Capítulo 2

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Se habían conocido tres años atrás cuando él tenía veintiocho años y ella veintiséis.

Alex había entrado a comprar flores para el cumpleaños de una prima cuando la había visto por primera vez.

En ese instante su vida cambió para siempre pues con ineludible certeza supo que aquella joven de ojos verdes y pelo castaño era el amor de su vida.

Tal vez era una escena trillada de película o cosas que sólo sucedían en novelas románticas, pero así había sido: Amor a primera vista.

.Él la había invitado a salir y ella había aceptado.

Sara también era abogada como él pero no ejercía pues había descubierto que trabajar con flores la hacía más feliz que pasar horas en la corte y para ella era muy importante ser feliz.

De hecho su carácter alegre lo había atraído aún más y había deseado ser parte de lo que hacía feliz a aquella mujer.

Nunca más se había separado y un mes después de conocerse se casaron.

Compraron una casa y disfrutaron cada instante de su decoración, sentían que estaban construyendo un templo para amarse y por supuesto Sara se había ocupado del jardín mientras Alex había aceptado ser su diligente ayudante.

A Alexander le encantaba verla ocuparse de las plantas y comprobar que todo crecía y florecía bajo el cuidado de la mujer amada.

No había peleas, ni discusiones trascendentes entre ellos, sólo desacuerdos que solucionaban rápidamente. A ninguno le gustaba herir al otro y solo había lugar para el amor, la pasión y la felicidad.

Eran felices y aquella felicidad había llegado a su cúspide cuando se habían enterado del embarazo.

Habían decidido esperar para tener un hijo , ya que él trabajaba por un ascenso en su bufete y cuando el éxito había llegado habían dejado de cuidarse.

Tanta felicidad le hacía pensar ahora a Alexander que como en los antiguos mitos habían ofendido a algún dios vengativo con su dicha y los había destruido sin el más mínimo miramiento.

Después de una fiesta de fin de semana al volver a casa habían tenido un accidente. La ruta estaba mojada por la lluvia y el auto se había descontrolado, había dado una vuelta entera y lo último que él recordaba era un fuerte dolor y el abismo negro de la inconciencia.

Luego había despertado en una clínica para descubrir que había estado muchos días en un coma farmacológico producido por los médicos para poder operar y curar sus graves heridas.

Y apenas un día atrás , cuando finalmente le habían dado el alta había despertado a un infierno peor cuando le habían contado del estado de Sara.

Se había comunicado inmediatamente con sus suegros y contra todos los consejos que le habían dado , había ido a ver a Sara.

Ahora se encontraba en la puerta de la florería, deseando y temiendo entrar.

Pensaba que al entrar, ella lo reconocería y podrían dejar todo atrás, pero temía que no fuera así.

¿Qué haría si no había una solución mágica para el estado de Sara? ¿Cómo viviría sin ella? Ni siquiera podía imaginarlo.

Se armó de valor, inhaló una fuerte bocanada de aire y entró.

A pesar de que no estaba el mismo personal y que la tienda había sufrido algunas modificaciones, fue como retroceder en el tiempo.

El colorido del lugar, el aroma dulce de las flores mezclado con una esencia de vegetación salvaje y una mujer que relumbraba en aquel paradisíaco paisaje.

-¿En que puedo ayudarlo? - preguntó la joven acercándosele y Alexander perdió el aliento.

Estaba tan bella como siempre , pero muy delgada .También él había perdido peso durante la internación pero en ella era más notable , el tenue vestido floreado lo acentuaba aún más, de la misma manera que acentuaba el verde de sus ojos.

Unos ojos que lo miraban pero no lo veían, todo lo que le habían dicho era verdad. Sara no lo reconocía, su mirada estaba vacía al dirigirse a él.

Se la veía tan triste que Alex tuvo que apretarse las manos para no ir hacia ella y abrazarla.

-¿Señor? – insistió ella y con más valor del que tenía Alex logró contestarle

-Sí, disculpe. Quería unas azucenas, son para mi secretaria que cumple años.

-Ah, son mis favoritas, ahora le preparo un ramo – dijo ella y él la siguió.

-¿Quiere escribirle algo? – preguntó la joven

-Sí creo que es lo más conveniente, lleva cinco años conmigo. Es casi como mi madre – dijo él explicándose tontamente . No quería que ella pensara que las flores eran para algún amor. Toda la situación era tan absurda, Alex sentía que estaba en una pesadilla.

-Tome – dijo ella alcanzándole una pequeña tarjeta y una lapicera. Al tomarlas sus manos se rozaron y ella las apartó rápidamente.

Llevaba su anillo de bodas y entonces Alex notó que también él llevaba el suyo.

-¿Algo más?- preguntó Sara y él volvió a la realidad. A la terrible realidad. Le pasó el dinero y ella le cobró.

-Gracias – le dijo tratando de alargar su encuentro

-No hay por qué – respondió la joven con una tenue sonrisa que no le llegaba a la mirada

-Adiós – dijo él y salió de la tienda sin mirar atrás. Un par de cuadras más allá arrojó el ramo a un cesto de basura y se fue a la clínica .

-Necesito saber todo- dijo apenas el médico lo recibió- Cada detalle de lo que le sucede a Sara y también como debo comportarme con ella y que posibilidades hay

-Tranquilo. Siéntese por favor y le aclararé todas sus dudas.

Durante largo rato Alexander mantuvo una charla muy informativa pero igualmente inútil con el médico. Sabía mucho más sobre lo que le pasaba a Sara pero seguía sin saber como curarla.

Una última pregunta pasó por su mente

-¿Puede a volver a tener hijos? – preguntó

-¿Importa? – le preguntó a su vez el médico

-No a mí. Me casé con ella porque la amo, no para reproducirme, pero sólo quería saber si eso puede ser parte del trauma.- contestó irritado

-Ella está perfectamente sana, podrá tener hijos si así lo desea, pero la verdad es que tampoco sabemos que efecto puede causar en su mente un nuevo embarazo. Podría ayudarla o perjudicarla si no puede superar la pérdida que sufrió.

-¡Cielos! – exclamó Alex con pesar. Era como caminar sobre una delgada capa de hielo , no había garantías sobre qué podía dañar o ayudar a Sara.

Él sólo sabía que no podía alejarse de ella.

Locura de amorUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum