21 ~ Problemas

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Ambos habían tomado una pequeña parte de los suministros del botiquín y se habían alejado del otro en busca de tranquilidad, estando separados y en dos extremos distintos de la habitación hasta que terminaron con el cuidado de sus heridas. Un silencio intenso se vio instaurado durante todo ese proceso; Samuel intentaba contener su tristeza y enojo y Guillermo su creciente temor.

Luego de algunos minutos, que para ambos habían sido excesivamente tediosos, volvieron a juntarse en el centro de la habitación, tomando asiento en el mismo sofá en el que estuvieron la primera vez que visitaron aquel lugar. Estando uno junto al otro, era mucho más notoria la tensión que, sin quererlo, se había generado entre ambos. Ninguno podía negar que hubieran pasado muchísimas cosas en poco tiempo que justificaban a la perfección la situación, sin embargo. Guillermo mantenía la mirada en el torpe vendaje que cubría su pierna desde la parte baja de la rodilla hasta casi su talón intentando que sus pensamientos no generaran más preguntas de las que ya había hecho. No podía bombardear al elemental con sus cuestiones sabiendo lo inestable que aún estaba, pero sin embargo sentía la inherente necesidad de hacerlo.

-Samuel...- Guillermo despegó la vista de su pierna y busco los ojos del elemental.

-Álvaro está muerto.

El psicólogo sintió su sangre helar al ser su primera pregunta en la lista resuelta. No habían conectado miradas hasta entonces, pero cuando Guillermo notó los aún morados ojos de su paciente aguados y al borde de las lágrimas, entendió que quizás debía simplemente callar.

-Álvaro está muerto- repitió para sí mismo esquivando los ojos del profesional –y ellos lo mataron... por mi culpa- pausó dejando que las lágrimas humedecieran sus mejillas y se perdieran en su camiseta al caer. Apoyó los codos sobre las rodillas y tomó la cabeza entre sus manos, devastado –Lo asesinaron porque sabían que podía ayudarme, al igual que lo hicieron con mis padres- sorbió por la nariz –Me están buscando.

El psicólogo abrazó al morado por los hombros y juntó ambos cuerpos, intentando así transmitirle un poco de compañía. De nada servía hablar; necesitaba que Samuel se descargara.

-Tengo que salir y buscarlos, matar a todo aquel que se atrevió a meterse con uno de los míos- esta vez su voz salió menos angustiada y con más energía, aunque no precisamente una energía positiva –Esto no puede quedar así.

Movió rápidamente sus hombros, librándose del afecto de Guillermo, y se puso de pie; caminó rápidamente hacia la habitación de Álvaro, convencido de que allí encontraría lo que buscaba, y abrió la puerta casi con desespero. Por su parte, Guillermo se movió con torpeza pero rapidez detrás de él.

-¿Qué haces?- el profesional dejó caer su cuerpo contra el umbral de la puerta y así evitar hacer peso contra su pierna lastimada.

-Me voy.

Abrió el armario y esperó encontrar la ropa de su compañero elemental, pero lo único que encontró fue un mueble vació y con algunas chucherías y pertenencias. Por suerte, una de esas pertenencias era una desgastada mochila negra.

-¿Cómo que te vas?- Samuel pasó junto a él con la mochila entre sus manos y empujó su cuerpo para abrirse paso, haciéndolo tambalear. Al no obtener respuesta, caminó siguiendo sus pasos hasta la sala de estar; el morado guardaba varias cosas del botiquín dentro del bolso negro –Samuel.

-No te importa a donde me vaya, solo que lo haré- colgó la mochila al hombro y se dispuso a salir.

-¡No!- con todo el dolor del mundo, Guillermo había corrido los pocos metros que los separaba y había tomado una de las muñecas del morado -¿piensas dejarme?

Los cuatro elementos [Wigetta]Where stories live. Discover now