Capítulo 5

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París es hermosa, amo todo, el ambiente, la gente, las calles, los edificios, los parques... Todo. 

Esta noche tengo la boda. La novia es modelo, una muy reconocida por aquí, y el novio pues nada más y nada menos que juez.Me encantaría tener la vida resuelta como ellos, pero aquí estoy, mirando desde lo alto de la Torre Eiffel toda París. 

Paseo un poco por algunos de los lugares cercanos al hotel, porque tampoco quiero perderme, y vuelvo cuando empieza a anochecer. Al entrar a mi habitación, que no es nada más y nada menos que la suite del hotel de enfrente de la torre, esa en la cual se hospedaron los reyes y grandes cantantes y actores. Me siento como toda una millonaria. Pero vuelvo a la realidad cuando encuentro una caja grande sobre la mesa del recibidor. Me acerco y la abro. Es ropa, aún en su envoltorio. La abro y descubro que es la ropa del folclore del marruecos oriental. Una capa blanca, bordada de plateado, con una túnica blanca y lisa, bien planchada. Sigo sacando y descubro un pequeño cinturón ligado a una daga

«¡Es la vestimenta tradicional de los caballeros en un diseño de mujer! ¡Escuché que de estos hay muy pocos!»

Me lo pongo para mirarme al espejo. Parezco todo un caballero. Recojo mi pelo y lo cubro con la capa, mostrando mi daga. Emocionada, vuelvo a la caja, para seguir sacando cosas. Hay un pequeño botecito de cristal cerrado con un tapón de corcho. Portaba un líquido amarillento y una pequeña nota atada al bote, escrita en árabe

»Espero que disfrutes de ésta noche: Un pequeño regalo de una pequeña personita«

¿Pierre? imposible ¿el novio? no creo, ya tiene esposa... Entonces ¿Quién?

Y en respuesta una llamada suena en mi móvil. El número no lo tengo registrado, pero aún así contesto

— ¿Sí?

— Hola— suena la voz del novio— ¿Te llegó la caja?

— Em... Sí, pero no tenías porqué...

— No, no, no, fue mi padre. Insistió en regalártelo para que te lo pongas ésta noche— dice algo nervioso

— Ah, muy amable por su parte

— ¿Preparada?— no me deja responder— Pierre Alexandre te espera abajo, cuando estés preparada bajas 

— Claro— y cuelga sin siquiera despedirse

Total que a los 20 minutos ya estaba maquillada y bajaba para encontrarme con ese tal Pierre. Paseo la mirada por el recibidor, no está, me asomo a la puerta y tampoco lo veo. Y cuando voy buscar el número que acababa de llamarme aparece muerto de risa.

¿Qué? ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?— digo de malas maneras, éste hombre ya me está empezando a poner de los nervios

— Tenías que verte, parecías una loca buscando por todos sitios

— No te diré lo que pareces tú porque eres amigo del que me tiene que pagar— cruzo mis brazos, viendo cómo él para de reír

¿Vamos?— dice cambiando completamente de cara

«¿Bipolar? Lo que me faltaba?»

Lo sigo hasta que subimos a un coche de alta gama. Conduce en silencio mientras suena una de esas canciones lentas en francés. No es un silencio incómodo, más bien pesado. 

Llegamos a donde su celebrará la boda, un jardín enorme, con árboles llenos de luces que conducían al lugar de la fiesta, con globos, un enorme escenario, una pista de baile, músicos con diferentes tipos de instrumentos, mesas pequeñas, redondas y largas alrededor de las cuales encontrabas como mucho a un hombre y a una mujer con una copa de champán, charlando tranquilamente. Las mujeres iban muy bien arregladas, y para nada tapadas. Grandes escotes, en espalda y pecho, ceñidos como pieles.

Cuando se dan cuenta de mi presencia aplauden dándome la bienvenida. Pierra me alcanza, cogiéndome del brazo y guiándome a una mesa sobre la cual había dos copas de champán

— No bebo— digo cuando alcanzamos la mesa

— No, es sólo para acomodarte. — le da un trago a su vaso

* * *

Ya me toca.

Suena la música y yo comienzo a mover los hombros, como hacen los del este. El hombre mayor, con canas y un musculoso y trabajado cuerpo, se mueve enfrente de mi con mi misma vestimenta pero en hombre:

Qué es ésto que veo

un pavo real 

o una ghazala* en celo

A lo que yo respondo

Pregunta y averigua

oriente, sahara y occidente

El hombre:

No me hace falta preguntar

no has dejado en mi duda

Te veo y enloquezco

me pierdo, me olvido  

Bailo alejándome de él, a lo que se suma otra mujer colocándose a mi lado, y pasando su brazo por mi cintura. Juntas nos movemos frente al anciano, al cual se sumó su hijo:

Yo soy como la pantera negra

y mi corazón se ha llenado

educada entre desconocidos

y por una palabra mato

El anciano se sorprende de mis palabras, pero no tarda en componer su respuesta:

Mi corazón como la tinta

Entiendo y leo en las hojas

No aguando la deshonra

por mi orgullo decapito  

Mi respuesta ronda en mi cabeza, pero me callo porque otras dos mujeres se suman a mi, y tres hombres se suman al anciano

Yo la libre

vivo exenta como la leona

como la llama roja

quemo e incendio 

a mis enemigos y los daño  

Él me sonríe, y levanta la mano indicando que se acercaba a nosotras, que retrocedimos unos pasos, para luego acercarnos a ellos en posturas imponentes haciendo que retrocedan. El anciano, al ver que soy tan hábil en lo mío, me responde:

Cumplo mis promesas

y mis palabras son mi munición

Mis hijos son jaguares

que pelean contra los leones  

Muy buena, pero no tanto como la mía:

Amo al sencillo

y odio que el humilde se humille

Hijo del jaguar

yo soy la pantera  

Dicho ésto me separo de las mujeres, saco la daga de mi cinturón y comienzo a agitarla en el aire hasta llegar al anciano y entregársela, que se arrodilló delante de mi y me dió la suya. La música cesa y todos explotan en aplausos y vitoreos. Cojo la daga, que pesa bastante, me la pongo en el cinturón, y tras despedirme de todos, decido que no hay mejor que terminar la noche en la cama.

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Un episodio que habla del folclore marroquí ¿Qué tal? Como siempre, Vota, Comenta, Y COMPARTE si te parece chupiguay


Historia de una Chikha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora