El cenote de Itzamara

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Sí, realmente Kaknab y Yatziri eran muy afortunados. Siempre estaban planeando actividades para verse y disfrutar de su amor. Y una de las cosas que más disfrutaban era visitar el cenote de Itzamara. Éste no quedaba lejos de la ciudad y se llegaba a él a través de un sendero bien señalizado, ya que había que tener cuidado para no perderse en la inmensidad de la selva. El cenote era un gran pozo de agua cristalina, mayormente subterráneo y alimentado por ríos que corrían bajo la superficie, lo cual ofrecía un refrescante espacio de belleza natural. No era el único lugar de este tipo que conocía esta civilización, y muchos acudían a estos pozos para reflexionar y pedir favores a los dioses; para lo cual incluso ofrecían ofrendas como joyas, monedas u otras cosas, que eran lanzadas al agua. En otras ciudades se sabía que incluso se podían llegar a celebrar rituales más oscuros, donde no solo los objetos podían ser lanzados al agua, lo cual afortunadamente no ocurría en este lugar.

Yatziri siempre planeaba sus visitas con anticipación, preocupándose de que sus hermanas la acompañaran para no tener problemas con sus padres.

- ¡Vamos! ¿Cómo se van a cansar de algo tan hermoso? Es simple, vamos a pasear y caminando un poco llegamos. Y así conversamos y nos contamos nuestras cosas. _propuso la joven enamorada.

- Yatziri, ¡por favor!_ señaló su hermana Itzia_ Cuando llegamos allá tú siempre nos abandonas. ¿Crees que no nos hemos dado cuenta?_ dijo alegremente.

- Oh, no seas así por favor, hermana querida. ¡Pero si en el camino nos lo contamos todo! _ respondió riendo Yatziri._ ¿Nicte, qué opinas?_ dijo dirigiéndose a su otra hermana, la cual no tardó en dar su respuesta.

- Te acompaño donde quieras, me encanta verte feliz

Ya en el cenote, se dedicaban a recorrerlo y buscaban un lugar tranquilo para sentarse y descansar. Y nunca pasaba mucho tiempo hasta que aparecía Kaknab. Al verlo, Yatziri se separaba de sus hermanas y buscaba su propio lugar para conversar con él.

¡Cuántos momentos agradables y felices pasaron allí! Sus conversaciones fluían sinceras y el entendimiento mutuo era evidente. Muchas veces disfrutaban también del silencio, solo sentándose uno al lado del otro, disfrutando la paz del momento, inmersos en la paz y felicidad que sentían al encontrarse allí.

En sus corazones y dentro de su historia de amor, aquel lugar se convirtió en el escenario más noble para sus encuentros, que repetían cada vez que podían. Todo aquel abismo vibraba con la fuerza de su cariño, y al sentarse ellos en las rocas éstas parecían acogerlos en un cálido abrazo.

El cenote no era completamente cerrado, sino que tenía una abertura hacia el cielo que permitía que pasara la luz del sol. Y cuando se les pasaba la hora, la luna aparecía inquieta y los observaba, regocijándose con ellos, ya que desde el primer momento se conmovió ante la bella pareja que formaban.

Kabnab y Yatziri: Un amor inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora