Ni sueños ni pesadillas.

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Cuando Serena había dicho que antes había intentado aprender guitarra por su cuenta no mentía en lo más mínimo, eso era una enorme ventaja. Para ambos.

Aunque un poco más ventajoso para mí debo decirlo.

No tenía una idea del todo clara de cómo comenzar a enseñarle, o que debía de enseñarle primero, además, el hecho de que mi primera "aprendiz" fuera una chica invidente, digamos que le daba un toque de dificultad e incertidumbre algo más elevado.

Pero ella no era ajena a nada de lo que le decía, sabía las notas de la afinación de cada cuerda, los números que se le asignan a los dedos de la mano izquierda, e incluso conocía uno que otro acorde simple.

Se podría decir que ella tenía la teoría de cómo usar una guitarra, conocía los elementos y las definiciones necesarias, solo necesitaba una guía que la encaminara a crear todo ese conocimiento en sonido, en melodía. Tal vez eso se consideraría como lo más complicado, pero yo me encargaría de que pudiera hacerlo.

Tenía un anhelo por degustar por sí misma la alegría de tocar, podía notarlo en su expresión, ella quería sentir la libertad que solo te brinda el expresarte con la música. Y aun cuando demostraba un dejo de dolor por el presionar de las cuerdas contra los trastes, ella no se detenía. No se rendía.

Quizás el hecho de que por fin tuviera a alguien para enseñarle le daba confianza, le daba esa motivación extra que le pudo haber faltado en sus intentos anteriores por progresar con su Fender.

Sin embargo, el mirar como ella mordía su labio inferior y fruncía el ceño agudizo mi atención en ella, y un ligero temblor en su mano me hizo actuar.

—Hay que parar, Serena. —Puse mi mano tapando el movimiento de las cuerdas.

Mi acción le sorprendió, y hasta diría que le molesto al menos un poco. Pero tenía mis razones

—Todavía no estoy cansada, puedo seguir. —Su voz era firme, casi no notaba que estaba mintiendo.

—Te lastimaras aún más si continuas. —Pase mi mano a tomar la suya, la que estaba arriba del mástil. Estaba tensa y en cuando la toque ella apretó sus labios. — ¿Pensaste que no me daría cuenta? —

Relajo sus dedos y al soltar la guitarra me dejo ver mejor la cortada que se había hecho desde hace un rato en su dedo meñique. La sangre que corría por un no tan fino hilo llegaba con sutileza a la parte trasera de su palma.

—Lo siento. —Soltó un suspiro. —Es solo que no quería detenerme.

La disculpa no pensé que viniera por el hecho de ocultar su herida, sino más bien porque había olvidado por completo que iba a enseñarme braille. Decidí no decirle nada sobre eso, después de todo, no había ningún tipo de prisa. Era agradable que estuviéramos juntos.

Se levantó del escalón en el que estaba sentada e hice lo mismo, junto a ella, yo miraba hacia el cielo, el sol se estaba poniendo con lentitud y un bello paisaje lleno de tonalidades rojizas y naranjas pintaba el panorama. Como un lienzo cubierto de colores vivos que no puedes parar de admirar. Habría matado para que ella pudiera verlo conmigo, era hermoso.

Le acompañé hasta su casa y dejé su guitarra sobre uno de los sillones de la sala, Anto la había dejado afuera. Encontré a su padre sentado frente a un escritorio leyendo minuciosamente unos documentos, se le veía muy concentrado, tanto que ni siquiera notó mi presencia. Me ahorre el saludo para evitar interrumpirlo y fui a la cocina donde estaba Serena.

— ¿Crees que pueda seguir practicando mañana? —

—Tal vez no. —Respondí mientras limpiaba la sangre de su mano en el agua del grifo.

La Esencia Del Sonido (Amourshipping)Where stories live. Discover now