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                      Derek


—Creí que eso era imposible.— sigue Brad. Jessica rueda los ojos pero el brillo en sus ojos es imposible ignorar.

—Como sea.— su mirada baja hacia la ensalada que tiene en frente y comienza a comer sin importarle nuestra presencia.

Es la primera vez que no nos manda a la mierda.

—¿Qué te trae tan feliz?— pregunto esta vez yo—. Escuché el nombre...¿cómo era?— fingí pensar tomando mi barbilla y fruncí el ceño—. Jo..¿Jordan?— sonreí al ver que sus ojos se abrían lentamente por la sorpresa. Más sorprendido estaba yo, joder. Es la primera vez que no la veo con esa mirada de aburrimiento, desinterés y frialdad.

—¿No te enseñó tu madre a no escuchar conversaciones ajenas?— pregunta mirandome directamente a los ojos. Ese color miel que me ha distraído más de una vez.

—Mi padre si, pero me importa una mierda.— sonreí sin humor y soltó una risita que hizo que mi piel se eriza y partes de mi cuerpo se despertaran. Me puse serio y me cubrí con la mano, mirando hacia otro lado.
Ella pareció no percatarse de mi incomodidad, pero Brad, al contrario, soltó una carcajada.

—Amigo, no...no puedes, joder.— habló como pudo y sentí mis mejillas arder. Mi vista volvió tímidamente a la de la pelirroja que tenía en frente, en sus ojos color miel pude notar la confusión como también la diversión. Sus mejillas estaban sonrosadas y la sonrisa no se le borraba del rostro mientras masticaba.

Luego de unos incómodos minutos, ella terminó su comida y se levantó a tirarla a la basura, para luego desaparecer por el pasillo.

—Joder, Derek, necesitas acción. ¿Anna no te está dando lo necesario?— mi atención se desvió de la voz de mi amigo hacia el celular abandonado en la mesa—. Mierda, es nuestra oportunidad.— Brad habló y antes de que lo agarrara lo tomé en mis manos.

—No es de buena educación revisar móviles de otras personas.— sonreí irónico y él rodó los ojos.

—Me importa una mierda— respondió lo mismo que yo hace minutos y me levanté de mi asiento para dirigirme al casillero de Jessica, que es donde seguramente debería estar.

Y así era.

Jessica estaba guardando un par de libros y sacando otro par. Sonreí y me acerqué a ella. Por un momento, dudé. Las manos me picaban de las ganas de revisarle el móvil que tenía, pero no podía hacerlo. ¿O si?

Aproveché que aún no se había percatado de mi presencia y me dirigí hacia los baños. Me anoté su número de teléfono y luego revisé el chat que más me importaba.

Nada.

No entendía nada.

Hablan sobre una clase de "información" y una cafetería fuera de la ciudad. ¿Qué?

Sacudí mi cabeza con frustración al no encontrar nada que me afirmara quien era o que relación tenían.

Salí rápidamente del baño y una mano se enterró en mi camiseta, haciendome retroceder y chocar contra la pared. Cerró la puerta con llave y puso su brazo debajo de mi cuello, ejerciendo fuerza.

Jessica SellersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora