Brisa de invierno

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La brisa serpenteaba, retorciéndose a su paso

entre un bello tejo, un roble anciano y un serbal;

reptaba entre hojas secas como áspid de tacto raso,

envolviendo con su seda aquel paisaje otoñal.


Tejía una muda albar con su hilo fino y laso

sobre el oro de la tierra, de los hongos y el ramal.

El bosque se estremecía, temblaba el follaje escaso,

constreñido por el abrazo del viento boreal.


Dos personas aguardaban la llegada del invierno

en una cabaña antigua, de madera de nogal,

anotaban víveres en un pequeño cuaderno

ante la amenaza de un posible temporal.


Dos rostros desgastados reflejaban el infierno

pasado con el granizo y la nieve estacional.

Sus corazones helados, duros y ya no tiernos,

latían con grandes penas tras un sucio ventanal.


El soplo de escamas blancas congelaba los regatos,

enfriaba grandes charcos con pureza de vestal,

emplumaba troncos huecos, con dulce y gentil trato,

enjoyaba clavelinas con rocío de cristal.


Los árboles se agitaban sobre el gélido sustrato;

danzaba en el cielo claro el grácil y ágil zorzal.

La corriente de aire frío dibujaba garabatos,

pintaba rocas y musgo de un blanco muy natural.


El techo de la choza crujía bajo un gran peso,

se oían largos siseos tras la gris puerta frontal,

las paredes se quejaban bajo un manto albo, espeso;

la estructura ya cedía, era un amargo final.


La ventisca se alejaba, veloz como un expreso,

había teñido el valle en su recorrido anual

de grises estalagmitas y copos de color hueso,

de vida, de muerte y hielo, con su solemne ritual.

Pedacitos de poesía #GoldenWingsAwardsWhere stories live. Discover now