Gabriela

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 @LalaRoal04    – Gabriela... ando loca con los perfiles ... espero que esta seas tu...sino valla metedura de pata, pero así somos nosotras rozando a veces un poco la locura... jugando con Alicia y cayendo en el agujero .

El sonido del timbre de su bicicleta... las risas de los niños cuando ella aparece...– el día despierta para mí... a pesar de llevar horas en pie–... yo como cada mañana me encuentro mirando furtivo entre las laminas de mi persiana, luce bella... siempre recatada en sus faldas pero tan provocadora, esas piernas firmes y rellenas en los lugares justos... sus gemelos torneados que convergen de una forma tan elegante en sus tobillos... que sus sandalias son un mero adorno en su cuerpo.

Su cuerpo...luce curvo...voluptuoso... apetecible... como su piel color canela... con el brillo del sol reflejado en ella... no hay macho que no girase a mirar... hasta el que no gusta de hembras sería capaz de apreciar tal belleza de esta tierra.

Grabriela... la bella... pero no es eso lo que a mí me arrastra a seguirla... a admirarla cada mañana como un niño admirando una golosina... una que es su sabor favorito en toda la tienda.

Abre su pequeño café como cada mañana, no hay día que falte ya llueva o truene, siempre llega con su bici y sus hermosas piernas, aparca en el lateral y abre la persiana de color negro, se estira como un gato en la mañana haciendo ver su cuerpo que luce grácil pero fuerte con la luz tan matutina.

Gustosa dueña de la cafería más entrañable por así decirlo de este barrio, un lugar limpio y bonito donde por un ratito te puedes olvidar de lo feo que es el mundo... además de degustar la comida de Gabriela, porque no solo de café se vive.

Esa mujer, esa condenada mujer... Dios le hizo las manos... además del cuerpo, hay varios sitios en la calle pero ninguno como el de ella, sin ser un negocio grande, maneja buena parte de los estómagos del barrio, ya sea en desayunos, almuerzos o meriendas.

Que le pondrá esa mujer a sus ingredientes que no hay plato que sepa mal, no hay nada que no entre por el ojo, hasta lo más simple se hace apetecible... como si se tratase de un manjar divino... por no mencionar como sus sabores seducen al paladar... como la dueña a mis ojos.

Para la media mañana llegan los obreros que trabajan cercano... unos más jóvenes... alborotadores y ruidosos... otros ya no tanto... más pacientes pero igual de embelesados con la dueña.

Ardo en celos porque sin ser mí mujer, es mi anhelo... dos años viendo como día a día abre, juega con sus sonrisas y alegría entre la gente... como me seduce con solo una mirada... como se enfrenta a todo... como no veo forma de acercarme... porque un hombre que desea así a una mujer merece la oportunidad de hacerla ver... que ella merece todo...o al menos todo lo que un hombre sencillo puede darle.

Me siento como cada día en la mesa del fondo... pronto viene ella a tomar nota, aunque como cada día tomare lo mismo.

–Don Manuel... buenas tardes... ¿Qué tomara usted hoy? – Aprovecha que cree que estoy despistado para llegar hasta mi lugar, pero para nada sospecha que disfruto de cada momento que tengo para observarla en silencio.

Siempre igual... bien sabe que tenemos la misma edad pero ella se regocija tratándome de usted por lo serio que siempre le parezco, si ella supiera que mi seriedad es pura y dura timidez, que ella me intimida... pero que con ganas me quedo de... de todo porque con esta mujer no puede haber medida.

–Gabriela... mira que te gusta hacerme rabiar... cuantas veces tendré que decirte que me llames Manuel... nada más– se agacha hasta la altura de mi cara y con sus ojos serios... muy serios me dice... lo que nadie puede esperar de una belleza inocente.

Ni sus palabras ni sus gestos, como suave se ha acercado a mi cara, como todo su perfume me envuelve quedando ambos conectados en una atmosfera invisible y me pierdo.

–Cuando Don Manuel me saque los colores... igual que yo a él– Noto como un calor me sube por el cuello, se expande por mis mejillas... un sudor escala por mi cuello y explota en mi nuca... estoy como un farolillo de feria.

Entonces la miro de nuevo... chispas resaltan en sus ojos... se entornan y bailan al son del descaro... sonríe y yo con ella, muerto de vergüenza pero con ella... con una buena carcajada me devuelve mi espacio.

–Pues en lo que llega el momento... lo de siempre para comer– Asiento conforme y trato de que mi rojez pase desapercibida, cosa que solo me ofrece estar en la parte más profunda del local.

Lugar al que solo le encuentro ahora mismo ventajas... ya que ver como se aleja meciendo su cuerpo no se me hace para nada tortuoso, más bien solo un dulce placer para mis ojos.

Esa ha sido la primera vez... la primera que una mujer me provoca... pero vaya estreno he tenido... provocado por una completa fantasía.

Loco de contento por dentro me era inevitable pensar que esa mujer me acababa de tirar los trastos... más bien el trastero... o tal vez no.

Gira su cara buscando mi persona y sonríe picara... sí que si... que no me lo he imaginado... será descarada... y hermosa... y... y... y... y yo que sé que más... me ha puesto nervioso como a un chiquillo.

Como puede ser que el corazón de un hombre pase de estar en modo tranquilo a estar en modo... a patadas por salirse del pecho, pues solo con el parpadeo de una mujer.

La noche anterior había llovido como si el mundo se fuese a terminar... toda la calle estaba húmeda y embarrada, el sol había empezado a brillar dibujando arcoíris en el cielo gris... mirando por la ventana esperando su llegada una mañana mas, pero con el repiqueteo de mi pecho mas alterado que de costumbre.

Ansioso porque sé que no fue nada pero al tiempo lo fue todo, que una mujer como ella mire es que los esquemas de uno se tambaleen bajo sus pies.

Puntual como cada día baja por la calle, con la diferencia de que esta vez no para su bici sino que resbala con un brusco frenazo que casi la empuja al suelo.

Tiempo me ha faltado para salir tras ella, apoyada sobre la barandilla aguanta el peso de su bicicleta al tiempo que se no es capaz de apoyar su pie firme en el suelo.

No hablo... me ciño a mis actos que hablan más que las torpes palabras que puedan salir de mi boca.

Rápido aparto la bici –Estoy bien– no la escucho y sigo... tomo su cintura y la apoyo en la barandilla... me agacho al suelo...su pie no apoya, me preocupa... con todo el cuidado que mis manos son capaces de tener saco su zapato... como de costumbre unas cuñas de esparto... unas que hacen que sus piernas luzcan como las de ninguna.

–Manuel... por Dios– busco sus ojos, hay apuro en su voz... bajo de nuevo me centro en revisar su tobillo desnudo, acaricio su empeine... contorsiono su pie y lo hago rotar... suave sin forzar.

–Manuel– suspira... acaricio su tobillo, mis manos resbalan por su piel... huele a crema... a jabón...a mujer... mi mano curiosa de saber pasa de su tobillo a sus gemelos... los torneo y miro con devoción –Manuel... que nos van a mirar– esta roja... colorada... sofocada... y yo feliz porque por fin... el Don se fue por la ventana.

Calzo su pie y sin darle el espacio que conviene me coloco frente a ella, paso mi mano por su cintura... –Manuel– me advierte... pero ya puestos a caer... yo de bruces.

Mi mano en su pelo... hundo mis dedos en sus negras hebras me envuelven con sus caracoles... miro ese par de olivas que embarcan su mirada, esa que suele ser picara... vivaz y porque no loca, sus grandes ojos ahora son tímidos... vergonzosos – Manuel... ¿Qué vas a hacer?– sonrió al tiempo que caigo sobre sus labios –Ponerte colorada.

Decir que ese beso no fue la gloria en carne seria mentir... después vendrían más y mejores pero desde luego ninguno como aquel en el que sus ojos fueron míos por primera vez.

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