¿Por qué no?

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Continuamente cenaban juntos. Shiemi, Rin y Yukio. La rubia le tenía un gran cariño al de lentes, por eso que incitó a Rin para que viese qué ocurría en el dormitorio de su hermano.

Cuando regresó con él siguiéndole el paso, ella preguntó con la mirada. El gemelo mayor sólo le guiñó un ojo y le dio un beso en la coronilla, como cada noche al llegar a la habitación que compartían.

Pero Yukio estaba inusualmente callado esa noche y eso aumentó su curiosidad. Por tal motivo le lanzaba miradas furtivas al gemelo, tratando de descifrar cuál era el secreto.

—Hoy fue un largo día, ¿no creen? —preguntó inocentemente a lo que Yukio reaccionó abriendo los ojos grandemente y asintiendo con la cabeza, sin dejar de mirar su plato.

—La misión de hoy fue pan comido.

Dijo Rin con suficiencia. Ella rio y sujetó su mano encima de la mesa, causando un sonrojo en el de colmillos afilados.

Notó cierta incomodidad de parte del de lentes y eso le dio muy mala espina.

Creía que aquel amor platónico de parte de ambos era cosa del pasado. Ella lo admiraba, por eso no notaba que cierto gemelo a su izquierda babeaba por ella. Y él... bueno, en realidad no tenía idea de qué era lo que pasaba por la mente de Yukio; lo cierto era que, desde la desaparición de Shura-san, había cambiado radicalmente.

Siempre llevaba ese aire melancólico a todas partes y se había vuelto más explosivo; algo muy distinto al pacífico Yukio-kun que había conocido.

En ese momento, se notaba estresado. Sujetaba el tenedor casi con ira y contenía el aire tanto tiempo que sentía que en cualquier momento se desmayaría.

Llamando su atención, Yukió suspiró pesadamente y se puso de pie.

—Muchas gracias, Shiemi-san. Estuvo delicioso.

Dijo en un tono amable pero sin el brillo de sus ojos.

—No ha sido nada, Yuki-kun —la rubia miró a Rin—. ¿Por qué no llevas a Yukio a la terraza?

El mensaje de su novia estaba claro en su mirada. Su hermano necesitaba compañía; dejarlo solo lo aterraba. Podría buscar a Arthur y armar un teatro o peor aún, salir en una misión suicida a liberar su odio contra algún demonio.

Y así lo hicieron. Prácticamente tuvo que arrastrar a Yukio hasta la terraza, pero logró mantenerlo en paz buen tiempo.

Shiemi permaneció sobre la mesa, mirando a los hermanos conversar. Aquello le daba tanta tranquilidad, que no escuchó el primer toque a la puerta.

Se levantó rápidamente a atender y halló a Izumo sujetando lo que parecía una gelatina.

—Lamento el retraso. Creí que ya no habría nadie hasta que vi la luz encendida.

Explicó mientras que la rubia la dejaba pasar y hacía espacio en la mesa para colocar el postre que había llevado la pelimorada.

—Tranquila. Imaginé que tu última clase te había retenido.

—Algo así. No recuerdo que en nuestros tiempos de estudiantes fuéramos así de flojos.

De todos los viejos amigos, sólo Yukio, Izumo y Konekomaru aceptaron los puestos de profesores en la Academia. Shiemi trabajaba en la enfermería. Se reunían cuando iban a misiones del Vaticano.

—Éramos demasiado entusiastas —sonrió mirando a los gemelos—. Sigo sin creer que Yukio-kun lograra ser maestro a esa edad.

Izumo miró al aludido. Siempre se había notado demasiado maduro y con el paso de los años aquello se incrementó, dándole, a su parecer, un toque sexy.

Parecía que la rubia había escuchado sus pensamientos, puesto que la miraba con picardía.

— ¿Por qué no se lo dices? —preguntó.

Ella enarcó los ojos. — ¿De qué tonterías hablas?

—Tú sabes de lo que hablo. Rin también lo ha notado.

— ¡Pues tú y Rin son unos tontos! —casi gritó y se cruzó de brazos.

Shiemi rodó los ojos. —Fuiste tú quien me ayudó a ver que estaba enamorada de Rin. Estoy devolviéndote el favor. Estás enamorada de Yukio.

La de cabellos morados sintió como se le subían los colores y la rubia se echó a reír. Ella se encogió de hombros.

—Pero, tú le gustabas a Rin. En cambio yo no le gusto ni un poco a Yukio.

— ¿Qué dices?, pero si eres muy linda. Arriésgate un poco.

Fue lo último que dijo antes de que los gemelos entrasen nuevamente, con unos gemelos de mejor humor.

—Izumo —saludó Rin.

—No te escuchamos llegar —justificó Yukio y ella le restó importancia, con las palabras de la rubia aún rebotando en su cabeza.

Comieron el postre y Yukio se ofreció a lavar los platos mientras que Shiemi trazaba su propio plan.

— ¿Creen que podamos abandonarlos un poco? —preguntó e Izumo la fulminó con los ojos—. Rin y yo debemos ir a entregar algo.

— ¿Ah, sí? —dijo Rin, que al ver la mirada de la rubia comprendió todo—. ¡Ah, sí!

—No hay problema —gritó Yukio desde la cocina—. Yo no creo poder dormir esta noche, así que vayan con calma.

Izumo iba a replicar, pero en un pestañeo ya se hallaban solos.

Suspiró y lo pensó un poco.

No tenía mucho que perder.

Se aproximó hasta el gemelo y se recargó en la pared.

— ¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó con toda tranquilidad.

Yukio la miró y sonrió de lado.

—No es necesario, pero gracias. Prefiero mantenerme ocupado.

La plática transcurrió con cierta dificultad. El pelinegro no revelaba demasiado y se notaba decaído; mientras que Izumo... era Izumo.

Era buena compañía.

Los lentes de Yukio se habían mojado, por lo que se los quitó y comenzó a limpiarlos con su gabardina. La chica reaccionó de inmediato.

— ¡No, los rallarás! —casi se los arrebató y comenzó a limpiarlos con la parte inferior de su blusa.

Mordió su labio. Lo que haría sería algo... riesgoso.

—Listo.

Avanzó hasta él, se puso en puntas y le colocó las gafas, tardándose más tiempo del necesario y acortando más distancia de la requerida.

Por su estado de ánimo, tal vez, no notó las intenciones de la pelimorada. Pero en cuanto lo hizo, tuvo que tomar una decisión. Una decisión demasiado rápida y poco meditada. Motivada por la ira y, en cierto punto, por su corazón herido.

Así que la dejó avanzar. La dejó rozar sus labios y saborearlos. La dejó atraerlo por el cuello y profundizar ese beso.

Hacía tanto que no hacía aquello que ya no recordaba qué hacer, así que dejó salir sus instintos cegados por las emociones anteriores. Así que se permitió pasar sus brazos por dentro de la gabardina de Izumo.

Aquello comenzaba a tomar cierto rumbo y no querían que fuese en presencia de Shiemi o Rin.

—Vamos a mi dormitorio...

Last chance (Ao no Exorcist)Where stories live. Discover now