Capítulo 6.

62 7 1
                                    


Bianca.

Me levanto de la cama adolorida. Hoy cumplo la mayoría de edad.

Pensé que cuando fuera mi décimo octavo cumpleaños, estaría feliz.

Pero no.

Cada día me martirizo más y más.

Soy sumamente idiota.

¿A quién se le ocurre darle una segunda oportunidad a su ex?

A mí.

¿Por qué?

Porque soy tonta.

Pensé que había cambiado. Y sí, lo ha hecho, a peor.

Soy consciente de que estoy empezando a sufrir maltrato, sé que lo suyo no es amor. Es posesión.

Pero me da miedo contarlo, temo a su reacción.

Las cosas han cambiado... bastante.

David me está alejando de las personas que quiero.

Con Andrea me hablo lo justo, y bueno, con mi madre tengo constantes peleas.

Sabe que a veces tengo problemas con David, pero le excuso con que son problemas tontos.

La única tonta que hay en todo este meollo, eres tú. - Vuelve a aparecer mi consciencia.

No le puedo decir a mi madre: Oye mamá, que David me pega desde hace unos meses. Pero eh, todo está bien.

No, no puedo.

No es por defenderle, es por miedo.

Yo me he dado cuenta de que tampoco lo quiero.

Las mariposas han muerto en mí.

Hace unos días que nos mudamos a vivir juntos. Una semana exactamente.

Él ya tenía los dieciocho cumplidos.

No porque yo quisiera, sino porque según él "así me tiene más vigilada"

Temo a que llegue de donde sea que haya ido.

¿Cuernos? Sí. Una vez le cotilleé el móvil y vi que quedaba varias veces con una chica para tener sexo.

No me dolió, porque no siento nada por él. Pero si me enfureció, si la tiene a ella, ¿por qué no me deja a mí?

Se escucha la puerta principal, y me tenso al instante.

David: Hola, cariño.

Se acerca a donde estoy a darme un beso y yo le giro la cara.

Me coge de la cara, y me la gira para que quede mirándole a él, se acerca y me da un beso con sabor a posesión.

David: Ni se te ocurra volver a girarme la cara. O atente a las consecuencias. Tú decides.

Asiento.

David: Por cierto, hazme la cena.

Bianca: No he ido a comprar hoy.

David: Vaga de mierda. Pues toma cinco euros, y ve al bar de abajo, y me compras un menú de showarma. Y ve tapada, que te gusta mucho provocar. - Me tira los cinco euros a la cara. - Venga, ¿a que esperas?

Bianca: Vo... voy.

Me pongo un pantalón de chándal gris ancho, y una camiseta blanca. Junto con los tennis.

En el camino al bar, hablo con mi madre por teléfono, disculpándose por no haber podido llamarme antes.

Andrea solo me escribe un simple "Felicidades, Bi💜"
En fin.

(...)

A eso de las once y media de la noche, David se va.

Me da igual donde vaya, lo agradezco.

Habrá ido a tirarse a la chica esa que ve de vez en cuando.

Y diréis, ¿por qué no te escapas?

Simple.

David le ha puesto candados a la puerta para que no salga.

Voy al sofá, me tumbo, y lloro.

Lloro por todo en general.

Me quejaba de que él me destrozó, pero, en estos instantes me estoy destrozando yo misma.

Más bien las lágrimas son de impotencia, no de dolor.

Noto que me cargan en brazos.

Sé que es David, y prefiero que me deje en el sofá, pero no tengo ganas de discutir la verdad.

Se acuesta al lado mía y me pasa un brazo por la cintura.

Estoy demasiado cansada para quitárselo.

Vaya mierda de décimo octavo cumpleaños.

Al día siguiente me despierto con dolores de cabeza, así que quito el brazo de David de encima mía con sumo cuidado, y voy a la cocina a por un vaso de agua y una aspirina.

Cuando me lo tomo, voy a la estantería y cojo uno de mis libros, me siento en el sofá y comienzo a leer.

Pero la tranquilidad no dura mucho, ya que baja David.

David: Buenos días.

Le miro, pero no le contesto.

David: He dicho que buenos días.

Bianca: Que sí, que te he oído.

David: Pues responde.

Bianca: Buenos días, ¿contento?

David: Hazme el desayuno.

Bianca: Haztelo tú. Si solo es poner la cápsula en la cafetera y ya. Y poner dos tostadas en el tostador.

David: Pero si te digo que me lo hagas tú, te levantas, y lo haces. Y callada.

Bianca: Cada día te soporto menos. No debería de haberte dado ninguna oportunidad, la gente como tú no cambia.

Se acerca a mí, con la furia recorriendo cada milímetro de su piel, e impacta su mano en mi mejilla izquierda. Me coge del pelo, y hace lo mismo pero en la derecha.

Me tumba bruscamente en el sofá, e intenta desabrocharme los pantalones, yo me retuerzo bajo él y junto las piernas para complicarle el trabajo. Pero me agarra las manos por encima de la cabeza.

Me intenta dar un beso, y le hago la cobra, pero me coge de la barbilla, y me gira hacia él para besarme. Un beso que me sabe a impotencia. Impotencia por querer hacer de todo contra él, y no poder. Impotencia por cada vez que Andrea me decía que no era bueno darle una segunda oportunidad, y yo no le hacía caso. Impotencia porque a saber si alguna vez tendré valor para enfrentarme a él, y que toda esta tortura acabe.

Me empieza a dar besos por el cuello, y las lágrimas salen de mis ojos sin cesar.

Noto que me rasga las prendas de ropa que llevo puestas, incluyendo la interior, y cierro los ojos, rezando a que sé yo, que me duela lo menos posible.

Cuando termina, se levanta y se va al baño.

Y yo me quedo ahí, desolada, desnuda y sola, sabiendo que estoy viva porque respiro, pero ojalá no estarlo.

No... no pensé que llegara a estos extremos. Que me pegue me lo espero, pero joder, ¿violarme?

En estos momentos, soy muy contradictoria.

Es decir, una parte de mí tiene ganas de gritarle todo lo que se me venga a la mente, pero la otra parte tiene miedo, miedo a su reacción, no pensaría que llegaría a esto.

Lo próximo que va a ser, ¿matarme?

Lo peor es que no tengo ayuda de nadie. Bueno, si tuviera el suficiente valor para quejarme sí, pero ahora no me veo yo capaz de hacerlo. Si antes tenía miedo, ahora más.

Espero, por favor, que toda la rabia se acumule en mí por todo lo que he soportado, y poder denunciarlo a la policía.

Ojalá sea pronto.

Let me love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora