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Cuando la nueva aurora era sólo una promesa, y antes de que despuntara fría e imperturbable el alba, ya Dwight estaba despierto, y anticipandose al encuentro de la única razón que había devuelto el sentido a sus días, quería dejar organizadas las tareas que debían cumplimentarse a lo largo de la jornada que comenzaba en El Santuario. La ansiedad por verla era su nuevo motor, y casi sin notarlo aquellas pesadas tareas que significaban organizar la comunidad resultaban mucho más fáciles desde que la sonrisa de Rosita iluminaba en su interior cada día que él atravesaba, su recuerdo era todo lo que precisaba para seguir adelante...

Era el mediodía, hacia un par de horas que Rosita, impaciente, lo estaba esperando en aquella cabaña, y en cuanto él había atravesado la puerta de entrada ella había corrido hasta él, y de un inesperado salto se había trepado a su cintura, envolviéndolo con sus piernas, echado sus brazos alrededor de su cuello, mientras su risa cristalina lo inundaba de absoluta felicidad.

-Te gané otra vez... -dijo, juguetona.

-Creo que gané yo... acaso el premio no espera al que cruza la línea de llegada? Y tú eres mi premio....-

Rosita lo miró entonces maravillada... cada vez que él le decía esas cosas ella simplemente creía que estaba en un sueño... parecía imposible que ese hombre fuese capaz de tanta dulzura, de tanta ternura en cada palabra que le decía...

Sus bocas se reencontraron entonces en un beso cargado de espera, de avidez. Su tibia lengua comenzó a saborearla casi con desesperación, recorriéndola deseoso, mientras las manos cálidas de la joven se aferraban con impaciencia a la musculosa espalda de él, atrayéndolo hacia su piel. Sentía su miembro ya firme, henchido de deseo entre su ropa. Casi con febril impaciencia la puso sobre la mesa, y en un par de fluidos movimientos le quitó la remera y el sostén. Ella sentía como el deseo se expandía en cada rincón de su cuerpo, y arqueó su espalda ante el roce de sus manos en su piel, había contado cada segundo que había permanecido separada de él como si fuese una cruel agonía, y ahora su piel clamaba por ese hombre que hacia vibrar cada centímetro de su cuerpo con inesperadas e insospechadas notas de placer y deseo.

Sintió como su boca comenzaba a recorrerla con una estela de besos y lamidas que en cada acometida la hacían gemir, mientas sus manos la acariciaban con ternura, aquel contraste la hacía suplicar por más, a través de sus propios clamidos de placer lo oyó gruñir de satisfacción, e incorporándose le ayudó a despojarse de su camisa, y Rosita deslizó sus manos por el pecho y los músculos de los brazos de D., pasó con un dejo de malicia sus uñas sobre ellos, deleitándose en su dureza, y clavándolas en su espalda lo atrajo hacia sí, y en su oído ella susurró...

-Te deseo...-

Lo cual provocó que él tomara su boca con febril ansia, mientras con desesperación desprendía los botones del pantalón de ella, para al fin sacárselos junto con sus bragas.

Percibir la humedad de la intimidad de ella lo hizo enloquecer de deseo, sentirla tan ávida de él era el afrodisíaco más poderoso que pudo imaginar, y poniéndose de rodillas ante tan gentil deleite hundió su boca en su deliciosa femineidad, saboreando no sólo cada rincón y cada pliegue del cuerpo de aquella mujer, que sabia a la más dulce ambrosía, sino que a su vez podía percibir como la propia intrusión de su lengua en el cuerpo de aquella dulce mujer desataba notas de placer que la hacían estremecer.

Cuando entrevió cómo, bajo sus manos, las piernas de Rosita temblaban con cada acometida, dio una última y profunda lamida a su rosado y receptivo clítoris, mientras se levantaba poco a poco, iniciando un tortuoso camino lleno de besos desde la entrepierna de ella hasta los redondeados pechos, que subían y bajaban a la par de la anhelante respiración de ella.

-Por favor... - la oyó clamar... y una sonrisa de triunfo se dibujó en el rostro de Dwight...

Con un único y simple movimiento se desprendió de los botones del pantalón, liberando al fin su excitado miembro, que con desesperación clamaba por los goces que sólo en el cuerpo de ella hallaban consuelo, y casi con gentileza y honda expectación se aproximó hasta el cuerpo de la joven, que con su mirada perdida en el deseo lo llamaba...

-Te necesito... - la oyó decir, antes de sentir como su miembro se hacia camino en interior de la joven, que con sus caderas acompañaban cada movimiento de su cuerpo, en busca de la escalera que juntos los llevarían a las más altas cumbres del placer.

Y fue que, cuando sus cuerpos se acompasaron, entre ellos comenzó a desplegarse oleada tras oleada de placer, y antes de que él se liberase en su interior pudo escuchar cómo ella lo llamaba a su cielo, henchida de amor y deseo...

Sus frentes se tocaron en ese momento, sólo ellos existían, el mundo súbitamente había desaparecido, lo único que importaba era ese momento, esa mujer...

Cuando sus respiraciones comenzaron disminuir su intensidad aun continuaban unidos, y él levantó su vista hasta encontrar sus acaramelados ojos de almendra, su perfume a vainilla y caramelo lo envolvían, era la droga más deliciosa que alguna vez pudo imaginar, ella lo era todo, y más aún...

-Quiero que seas mía... hasta el último día de mi vida... hasta mi último suspiro...-

Ella sonrió... y acercándose a su oído, susurró:

-Ya lo soy....-


Después de un par de retrasos, al fin Dwight logró ponerse en camino hacia la cabaña, mientras sentía como, no sólo los recuerdos de los inesperados y dulces momentos que había pasado en el último mes se abrían paso en su memoria, sino que la esperanza de que aquello sólo fuese el inicio de una nueva vida llena de la ternura y dulzura que en Rosita había comenzado a transitar, lo embargaron.

-Espérame... ya casi llego.. – dijo con una sonrisa, mientras imprimía más velocidad a su moto, ya casi saboreando el momento de su reencuentro...

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Rosita sentía la garganta reseca, mientras las oleadas de adrenalina y terror se abrían paso por su cuerpo. El sujeto la había despojado de su arma y su cuchillo, y sin dejar de apuntarle, la recorría con la mirada con repugnante lascivia.

-Así que lo conoces al mierdecilla de Dwight... realmente creí que era un maricón chupapolla, ya que nunca lo vi con las mujeres de El Santuario... pero parece que me he equivocado y le gustan las putillas importadas!!-

La joven no le quitaba los ojos de encima, tratando de buscar algo que le sirviese para desarmarlo, pero sentía que los músculos no le respondían, presos por un terror nunca antes sentido.

-Tengo cuentas pendientes con ese cabrón hijo de puta... y creo que hoy es el día de paga! Jajajajajaja! Y después tú y yo podríamos revolcarnos... si ese gilipollas fue capaz de abrirte de piernas, ni te imaginas las cosas que yo puedo hacerte!-

-Muérete hijo de puta! Hoy vas a morir... y yo voy a matarte...-

-¿Ah sí...? Y con tus garritas de putilla vas a arañarme? No cariño... créeme... cuando termine el día vas a suplicar que te meta un balazo...-

A través de las ventanas la sombra de alguien que se aproximaba al lugar se deslizó, el pánico y el horror se dibujó en el rostro de ella, D. estaba llegando sin saber lo que allí ocurría, y el hombre que con insondables deseos de venganza la apuntaba con su arma hizo un gesto de silencio que la inmovilizaron con insólito pavor, y antes de que pudiese reaccionar siquiera, la puerta de la cabaña chirrío sobre sus goznes abriéndose ante la llegada de Dwight...

Enemigos Intimos [COMPLETA]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora