Capítulo 15.-La magia de la noche.

11 7 2
                                    

Le saco la lengua por última vez y me deslizo por una de las barras hasta llegar al suelo. Allí me recibe Turk con una enorme sonrisa.

Hace rato que el calor que guardaba el parque, después de todo un día al sol, se ha ido y el ambiente está refrescando rápidamente. Sin decirnos nada comenzamos a pasear, el parque está increíble, la tenue luz de unas farolas barrocas marcan el camino, pero no interfieren con la luz de la luna, que ilumina de forma ténue a la naturaleza, además una suave niebla se ha levantado debido al cambio de temperatura. Algo en mi interior suplica por tener una cámara de fotos.

Mientras caminamos se acerca un poco a mí y sin previo aviso me coge de la mano. Interrumpe mis pensamientos, pero no me importa. En realidad no eran importantes, sólamente me recreaba en el día que hemos vivido hoy. Un parque de atracciones, ¿a quién se le ocurriría?

Sonrío y miro a mi alrededor, tratando de disimular mi nerviosismo. Él se ríe y me conduce hasta uno de los bancos.

Me contempla durante unos largos instantes.

-Fresa, tienes que relajarte.

Es verdad, ha sido muy evidente que hace mucho tiempo que no tengo una cita. Estoy a punto de disculparme cuando caigo en la cuenta de que no me lo ha dicho por es razón. Claro que no, que ilusa he sido. Ilusa no, lo que eres es tonta Fresa, él te avisó. Claro que me avisó, pero no quise hacer caso. Le lanzo una mirada mordaz tratando de equilibrar mi comportamiento anterior.

-Claro que tengo que relajarme, es sólo un juego.

Veo como frunce el ceño, parece contrariado, pero no me responde. Después de unos instantes una sonrisa vuelve a surgir en su rostro y me invita a continuar con el paseo.

Que acaba llevándonos hasta el banco donde me senté el otro día con Nora. Se disculpa y se marcha, la verdad es que no he oído a dónde se dirigía. En el rato que me deja sola me giro hacia la papelera y compruebo que mi vaso continúa allí, pero ya no está solo, un par de vasos más y unas servilletas lo acompañan, puede que funcione.

No lo oigo llegar, la única señal que recibo es el olor a café. Cuando me giro lo descubro mirándome con curiosidad. Me entrega uno de los vasos y se acerca para leer lo que hay en la basura. Acaba con el mío en la mano y lo observa durante tanto tiempo que creo que intenta atravesarlo con la mente. Finalmente lo deja en su sitio y se acerca para sentarse junto a mí.

Poco antes de acabar mi café lo dejo a un lado y extraigo un paquete de cigarrillos de mi mochila. Son mi perdición, cuando estoy nerviosa fumo y con él al lado necesitaría varios paquetes para poder tranquilizarme. Me lanza una mirada reprobatoria pero no dice nada.

Después de la tercera calada decide que ya no aguanta más.

-No deberías fumar.

Pongo los ojos en blanco y suspiro, es la misma cantinela de siempre.  No va a decirme nada que no haya oído ya pero le doy la oportunidad.

-¿Por qué?

-Sabes de sobra por qué.

Bueno, puede que no esté acostumbrada a esa respuesta, pero me encanta discutir. Y por una vez parece que no me aburriré.

-No, venga, dime por qué, sorpréndeme.

-Es malo para tu salud.

-De algo hay que morir.

Me mira sorprendido.

-Está bien, es malo para mí salud.

-Bueno, de algo tienes que morirte.

-¿Estás intentando matarme?

Ahora si que me rio.

-Puede.

Finje ofenderse, se levanta y se aleja unos pasos. Pero al ver que no funciona vuelve y se arrodilla frente a mí. Me dedica una mirada traviesa, acto seguido me arrebata el pitillo. Estoy a punto de protestar ya que estoy segura de que va a romperlo, pero me sorprende cuando se lo lleva a los labios. Inhala. Ambos nos quedamos quietos durante unos segundos, hasta que retira el cigarro de sus labios y se acerca hasta quedar a unos centímetros de mí.

-Si quieres acabar conmigo, tendrás que intentarlo de otra forma.

Me quedo muda pero entonces él exhala y me cubre de humo. Lejos de romper con eso la magia del momento, hace que aumente. Mis labios se secan y cuando paso la lengua por ellos para humedecerlos, él se lo toma como una invitación.

Me besa.

En realidad nos besamos durante tanto tiempo que no vuelvo a acordarme del cigarrillo hasta que volvemos a casa. Me pregunto dónde habrá acabado.

***

Nos encontramos frente a su puerta, extrae las llaves y cuando se dispone a introducirlas en la cerradura se gira hacia mí.

-La casa estará llena de gente.

-¿Por qué?

-Digamos que he tenido que conceder algunas libertades a cambio.

No hace falta que diga nada más. Todos sus amigos se encuentran al otro lado, seguramente destrozando la casa. Apostaría que entre las "libertades" de las que él habla se encuentra un acceso al mueble bar.

-Entonces, ¿qué propones?

No quiero que se note lo mucho que deseo entrar y poder así volver a sentir las puntas de mis dedos. Aquí en cuanto se va el sol, caen las temperaturas.

Su respuesta no tarda en llegar, hace que rodeemos la casa hasta llegar a una ventana entreabierta. Sin previo aviso rodea mis piernas y me alza para que pueda entrar fácilmente. Tarda apenas unos segundos en seguir mis pasos.

Mantenemos la luz apagada para que no sepan que estamos aquí. En cuanto nos miramos gracias a la luz de la luna comenzamos a reirnos como un par de idiotas. Apenas he conseguido recuperar el aire cuando sus labios me encuentran.

Aún no nos hemos separado cuando escuchamos un grito. No lo dudamos ni un segundo, nos lanzamos al pasillo y corremos buscando su origen. Ahora que me doy cuenta la casa estaba demasiado silenciosa.

Pero al llegar al salón nos encontramos con una escena totalmente distinta a la esperada.
Más de una docena de ojos nos contemplan sorprendidos.

Quedarme a tu ladoWhere stories live. Discover now