Perdonar merece la pena [TRILOGÍA #2]

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"¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: <<Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero>>) Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quién nos amó"

Romanos 8.35-37

Oliver Continuación...

Estaba en la cima del mundo, adinerado, una persona a la que le tenían respeto e incluso miedo, lo tenía todo en cuestiones materialistas y superficiales. Pero sabemos que todas estas cosas tienen un precio, el enemigo no da paso sin huarache o como dicen, es astuto y siempre que te da algo tú tienes que recompensarlo de la misma o mejor manera. Por un tiempo me hizo sentir poderoso pero después vino por su recompensa, no se iba a quedar con las manos vacías. Hay personas como yo, que viven por un tiempo feliz y satisfecho por lo que obtienen del mundo; ya sea fama o dinero, o sexo, pero solo queda ahí. Solo es una estúpida necesidad necia y humana que la mayoría tenemos, y al quedar satisfecho solo pasa eso, nada más, el vacío dentro de ti sigue ahí. Así fue como yo me sentí después de haber conseguido todo lo que creía necesitar. Satanás me hizo creer que lo tenía todo, pero después me dio la espalda e hizo de mi vida un infierno.

(...)

Salgo de la casa sin mirar atrás y me meto en el coche. Antes de arrancar me quedo pensando <<solo voy a la tienda, me vería como un verdadero idiota utilizando el coche para solo ir a una cuadra de mi casa, mejor voy a pie>>. Miro mi reloj de mano: 12:00 am. A pesar de ser medio día las calles están desiertas. No hay ninguna persona, ni rastro de ellas. Siento algo dentro de mí, como un presentimiento pero hago caso omiso y salgo del coche. Camino tranquilamente hacia mi destino cuando alguien me habla detrás:

ꟷ Oye tu... Oliver, ¿verdad?

Cuando me vuelvo un puño golpea mi rostro, yo caigo de espaldas hacia el asfalto. Todo paso muy rápido y cuando me disponía a reaccionar ya tenía encima de mi como quince hombres azotándome y gritándome.

ꟷ ¡Suéltenme, cabrones! ¿Cuál es su problema? ꟷ les dije mientras forcejeaba.

ꟷ ¡Nos estas robando territorio, tienes que dejarlo todo! ꟷ me espeta uno de ellos tomándome de la espalda mientras otro me golpea en el vientre.

ꟷ ¡Te vamos a matar si no entiendes!

Me resisto y le escupo en la cara. Entonces uno de ellos saca de su pantalón una navaja y la pasa por la mejilla. Grito y para suprimirlo, uno de ellos golpea mi rostro con fuerza consiguiendo dejándome sin fuerza y sin sentido común.

Abrí los ojos y el zumbido en mi oído me impedía poder percibir donde me encontraba. Talle mis ojos con las manos y mi visibilidad no se estabilizaban. Sentía mojado mi rostro y mis brazos. Lo único que podía notar era el rojo de mi sangre y a lo lejos oía el siseo de los pájaros y el motor de autos. Permanecí unos minutos sentado frotándome la cabeza, tratando de retomar fuerzas para poder levantarme. Cuando pude estabilizar mis sentidos y el equilibrio de mi cuerpo, me levante. Observe a mi alrededor y me encontré en medio de un bosque, cuando voltee hacia arriba me di cuenta que estaba próximo a la pista. Luche con el dolor en mis piernas y la sangre que caía sobre mis ojos cuando subía hacia la carretera. Cuando llegue, por cada auto que se acercaba levantaba mi pulgar en busca de ayuda. Gritaba y levantaba mis manos, pero nadie acudió. Desesperado, me volví hacia todos lados, y la única solución que encontré fue caminar. Camine, camine y camine, por horas. El sol estaba en su punto, suponía que era medio día y otro día más, ¡cuánto tiempo estuve inconsciente! Mi reloj de mano ya no estaba en mi muñeca, posiblemente esos malditos se había llevado mis pertenencias. Ni siquiera el celular. Sonreí al ver a lo lejos humo, era señal que estaba cerca de aquellas tiendas de comida donde tenían chimeneas y comida... comida, ni me había percatado del rugir de mis tripas por el dolor inaudito de mis heridas.