Capítulo 10

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Debe haber algo extraño en lo que mis ojos miran, pero he pasado varios minutos intentando saber qué es, fallando estrepitosamente. Así que me limito a quedarme allí, de pie, en silencio.

Simplemente observando el espejo frente a mí, y lo que se refleja en él.

El vestido que me han puesto cae con gracia hasta el suelo, dándome un aspecto delicado y elegante. Un vestido de noche, lo han llamado, y debo admitir que me gusta porque es suelto al final y me hace sentir más libre.

La visible inocencia que antes se esforzaban en hacerme aparentar se ha ido, todo lo que llevo ahora es diferente, de tal manera que la gente pueda ver a mi a una chica enamorada, lista para casarse con el amor de su vida, no a una niña ilusionada.

Para ellos, mis sueños están haciéndose realidad cuando, en realidad, son mis peores pesadillas. Hoy, después de días enteros quebrándome la cabeza buscando soluciones para problemas que jamás he podido contener, ha llegado la hora de asistir a la fiesta que han hecho por nosotros en el Capitolio, en nuestro honor.

El único lugar del país en el que estoy segura nadie sabe lo que sucede, en el que todos celebran por nosotros.

Con esto finalizará la Gira oficialmente,  una fiesta en la mansión presidencial nos espera, con las más respetables y famosas personas ha dicho Effie, incapaz de parar de parlotear sobre eso, encantada de poder asistir a un evento tan importante como este.

Una fiesta más y todo se habrá acabado. No tendré que fingir más, mis oportunidades se han ido, así como mis deseos por continuar actuando en este ridículo teatro, al menos, hasta que mi boda llegue.

Es irónico pensar que yo misma he sugerido esto, que es por mí que esto está ocurriendo, que me casaré por iniciativa propia, creyendo que frenaría los problemas en el país y, aunque no ha servido, voy a casarme de todas formas.

Todo, para nada.

Mi equipo realmente se ha lucido con mi preparación esta noche, aunque verme bonita es lo que menos me importa. Sin embargo, no puedo negar que al menos con los kilos de maquillaje que llevo se disimulará lo que siento, el pánico que llevo grabado en la mirada.

No sé si realmente importe como me vea, son personas ajenas a cualquier revuelta y dado que el presidente me ha dado a entender que nada sirvió, no tiene mucho caso fingir para ellos. Ninguno duda de nuestro amor.

Al llegar el momento, nos encontramos con los demás en el salón y no es entonces hasta que caigo en cuenta de lo que sucede a mi alrededor, haciéndose más real con cada minuto.

Desde el sitio en el que estamos quedándonos nos conducen hasta un auto que nos lleva hasta la mansión presidencial y no puedo hacer más que dedicarme a mirar por la ventana, con la única sensación real de la mano de Peeta unida con la mía. Es un acto reflejo, un instinto mecánico para ambos.

Durante la gira, nuestro único contacto real, lejos de la farsa era ese. Su mano y la mía, tan normal como si estuvieramos en el distrito. Aun si estamos molestos, asustados, o cualquier otro sentimiento comprensible con el otro o lo que está sucediendo, nuestras manos se buscarán. Lo necesitamos.

Cuando menos lo espero los enormes edificios y luces deslumbrantes de la ciudad se han quedado atrás, y la enorme fachada de la mansión está frente a nosotros. 

Es mucho más imponente, enorme y pulcra que en televisión, llena de jardines enormes con flores bellísimas que con facilidad podría albergar a todo el distrito sin problema.

Effie y Haymitch nos escoltan en cuanto bajamos del coche, mientras la primera parlotea algo sobre buenos modales y las buenas impresiones que debemos causar. Peeta se acerca a mí y recupera el agarre de nuestras manos, interrumpido al bajar del auto, supongo que sabe que algo va mal por lo distraída que estoy, más de lo normal.  Ayer apenas y le pude ver después de la entrevista, incluso aunque busqué su compañía. Le necesitaba, pero simplemente fue imposible.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Where stories live. Discover now