para decir después de que te saqué del calabozo? —Aleix desciende detrás de mí. Siento sus pasos en mi espalda, pero no me vuelvo ni me detengo.

—¿Qué quieres que te diga, Aleix?

—Algo como el porqué de que te hayan detenido.

—No lo sé. —miento— No sé, tampoco quiero hablarlo ahora...

Abro la puerta de la casa y, sin decir nada, subo a su habitación. Había pensado en quedarme aquí un tiempo hasta encontrar un apartamento decente, pero parece que no podemos convivir sin acabar peleándonos.

Meto algo de ropa en la mochila mientras sigo sintiendo su presencia detrás de mí.

—¿Y ahora a dónde vas?

—Lejos.

Sentí su respiración entrecortada y supe que estaba a punto de decir algo, pero lo interrumpí antes de que pudiera hacerlo y salí de la habitación.

—Siempre puedes encerrarlo en tu sótano, atarlo de pies a cabeza y... Taparle la boca con un pañuelo. —Cruz me ayudaba sujetando el saco de boxeo al que estaba golpeando.

Paré un segundo cuando él dijo eso y lo miré mal.

—Bueno, vale... Un celo. —dijo de nuevo, pero negué con la cabeza.— Vale, deja que grite y todos te descubran.

—Al que voy a encerrar en un sótano de por vida será a ti. — dije parando de golpear el saco, me quité las vendas de las manos y me tiré al suelo agotado.

—Estamos haciendo de esto un gimnasio guapo, ¿eh? —Cruz dejó caer el saco que hizo un estruendoso sonido a mi lado.

Cruz descubrió este metro abandonado y decidió improvisar un gimnasio sin el permiso de nadie. Lo positivo es que solo estamos él y yo. Lo negativo es que el lugar huele mal y solo contamos con un saco de boxeo, del cual prefiero no saber su origen.

Me recosté en el suelo observando el techo. A pesar de estar dañado, con las vigas expuestas y la pintura descascarada, aún se mantenía en pie. Me recordaba a mi mismo.

—Roma está aquí.

—¿Quién es Roma? —preguntó Cruz.

—Tu puta madre.

—¿Qué? No lo conozco.

—Claro que lo conoces, te he hablado muchas veces de él... Es... —Cruz se sentó delante de mí y pude verle alzando una ceja.— Es, mi ex mejor amigo.

—Me ofende que hayas tenido amigos antes que yo.

Me incorporé sentándome, para estar cara a cara con él.

ParadoxeWhere stories live. Discover now