III. Sueño de una Noche de Invierno

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-No te necesito.

-Lo sé.

-Soy fuerte. Esto no me derrumbará.

-Eso espero.

-¿Entonces por qué quieres quedarte conmigo? ¿A caso es por culpabilidad? Él ya está muerto –dijo con voz quebrada- ¿No es ya demasiado tarde? No puedes hacer nada.

-Chuya...

-¿Qué se supone que quieres que haga? No te entiendo.

-Quédate conmigo.

Lo observó fijamente: sus profundos ojos parecían dos pozos llenos de dolor. Su rostro pálido se hallaba demacrado.

-Él... ¿Sabía de mi existencia?

-Sí, lo hacía.

-¿Me odiaba? –pronunciaba cada palabra lentamente, como dictando su merecida sentencia. Parecía a punto de romperse.

-Le dije que habías muerto protegiéndonos. Que siempre lo habías amado. Tal vez por eso, cuando ingresaste a la habitación, creyó que venías a por él, que era la hora de su muerte.

-¿Cómo sabía que era yo?

-Tenía la foto en donde estabas con Oda y Ango. Se la regaló Mori en su último cumpleaños.

-Él... ¿Cómo era?

-Muy feliz. Un niño alegre, divertido, tranquilo, curioso... un poco torpe, por lo que siempre terminaba con heridas y vendas en su cuerpo –se permitió sonreír. Había tantas hermosas palabras para describir a su hijo... pero la más importante era- Muy bondadoso. Tal vez demasiado...

-¿Por qué no estaba junto a él cuando sucedió? – eso en su voz ¿Era dolor?

-¿No te lo dije ya? Él es... era... muy bueno. No quería que lo viese morir.

A pesar de estar luchando fervientemente, perdió la batalla y sus lágrimas volvieron a caer.

¿Qué se suponía que haría ahora?

-Es gracioso hasta qué punto llegué a amarlo... aun cuando en un principio lo había odiado con mi vida. Ironía ¿No crees?

¿En verdad algo tan hermoso pudo nacer producto del odio y la lujuria?

No le respondió, y Chuya siguió con la mirada baja. Pronto, los brazos del otro le rodearon, sorprendiéndolo y a la vez, al sentirse tan... consolado, no hizo nada para alejarlo. Mas bien, se aferró a él.

-Nosotros nunca nos amamos.

-Lo sé.

-Entonces ¿Por eso es que sucedió todo esto?

Dazai besó su frente, quedándose en esa posición por un largo rato.

Chuya sintió las pequeñas y saladas lágrimas de este, caer sobre sus mejillas. Y, casi inconscientemente, acarició sus cabello; tan similares a los de su hijo...



¿Por qué reaccionas así?

El moreno pensaba que, si le hubiesen dicho una noticia tan fuerte como esta, en su época oscura, probablemente no le hubiese dolido tanto como ahora.

¿O sí?

¿Por qué reaccionas así? La pregunta antes mencionada y no respondida, se repitió.

Dolía.

Pero...

Ni siquiera había conocido al niño ¿Entonces por qué dolía tanto?

ANTES DE DORMIR |PremiosUNIVERSO|Where stories live. Discover now