Capítulo 1

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[Narrador Omnisciente]


Siglo XIX.

La familia real, tan conocida, admirada, gloriada. Los campesinos y gente que sólo los podía admirar desde muy lejos se podrían atrever a decir que eran ángeles, ya que desbordaban de belleza y gracia, y ningún ser existente se les comparaba.

Al Rey lo describían como un hombre barbudo, y lo largo de su barba representaba su muy fuerte carácter. A la Reina la describían con una piel de porcelana, y lo blanco de esta representaba lo fría que podía ser. Y por último estaba el príncipe, de cabello castaño y ojos chocolate, su piel era blanca pero no tan pálida como la de su madre, tampoco poseía una barba como su padre, pero sin duda en él se le podía ver algo más intenso e admirable, valentía.

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Los constantes golpes en que recibía su cabeza, al impacto de esta contra aquella podrida y astillada superficie de madera, que era a causa del constante e irregular movimiento, produjeron su despertar, abrió sus ojos y con nerviosismo observó su alrededor, se encontraba en una carreta campesina rodeado por fardos de paja, él no era el más listo, mas tampoco el más estúpido, sabía que ocurría, lo habían secuestrado... de nuevo.

Intentó voltear hacia dónde provenía el sonido del caminar de los caballos, quiso ver si podía reconocer a su raptor, pero en esa situación donde tenía sus manos amarradas a su espalda se le hacía muy difícil. A pesar que la paja que le rodeaba era muy molesta, logró hacerse entre ella moviendo su cuerpo bruscamente hasta llegar a la parte trasera de la carreta, observó el sendero pedregoso rodeado de un profundo bosque, por el que se encontraban yendo calculó las 4:00pm, según la posición del sol, se sintió un poco asustado al no reconocer la zona, pero inmediatamente borró eso de su mente, el miedo era totalmente innecesario en ese momento, no se había liberado de situaciones similares anteriormente con el miedo presente, al contrario, la valentía era la que lo acompañaba en aquellos horribles momentos.

Respiró profundamente tres veces antes de cerrar sus ojos y dejarse caer fuera de la carreta, el impacto contra el suelo pedregoso fue duro, le había dolido, también generado algunos raspones como en su rostro, brazos y piernas, pero no le importó, antes de quejarse de dolor tenía que regresar vivo a su casa, con su familia.

El pensar en el revuelo que posiblemente habrá envuelto al palacio tras su desaparición lo preocupaba, sus padres tan fríos como siempre, luego de su regreso lo atormentarían como anteriormente, reclamándole que el siendo un príncipe como se le ocurría ser tan ingenuo y estúpido, que como futuro heredero debería ser más prepotente y someter, no dejarse secuestrar, aunque estaba más que claro que eso no era así. Observó su ropa, una camisa de seda blanca con delicados bordados, sobre esta un chaleco negro y debajo un pantalón negro pudo deducir que en esta ocasión lo secuestraron mientras tomaba un descanso de su práctica de esgrima, quizás habían somníferos su bebida.

Con dificultad se levantó del suelo observando la carreta perdiéndose de vista a lo lejos, y comenzó a caminar en sentido contrario a esta. No sabía por cuanto tiempo había estado en aquella carreta, pero se imaginaba por lo cansado que se encontraba su cuerpo, que el suficiente para tener que caminar por días.

Sus pasos eran lentos, y aunque quisiese ir más rápido no podía, ya que sus brazos aún se encontraban fuertemente amarrados a su espalda, y el dolor que sentía en diversas partes de su cuerpo tampoco se lo permitía.

Observó la luz del día casi desvaneciéndose en el ocaso, trataba de no pensar en que comería, bebería en esos días, ni cuanto tardarían en descubrir que él escapó, y regresarían por él, pero inevitablemente eso retornaba a su mente, sin duda alguna de todas las veces que lo han secuestrado, esta era la más complicada, y hasta se animaría a decir que aterradora.

Los sonidos de su entorno proveniente del bosque sin duda le asustaban, en una situación normal donde portaba su espada y sus brazos no estaban amarrados no tendría por qué temer, pero en ese mismo instante cualquier animal salvaje de gran tamaño fácilmente podría acabar con su vida. Y como si el universo le estuviese jugando en su contra sintió el rugir de un oso, no muy lejos, desde que terminó en ese lugar hacía horas que no se encontraba con otras personas, por lo que entendió que debía ser normal que los osos anduviesen por estas zonas.

Comenzó a mover sus piernas lo más rápido que pudo, corría muy inestablemente, pero lo importante era encontrar un lugar donde esconderse. Mientras se dirigía hacia algún lado por el bosque escuchó los pasos del oso dirigiéndose hacia él. Segundos después sintió un agudo dolor en su espalda que lo empujó adelante, cayendo fuertemente contra el suelo. Desde el suelo observó al oso con temor mientras que este parado en dos patas le rugía, cuando el oso dispuso a atacarlo con sus garras, él rodó valientemente por el suelo esquivándolas y luego de lograr ponerse de pie con el impulso, comenzó a correr, como pudo, escapando del oso. Mientras corría por su vida a causa de ramas y piedras varias veces cayó, pero volvía a levantarse corriendo del animal salvaje, pero la última vez que calló su tobillo dolió agudamente indicándole que ya no podría seguir corriendo, sin duda era decir adiós.

-Oye, ¿aun estas vivo?-

Oyó una voz proviniendo desde detrás del oso, volteó su cabeza hacia allí, encontrando luz, observando bien, notó que era un chico con una antorcha, con la que amenazaba al oso para que se alejara de él.

-Si-

Respondió mientras intentaba levantarse del suelo. Observó al oso retroceder ante el fuego mientras gruñía molesto.

-Oye 'señorito' venga detrás de mí, si es que quiere vivir, claro está-

Dijo aquel joven de forma burlona notando la seda de la camisa del castaño, este bufó, normalmente se encargaría de decirle sus verdades a esa persona, pero no estaba en posición de hacer eso, sólo opto por obedecerle y caminar cojeando hasta detrás de él. Aquel extraño sujeto al observar el amarré de las mano del castaño, sacó una daga de su cinturón y de un movimiento cortó la soga demostrando su gran fuerza.

Luego de acercar el fuego, al oso, tanto hasta quemarlo, aquel chico comenzó a correr llevando al castaño de la mano consigo, aunque este no había podido dar más de cinco paso antes de dar su cara contra el suelo nuevamente, con su tobillo herido era muy difícil siquiera caminar. Ese desconocido de cabello por lo que pudo notar gracias al fuego, color zanahoria, llevo su brazo hasta los hombros de este y comenzó a ayudarlo a caminar deprisa.

Junto a ti [JIKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora