Capítulo 1

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Me miro por última vez al espejo, para colocarme bien la túnica. Dijo Hassane que no podrá llevarnos esta noche, pero que aún así estará ahí más tarde. 

Hassane es el hombre para el que trabajo. Se dedica a organizar fiestas, y nosotras somos las bailarinas, le pagan a él por organizar las fiestas y nosotras cobramos por noche, lo que los clientes nos dan. 

Thalia, Damia y Amina son mis compañeras. Nos coordinamos en los bailes, y la compartimos el dinero con la que no consiguió nada. Son mayores que yo, por eso me consideran como su hermana menor. Cuántas fueron las ocasiones en las que me salvaron de algún borracho. Yo, al contrario que ellas, mantengo mi flor intacta. Ellas cobran más por servicios especiales. 

Sí, adivinaste, soy Chikha. 

Mis padres murieron hace un par de años. Comencé a cobrar una paga para poder mantener a mis hermanos, y al mismo tiempo estudiaba. Pero todo dio un giro cuando mi hermana comenzó a toser sangre, o a emitir un grito agudo cada vez que respiraba hondo. Al cabo de unas pocas semanas perdió casi la mitad de su peso. Pedí algo de dinero por prestado y la llevé a un hospital para que vieran qué tenía. 

Cuando el doctor me dijo que tenía cáncer de pulmón por poco me da un infarto. No quise llorar delante suya, así que le compré un helado y la llevé a casa. Sin poder aguantar más el agobio salí a media noche. No me di cuenta hasta que me encontré corriendo a todo pulmón entre las calles. Un sonido rápido, acompañado de un barullo llega a mis oídos. 

Sin darme cuenta estoy bailando entre las bailarinas, que se sentaron en el suelo alrededor de mi. Una de ellas me detiene y pasa un cinturón con miles de pequeñas monedas que con un simple movimiento de mis caderas sonaban hasta volver locos a todos los hombres. 

Me deslizo entre todas las sillas, llenas de personas borrachas, sin dejar de mover mis caderas. Caigo sobre mis rodillas y muevo mi cabeza, hasta hacer que mi pelo vuele. Las lágrimas deslizan por mis mejillas mientras me muevo sin parar. Hasta que al final caigo rendida al acabar la música.

De ahí me llaman al-majdouba. Que se refiere a que cuando bailo no parece que sea yo quien baile, más bien parece que estoy poseída. Pero claro, nada es real. 

Por casualidad Hassane estaba en aquella boda, y al verme bailar tan bien, colocó su número de teléfono en mi palma cuando me iba a ir. En un principio no quise trabajar en algo como aquello, nunca perdí la esperanza de encontrar un trabajo digno. Pero no tardaron en llegar las sesiones de quimioterapia de mi hermana, y si con sólo las revisiones me gasto lo que equivale a la paga de un año, imaginen lo que valen las sesiones de quimioterapia. Todo eso más los medicamentos, sin quitarle las dos bocas más que tenía que alimentar. Así que finalmente dejé mi orgullo a un lado y llamé a Hassane

De pequeña era gordita, así que mis padres me metieron a baile para que baje un poco la grasa que corría por mis venas. De ahí conocí a una chica que se movía muy bien, y en los tiempos libres me enseñaba a bailar y las bases del Chaabi (Baile típico marroquí)

Total, que ahora me estoy quitando el cinturón para irme. No he conseguido mucho dinero, pero creo que nos mantendrá por una semana. Y justo mañana tengo otra boda, así que tampoco es que me sea de urgencia conseguir el dinero. 

Es ahí cuando se abre la puerta del cuarto que nos dejaron para cambiarnos, y entra lo que supuestamente era el novio, que ahora se reduce a una camisa mal abrochada, una corbata deshecha, una botella en una mano, un zapato en un pie y un calcetín en otro. Me muevo, porque la sonrisa que me dedica y sus torpes pasos hacia mí me indican que no va a darme las gracias precisamente.

— Hey, por ahí no es guaperas— dice la voz de Amina desde la puerta

— La quiero a ella...— y se tambalea

Las manos de Amina lo envuelven y esa mirada que ya conozco. Él desvía su atención a la que ahora devora su cuello y yo me las apaño como puedo para ponerme la túnica y correr fuera de esa habitación

No es la primera vez que me salva una de ellas, de echo me atrevería a decir que es la primera vez que llega antes de que me ponga la mano encima, y que acabe con algunos arañazos debidos a mi resistencia.

Dejo las llaves en la puerta y entro directamente al cuarto de los chicos. Los arropo y dejo un beso en sus frentes Yassine y Junaid son mis dos amorcitos. Yassine es el mayor, y tiene 9 años, y Junaid tiene 6, el pequeño. Dejo el dinero que conseguí sorbe sus mesas, firmo la autorización para que vayan de excursión al monte y salgo cerrando la puerta con sigilo. 

Abro despacio la puerta del cuarto de enfrente, y puedo ver una pequeña lucecita encendida, pegada al enchufe. Sonrío, recordando que ella no puede dormir sin su luz rosada. Camino hacia ella, y destapo su calva cabecita. No puedo evitar recordarla con su melenita, Jaida desde luego no merece lo que le ocurre. Dejo un beso en la coronilla de su cabeza y decido que la debo dejar dormir, la sesión de ayer la debió agotar mucho

— Majdu, felicidades— dice medio dormida— ya tienes 19

Vuelvo a dejar un beso en su mejilla y ella pasa sus brazos por mi cuello en forma de abrazo

— Gracias querida. Ahora duerme y buenas noches, mañana será un nuevo día

Y con otro beso me despido de ella y me voy a mi cuarto a intentar conciliar el sueño, que no llegará hasta muy tarde, como de costumbre

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¿Qué os parece? Sé que tengo muchas cosas por escribir, pero creo que ésta historia debe ser escrita. Así que aquí está. Intentaré subir un capítulo cada vez que pueda, mientras tanto deja tu estrellita y tu comentario constructivo

¡Hasta otrooooooo!

Historia de una Chikha ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum